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La 'marea roja' ya afecta a la fauna del Danubio

El lodo químico mata toda la vida en el Marcal, uno de los afluentes del río, aunque se ha reducido su toxicidad

NUÑO DOMÍNGUEZ

Cruzar el paso a nivel a la entrada de Devecser es como entrar en otro mundo. Los campos de maíz, las praderas cubiertas de césped y los campos en barbecho desaparecen, de golpe, bajo una marea roja. Los lodos que arrasaron este pueblo del suroeste de Hungría el lunes pasado se han apoderado de todo: las cunetas son del color de una arcilla sangrienta y los árboles aún conservan una capa ocre que llega hasta un metro de altura. Por la mañana, los más de 500 trabajadores que el Gobierno ha desplazado hasta la zona vestían monos blancos, pero, al atardecer, están todos cubiertos de barro rojizo.

El vertido, que ha provocado cuatro muertos, seis desaparecidos y más de 100 heridos, ha afectado a un área de unos 40 kilómetros cuadrados. El área se vio inundada del lodo rojo el pasado lunes, después de que cediera una de las paredes de la balsa de la empresa minera Magyar Aluminium (MAL Zrt).

'Pasarán 50 años antes de que la gente pueda volver a vivir aquí'

En Giör, a 70 kilómetros del paso a nivel que divide el mundo rojo del verde, los lodos ya han entrado en el Danubio. Lo han hecho muy diluidos, a través de un afluente, el Raba. 'En ninguno de los dos la causticidad del agua ha llegado al nivel 10 (de 14), que es lo que se considera peligroso', explica Alberto Arroyo, uno de los ecologistas de WWF que trabajan en Hungría para controlar la evolución del vertido. A media tarde, el Danubio bajaba plácidamente por Giör con su color marrón habitual. La ciudad parecía ayer totalmente ausente de lo que estaba sucediendo a 70 kilómetros, pero varios retenes del ejército volcaban toneladas de yeso para intentar contrarrestar el vertido en la confluencia entre el Raba y el Danubio.

Al cierre de esta edición, se habían observado 'pérdidas esporádicas de peces' en la confluencia del Danubio con uno de sus afluentes, el río Raba, según dijo el jefe de emergencias local, Tibor Dobson, a la agencia húngara MTI. A su paso hacia el segundo río más largo de Europa, el vertido mató toda la vida que encontró en uno de sus afluentes, el Marcal. 'Todo el ecosistema de este río se ha visto destruido', confirmó Dobson. 'Todos los peces están muertos y tampoco hemos podido salvar la vegetación'.

El primer ministro húngaro, Viktor Orban, visitó ayer la zona, y aseguró que el Gobierno investigará 'quién es el responsable de esta catástrofe causada por el hombre'. Orban dijo que no tenía 'sentido' reconstruir las casas destruidas, ya que sus habitantes no quieren volver. El Gobierno ayudará a aquellos que quieran empezar una vida nueva en algún otro lugar, aseguró.

El barro se pega a la ropa y a la piel, 'y parece quedarse ahí para siempre'

'La gente de Kolontár no quiere volver a sus casas, porque sabe que la catástrofe puede volver a suceder', confirmaba ayer Agnes Dobos, directora de la Cruz Roja de la provincia de Vesprem. Dobos habla mientras militares y voluntarios acarrean fardos, agua y productos de limpieza al interior de un almacén. 'Esto no ha hecho más que empezar', lamenta. 'Pasarán 50 años antes de que la gente pueda volver a vivir aquí; ha sido como Pompeya', asegura.

A la entrada del Devecser, con unos 1.000 habitantes, hay un punto de lavado improvisado con mangueras agujereadas donde los habitantes se intentan quitar de encima la capa de mugre, que tiene un olor acre y rasca la garganta. Unas 280 casas han quedado arrasadas en este pueblo, según la Cruz Roja local.

La carretera del lodo, cada vez más oscuro a medida que se pone el sol, sigue hacia Kolontár, donde la marea ha barrido al menos otros 30 hogares. La carretera es un muestrario de tierras más rojas que las de Marte. A la entrada hay camiones militares aparcados en cualquier sitio, y almacenes de agua y alimentos improvisados.

En total se habla de unos 500 refugiados. La mayoría pasará la noche en casas de familiares, aunque también se han instalado campamentos en escuelas y hospitales cercanos. 'No había visto nada igual en mi vida', confiesa en una cuneta el capitán Attila Csoula, quien, a sus 34 años, está al mando de unos 40 hombres. 'Habíamos estado en inundaciones antes, pero esto es otro mundo. El barro que se te pega a la ropa o la piel parece quedarse ahí para siempre', explica el capitán.

Su tarea es limpiar a manguerazos las carreteras, los vehículos militares y, si queda tiempo, los de los civiles. De recoger lo que queda en las cunetas, los caminos, las casas y los campos ni se habla. La sensación no es de caos, pero sí de descoordinación.

Lo que nadie sabe aún es qué fue lo que causó la catástrofe. La compañía asegura que la balsa cedió por 'una catástrofe meteorológica' tras las fuertes lluvias que han caído en la zona en los últimos días, pero el Gobierno magiar ya ha anunciado una investigación. El secretario de Estado para el Medio Ambiente, Zoltan Illés, aseguró ayer que se sospecha que la compañía había almacenado más residuos de los permitidos. En los años treinta del siglo pasado, se descubrieron en esta región enormes reservas de bauxita, de la que se extrae el aluminio rociándola con sosa cáustica a presión. Ocho décadas después, ese sigue siendo el negocio de MAL Zrt, la última gran empresa del periodo comunista que sigue en activo en el país, ahora con una nueva personalidad privada.

¿Qué contenía la balsa?

La rotura de la balsa provocó el vertido de un millón de metros cúbicos. El derrame es rico en metales y está compuesto por un 40%-45% de óxido de hierro, que le da ese color rojizo. Otro 15%-20% es óxido de aluminio, un 10%-15% es óxido de silicio y hay pequeñas cantidades de otros minerales.

¿Cuál es su nivel de toxicidad?

Las zonas de mayor concentración de metales, como el río Marcal, han alcanzado un pH de 13, que causa la muerte de toda la vida acuática. El contacto con la piel provoca grietas y quemaduras. Si se ingiere, puede causar daño a los pulmones y al sistema digestivo. Los análisis del agua contaminada que ha llegado al Danubio muestran un pH de 9,3, una cifra que se sigue considerando peligrosa. El investigador del CSIC Félix López recuerda que el valor neutro para la vida es de 7, como el del agua destilada.

¿Qué se está haciendo para que el vertido sea menos peligroso?

Se han arrojado más de 500 toneladas de yeso en varios afluentes del Danubio. El yeso rebaja la alcalinidad del vertido. Este material es un apelmazante, lo que permite solidificar el lodo frenando su avance. Esa será la segunda fase de la operación, la limpieza de las zonas afectadas. El lodo ya reseco impediría que las plantas resurgieran, por lo que habrá que levantar varios centímetros de la capa superficial de tierra en toda la zona afectada.  

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