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'Stars wars' ¿Ciencia o ficción?

Un libro analiza la saga, cuyo último título se acaba de estrenar, desde el punto de vista de la ciencia. 'George Lucas se adelantó a muchos descubrimientos', dice su autora

VÍCTOR CHARNECO

Jeanne Cavelos tenía 17 años cuando George Lucas estrenó La Guerra de las galaxias, y la película le impactó tanto que potenció sus “sueños de viajar por el espacio y el interés por la astrofísica”.

Como consecuencia de ello, se formó como científica y trabajó durante años para la NASA, antes de convertirse en profesora, editora y escritora de libros que indagan en la relación de la ciencia con la vida de los ciudadanos. La trilogía Jedi se mantuvo como una referencia para ella, que comprobó como el paso del tiempo acercaba los descubrimientos científicos a los elementos de ficción de la película, de modo que finalmente “parecía que Lucas sabía más del Universo en el 77 que los científicos que lo estaban estudiando”.

Fruto de esta fascinación, nació La Ciencia de la Guerra de las Galaxias, un libro en el que analiza las películas desde el punto de vista de la ciencia contemporánea y que ahora vuelve a la actualidad con el estreno de la última película de animación de la saga, La guerra de los clones.

'No sólo muchos de los elementos de la saga son científicamente verosímiles, sino que bastantes de ellos se adelantaron a hallazgos que en la época en la que se rodaron las cintas no parecían ni siquiera probables”, comenta Jeanne Cavelos. “Lo más riguroso de La Guerra de las Galaxias es el propio universo creado por  George Lucas, que se presentaba como un sistema repleto de planetas con vida en un momento en el que parecía que la Tierra era el único astro en el que se daban las condiciones adecuadas para este milagro. Hoy, se sabe que hay organismos capaces de sobrevivir en condiciones distintas de las nuestras, con mucho más calor o en su superficies congeladas”, continúa.

Para su trabajo, la autora no contactó con el creador de la aventura, sino que mantuvo su perspectiva en los límites del conocimiento. Y descubrió que Lucas creó los elementos de su saga sin prestar atención al rigor, guiado sólo por la fantasía, “lo que hace todavía más fascinante que los descubrimientos posteriores hayan convertido en posibles muchos de los fenómenos de sus películas”.

Cavelos es también autora de La Ciencia en Expendiente X, un análisis de la serie en la que también aprecia “bastante rigor científico, aunque sus argumentos van más allá de lo ya descubierto para aparecer como más raros y fascinantes”. ¿Y se queda con el agente Mulder o con Han Solo?. “‘Siempre con Han Solo!”, ríe. 

La principal característica de R2-D2 y C-3PO es que tienen reacciones muy humanas. Ya se están desarrollando complejos robots, así que el debate se centraría en lo que George Lucas anticipó en 1977: ¿cuánta capacidad emocional pueden tener?
El especialista en Neurología en la Universidad de Iowa Antonio Damasio, ha tratado a personas con desórdenes en el lóbulo frontal del cerebro, lo que le ha permitido estudiar el comportamiento humano cuando la lógica y la emoción no están relacionadas. Sus pacientes eran extremadamente lógicos e inteligentes, pero fríos, lo que no siempre fue positivo. El más cerebral de todos, capaz de conducir sobre una pista helada sin accidentarse, no podía decidir entre dos días distintos para citarse con el investigador, porque su mente no encontraba qué era lo más ventajoso. A igualdad de condiciones, el humano decide por detalles emocionales mínimos. ¿Queremos máquinas con nuestra imperfección emocional o poseedoras de una frialdad analítica que les convierta en infalibles?

Darth Vader es un ciborg; es decir, un hombre al que se incorporaron diversos componentes mecánicos y electrónicos tras una durísima batalla contra Obi-Wan Kenobi. Las altas temperaturas y los gases le dañaron la boca y las vías respiratorias, por lo que precisa de un elemento mecánico que mejore la oxigenación del aire y lo introduzca en su interior.
Ciertos tetrapléjicos con un problema similar utilizan para ello un ventilador situado en el cuello, que permite al aire entrar y salir sin tocar las cuerdas vocales. En ocasiones, se incluye una válvula para el habla, que hace pasar la corriente de aire entre las cuerdas durante su recorrido de salida. Vader podría emplear un dispositivo de esta misma manera, por eso su habla y su respiración se mostrarían como fenómenos independientes. Otra posibilidad es que la caída le provocara daños en los nervios frénicos, encargados de activar la pleura para que los pulmones tomen aire y lo expulsen, provocándole una parálisis y condenándole a la utilización de un respirador artificial.

