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"Pozuelo, ¿me recibes?"

La vida en el 'Hespérides', que zarpa hoy, se ha sofisticado mucho tras 20 campañas

JAVIER SALAS

Desde que se echó a la mar por primera vez en 1991, el Hespérides ha cambiado las voces distorsionadas de una estación de radio lejana por un sofisticado sistema de transmisión de datos en tiempo real. Entonces, el personal del buque se comunicaba con sus familias gracias a la traducción que hacía el oficial de radiotransmisiones de los extraños sonidos deformados que emitía el aparato: las voces de los familiares. 'Tenía el oído tan habituado a esas distorsiones e interferencias que era capaz de decirnos cosas como: Hoy tu mujer está triste, dile que la quieres', cuando lo único que escuchábamos los demás eran ruidos', rememora Carlos Duarte, investigador del CSIC y jefe científico del Hespérides durante la campañacientífica que arranca hoy, la Expedición Malaspina.

Ahora, en cambio, Duarte sopesa prohibir o acotar el acceso a internet a los jóvenes científicos que le acompañan, 'porque se comen el ancho de banda de transmisión de datos subiendo fotitos a Facebook y chateando con las novias'. En los primeros viajes, como recuerda el responsable tecnológico de los buques científicos españoles, Mario Manríquez, la frase más escuchada era: 'Pozuelo, ¿me recibes? Cambio'. En Pozuelo del Rey (Madrid) estaba la estación de radio concentradora, 'los que te ponían con casa'. 'Y no siempre funcionaba la transmisión, nos pasábamos buenos ratos con aquello de: Pozuelo, ¿me recibes?', cuenta Manríquez.

A lo largo de las 20 campañas que han arañado su casco desde aquella primera a la Antártida, este peculiar híbrido entre barco militar y laboratorio de investigación científica ha gozado de muchas mejoras tecnológicas, como el nuevo sistema de navegación ruso que estrenará hoy. Pero también de concepto, como asegura uno de los investigadores embarcados, José María Blanco, quien viajó varias veces a bordo del Hespérides en los años noventa. 'Ahora el que viene, viene a trabajar. Antes, había mucho jefe; ahora, hay muchos indios', resume este profesor de la Universidad de Málaga, que considera que una de las mejores sensaciones que transmite el barco es que la edad media de los investigadores haya ido bajando cada año, 'un buen síntoma de que la ciencia empieza a funcionar en España'.

A ese objetivo contribuyó la remodelación que se hizo en 2004, cuando se aumentó en una docena el número de plazas disponibles para científicos hasta las 37 actuales. 'En esa remodelación, se mejoraron mucho el confort y la habitabilidad del barco', asegura el comandante de la nave, Juan Antonio Aguilar. Blanco bromea al lamentar que se han perdido lujos, como el de los científicos, que comían servidos por marineros que les hacían de camareros.

Cuando el Hespérides fue a la Antártida en 1995, ya se podían enviar correos electrónicos, unas líneas para transmitir a la universidad de turno el estado del proyecto, que se almacenaban en un disco duro y se enviaban una vez al día. Hoy, el Hespérides, además de estar permanentemente conectado vía satélite, utiliza un programa propio de fragmentación de datos que asegura un envío eficiente del material que genera el barco para publicarlo casi en tiempo real en su web. Y se ha pasado de analizar las muestras 'a mano', con microscopios, a subir a bordo un tipo de aparato que sirvió a la NASA en la misión Mars Pathfinder al planeta rojo.

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