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Matan de risa

Inteligencia militar: de la bomba escatológica a la bomba gay

JAVIER YANES

En la última edición de los premios Ig Nobel a las investigaciones más extravagantes, celebrada el pasado 4 de octubre en la Universidad de Harvard (EEUU), uno de los trabajos galardonados brilló con luz propia: la bomba gay. Se trataba de un proyecto de la defensa estadounidense, que aspiraba a desarrollar un artefacto químico no letal cuyo propósito sería liberar una sustancia que transformase de inmediato a los soldados de las filas enemigas en homosexuales libidinosos.

Así, planeaban, los soldados de la tropa rival preferirían conquistarse entre ellos que defenderse del ataque enemigo. Lo absurdo de esta idea, más allá de su patente espíritu homófobo, ha hecho creer a muchos que se trataba de uno más de los muchos bulos que circulan porla Red. Pero no es así; la idea que mereció el Ig Nobel de la Paz 2007 es completamente real.

El proyecto fue pergeñado en 1994 por el laboratorio Wright de las Fuerzas Aéreas de EEUU en Dayton (Ohio), hoy llamado Air Force Research Laboratory. La propuesta, dotada con la bagatela de siete millones y medio de dólares, salió a la luz gracias al proyecto Sunshine, una iniciativa que reivindica la transparencia en materia de guerra química. La revista New Scientist la divulgó hace dos años y hamantenido un seguimiento de tan iluminado empeño.

Desde entonces, fuentes del Pentágono han asegurado a varios medios que desde el principio el programa se había “rechazado de plano” y que “nunca se consideró para un desarrollo posterior”. Sin embargo, en 2000 la bomba gay fue incluida en un CD elaborado por el Directorio de Armas No Letales del Pentágono, disco que se distribuyó a agencias gubernamentales de aquel país como estímulo a la investigación. Un año más tarde, la idea fue sometida para su valoración a la Academia Nacional de Ciencias de EEUU. Ahí se pierde la pista.

Lo más probable es que nunca se lleguen a constatar los presuntos efectos de la bomba gay en el campo de batalla. Pero a pesar de su carácter irrepetible, la idea no era una veleidad aislada. Los documentos disponibles sugieren que la guerra de los olores oculta abundante información clasificada. De hecho, la bomba gay es la sucesora sofisticada de otros diseños anteriores en una línea de investigación militar cuya primera genialidad se remonta a la Segunda Guerra Mundial. Por aquel entonces, a la inteligencia de la primera potencia occidental se le ocurrió combatir el nazismo dotando a la resistencia francesa de un arma definitiva y ultrasecreta: la bomba fétida.

El arma escatológica

El proyecto Who Me? (“¿Quién, yo?”) giraba en torno a un poderoso compuesto: el escatol. Como su nombre sugiere, sus propiedades al olfato son poco menos que escatológicas. Procede de la degradación de un aminoácido en el intestino grueso y es una de las sustancias que confieren su aroma característico a los gases intestinales. Según detalla un documento desclasificado, fechado en 1997, del Centro Edgewood de Investigación, Desarrollo e Ingeniería del Ejército de EEUU en Maryland, en 1944 la división 19 del Comité de Investigación de la Defensa Nacional desarrolló el producto: una dosis de escatol en un pequeño tubo envuelto en plomo.

En 1944, EEUU creó un arma para la resistencia francesa: una sustancia con olor a gas intestinal

El ingenio se distribuyó a los rebeldes franceses, quienes debían acercarse con disimulo a los oficiales alemanes y vaciarles encima el preparado fecal. El resultado esperado era convertir al enemigo en “objeto de irrisión” para minar su moral, con la premisa de que es difícil respetar a una autoridad que apesta a heces. Por desgracia, la idea chocó con algunos problemas: dada la potente presencia del escatol, su olor se imponía con la simple apertura del vial, impidiendo al portador acercarse a su objetivo, que huía despavorido. Además, el propio guerrillero quedaba tan impregnado con los vapores de su artefacto que él mismo acababa odiando su misión.