Jeanne Cavelos considera la fuerza que dota a los caballeros Jedi de todo su poder como el elemento “menos riguroso de La Guerra de las Galaxias, porque permite muchas cosas diferentes: hacer que los objetos leviten, leer los pensamientos de otros, influir en quienes tienen una mente débil, acceder a visiones del pasado y el futuro e, incluso, tener en cuenta la vida después de la muerte”. Así, la fuerza violaría el principio científico de la situación, ya que permitiría paradojas como la de tener conocimiento inmediato de muertes que suceden a varios años luz, por medio de una conexión entre seres diferentes que trascendería el tiempo y el espacio. Científicamente, esta característica está considerada imposible, salvo en el caso de la física cuántica, en donde las teorías lanzadas por David Bohm hablan de la creación de una fuerza cuántica potencial capaz de conectarlo todo de forma instantánea. La diferencia entre estas dos fuerzas es que la de Lucas la domina el Jedi mientras que la cuántica escapa a cualquier control.

La principal arma de la que está dotada la Estrella de la Muerte es un láser; es decir, un haz de luz enfocado a un solo punto y con una alta concentración de potencia. El láser puede taladrar materiales como el titanio o el diamante, y uno de megawatios podría agujerear un avión situado a seis millas si mantiene el contacto durante dos segundos.
Los láser que existen hoy en día, por tanto, pueden hacer muchas de las cosas de las que se ven en Star Wars: matar gente, agujerear muros y atacar a naves en el espacio. El problema es que para generar un rayo capaz de eliminar un planeta es precisa una fuente energética enorme, que no cabría en la Estrella de la Muerte. Para destruir un planeta, sería necesaria una potencia un mil millones de billones de veces superior a la del MIRACL (un láser de 2,2 megawatios probado en 1988). También se podría hacer un túnel hasta el corazón del planeta y elevar la temperatura de su material para que se expandiera y fundiera; no está claro que lo hiciera explotar, pero cambiaría sus condiciones.

Los sarlacc no son nativos de Tatooine –el planeta de origen de Anakin y Luke Skywalker–, pero se han acostumbrado a sus condiciones desérticas, enterrándose para esperar a su presa con un comportamiento igual al de las hormigas león.Estos insectos, de cuerpo reducido y grandes fauces, generan una espiral en la arena y se introducen en ella, dejando fuera sólo su boca abierta, en espera de la presa. Cuando otra hormiga pisa el señuelo, la arena se desploma y la conduce hasta las fauces del depredador, sin que lo escarpado de las laderas le permita escapar. La hormiga león sólo extrae los jugos y no ingiere el cuerpo completo de la víctima, pero su digestión puede ser tomada como referencia, ya que, al no poseer un aparato excretor de los desechos, mantiene en su interior las sustancias obtenidas hasta que se convierte en una pupa (estadio intermedio entre la larva y el insecto alado). Esta fase dura unos tres años, por lo que no sería tan descabellado que ocupara mil en un ser del tamaño del sarlacc.

Cuando Han Solo salta a la velocidad de la luz, el Halcón Milenario pasa de 80,5 kilómetros por hora a 300.000 por segundo; pero la velocidad de la luz es tan rápida que a una persona le llevaría meses acceder a ella de forma segura. La aceleración se mide en fuerzas G y el cuerpo humano normalmente no resiste cantidades superiores a 9G. Sometido a esa fuerza, el organismo se siente nueve veces más pesado de lo habitual, la sangre baja a los pies y el corazón no puede bombear tan fuerte como para elevarla hasta el cerebro. Además, se producen problemas de visión y, si la velocidad no decrece, se pierde el conocimiento y se muere. Para aceleraciones largas, la resistencia es menor; sólo se aguanta una fuerza 5G durante un par de minutos y 3G no más de una hora. Si en la huida se empleara una fuerza 3G, se tardarían dos meses y medio en alcanzar la mitad de la velocidad de la luz; incluso subiendo a una 5G, les llevaría diecinueve días llegar a esta cifra.

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