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"Yo elegí HD-DVD y nadie me obligó"

Un comprador del formato de Toshiba narra su experiencia

VÍCTOR SÁNCHEZ

Cuando compré un reproductor de HD-DVD era pleno poseedor de mis facultades mentales. Tal y como lo soy ahora, momento en el que reconozco mi error. Nadie me empujó a hacerlo. No me dejé engañar por triquiñuelas publicitarias. Lo hice porque, como buen treintañero, soy caprichoso. Un crío chico que creció viendo demasiados dibujos animados y películas llenas de efectos especiales. Era inevitable comprar un reproductor HD-DVD. Si hubiese tenido más edad en la época del LaserDisc, también tendría uno. 

Siempre intenté justificar mi elección ante todos. Les hablaba de una nueva fórmula de negocio audiovisual. De posibles exclusivas entre productoras y formatos. Y de un futuro en el que en todo hogar hubiese un reproductor híbrido manufacturado en China. Después de todo, así, más o menos, sobrevivimos a aquella contienda DVD+/-R.

Mi colección de películas se volverá más azul. Y aún así, seguiré siendo timado. Porque, sinceramente, la alta definición es una pequeña estafa para los tontos que creemos que necesitamos todo lo que vemos, si va enchufado. Cada vez que ponga una película, tanto de lo que tengo en HD-DVD, como de lo que tendré en Blu-ray, seguiré diciendo en voz alta, para que todo el mundo me oiga, 'Pero qué bien se ve...' Cómo si fuese verdad; y todo.

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