El proyecto Who Me? quedó definitivamente relegado cuando los creadores del engendro comprobaron que “al intentar emplearlo en otras localizaciones, se descubrió que la gente en muchos lugares del mundo no encuentra ofensivo el olor fecal, ya que lo huelen regularmente”.

El fracaso no significó el abandono de esta línea táctica. Muy al contrario; el mismo documento de Edgewood insiste en el “desarrollo de compuestos odoríferos que puedan aplicarse contra cualquier conjunto de población alrededor del mundo”. No sehabla de soldados enemigos, sino de “población”.

El escrito repasa la actual facilidad para replicar experimentalmente cualquier olor y cómo en distintas culturas, religiones y zonas geográficas, el olfato responde de modos diversos a estímulos distintos. El proyecto solicitaba poco más de 300.000 dólares en un año y medio para desarrollar un índice de olores y un sistema de diseminación. Entre estos últimos se cuentan armas de mano, morteros, generadores de gas o cápsulas que puedan ser vaciadas en el sistema de aire acondicionado de un edificio.

La bomba gay era, de hecho, sólo una de las tormentosas ideas de un informe elaborado en 1994 por el laboratorio Wright. En las mismas páginas se recogen otras propuestas: sustancias que hagan al adversario extremadamente sensible a la luz solar, o le creen una “halitosis grave y persistente”, o atraigan hacia él a todo tipo de criaturas molestas, como insectos, ratas u otros animales. Destaca la inspirada sugerencia de difundir en los lugares de paso del enemigo un gas que induzca a las abejasa picar, y situar estratégicamente una serie de colmenas a lo largo de suruta de escape. Un plan marca Acme, en la mejor tradición del Coyote y el Correcaminos.

Por desgracia, no todos los proyectos en el campo de las armas químicas no letales (ANL) –denominadas en algunos documentos “menos que letales”, es decir, que dejan al objetivo menos que muerto– resultan tan risibles. La documentación desclasificada repasa la granada multisensorial destinada a “aclarar espacios”, equipada con sustancias molestas y explosivos pirotécnicos, y su posible adaptación para incorporar agentes que “noqueen” al enemigo. En otros casos la investigación se apoya en “identificar nuevos avances de la industria farmacéutica”.

Los compuestos van dirigidos a interferir los órganos sensoriales, la capacidad motora e incluso las emociones, con el fin primario de actuar contra toda una población para después discriminar entre “turistas y terroristas”. En un punto se recomienda la necesidad de entrenar a las fuerzas armadas para no sucumbir a la tentación de “matar a toda persona previamente incapacitada por el gas”.  Algunos de estos agentes químicos o farmacéuticos se proponen parasu uso contra todos los pasajeros de un avión de línea comercial en
caso de secuestros como los del 11-S, mencionando el riesgo de “dañopermanente o muerte para los viajeros enfermos”.

Hoy disidente, mañana terrorista

Un extenso informe de la Universidad estatal de Pensilvania, redactado en octubre de 2000, propone una escalofriante lista de agentes “calmantes” que incluyen varios tipos de neurotrópicos, como sedantes hipnóticos, anestésicos, relajantes musculares, opiáceos o antipsicóticos. El documento menciona una base de datos adjunta con más de 7.000 referencias de compuestos de posible uso como ANL. Un ejemplo sugerido por Edgewood es la ketanserina, un calmante usado para amansar alces. El informe de Pensilvania incluye el fentanil, un opiáceo 80 veces más potente que la morfina y que, empleado para cortar heroína, es responsable de muchas muertes por droga adulterada. Un derivado del fentanil, liberado por las fuerzas especiales rusas en el sistema de ventilación del edificio, causó la muerte de más de 120 rehenes retenidos por rebeldes chechenos en un teatro moscovita en 2002.

La justificación de la inversión en este campo es una preocupación constante en los documentos. Una imagen utilizada con este fin en algunas presentaciones muestra a un grupo de niños manifestándose en Belgrado contra los bombardeos de la OTAN, sobre otra fotografía del atentado suicida sufrido por el buque USS Cole en el puerto de Adén, en 2000. Los pies de foto rezan: “de esto [niños]... a esto [buque]”. A menudo las propuestas se escudan en riesgos estrafalarios, como una ficticia alianza de Corea del Norte con China y Rusia para invadir al vecino del sur y a Taiwán.

El Pentágono niega la bomba gay, pero sigue violando la Convención sobre Armas QuímicasLos cerebros son personajes como el coronel John Alexander, antiguo representante de su país en la OTAN, ex-investigador en el laboratorio de Los Álamos, y antes miembro del panel ANL de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU. Este científico militar se dedica principalmente a la investigación de fenómenos ovni y es un apasionado defensor del reclutamiento de clarividentes y telépatas para la inteligencia de defensa. El Instituto Nacional de Ciencias del Descubrimiento en Las Vegas, del que Alexander es consejero, declara como misión “el estudio de fenómenos aéreos, mutilaciones animales y otros fenómenos anómalos relacionados”. Uno de los campos de estudio de esta institución privada es la matanza de ganado por seres extraterrestres, un tipo de suceso que suele llenar las páginas de los tabloides de supermercado, comoWeekly World News.

Es obvio que todo lo mencionado infringe la Convención sobre Armas Químicas, ratificada por EEUU y vigente desde 1997. En 2004, en plena guerra de Irak, el proyecto Sunshine fue conminado por el cuerpo de Marines de EEUU a retirar de su página web documentos relativos a ANL por contener “información sensible que compromete programas”. Sunshine respondió haciendo notar que, de existir tales programas, supondría una violación de la Convención. Los marines desistieron de su censura.

La investigación en ANL no cesa, y el disparate tampoco. El pasado 9 de octubre, a raíz de la entrega de los premios Ig Nobel, el director del Consejo Interreligioso en Rusia, Roman Silantyev, declaraba a la agencia Interfax que “el Pentágono equipara la homosexualidad a las armas de destrucción masiva”, lo que para Silantyev aconseja “calificar los desfiles gay comoarmas de destrucción masiva e introducir una moratoria en su proliferación”. A veces lo que no mata deverdad, mata de risa.

 

No sólo las armas químicas han inspirado ideas innovadoras; la guerra psicológica es también un terreno fértil para la experimentación. En 1940, cuando la invasión nazi de Gran Bretaña parecía inminente, la BBC emitió una serie de cursos de inglés destinados a facilitar a los soldados alemanes su ‘visita’ a las islas. El locutor, con perfecto acento alemán, recitaba así: “Repita conmigo: Das Boot sinkt. El barco se hunde. Das Wasser ist kalt. El agua está fría. Ahora, un verbo que le resultará muy útil. Ich brenne. Me quemo”.

Con frecuencia las tácticas psicológicas han tratado de aprovechar las supersticiones del enemigo. En la guerra de Vietnam, la operación Alma Errante del ejército de EEUU empleó altavoces para tratar de aterrorizar a los guerrilleros del Vietcong con sonidos y voces de ultratumba de presuntos soldados muertos que les instaban a rendirse para no acabar, como ellos, vagando eternamente por la jungla. La idea se basaba en una creencia vietnamita según la cual quien no recibe entierro adecuado junto a sus ancestros está condenado a errar por los bosques como ánima en pena.

Ningún bando se libra de la estulticia. En la guerra del Golfo fue famosa Bagdad Betty, una locutora de radio iraquí que pretendía desmoralizar a las tropas estadounidenses alegando que mientras ellos estaban en el desierto de Arabia, sus mujeres y novias se acostaban con Tom Cruise, Tom Selleck o Bart Simpson.

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