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La Tierra no viaja sola

Un equipo de astrónomos descubre el primer asteroide que comparte órbita estable con nuestro planeta. La existencia de este tipo de cuerpos celestes plantea algunas dudas sobre la definición de planeta

TEGUAYCO PINTO

Un compañero de viaje transita junto a nuestro planeta en su travesía alrededor del Sol. Este nuevo objeto, de 300 metros de diámetro, pertenece a los denominados

asteroides troyanos, un tipo de asteroide que, a diferencia de otros cuerpos menores del Sistema Solar, mantiene una órbita estable. La existencia de este tipo de asteroides en la órbita terrestre se presuponía, pero hasta ahora nunca habían sido observados.

Ya en el siglo XVIII el matemático y astrónomo Joseph-Louis Lagrange estableció la posibilidad de que un pequeño cuerpo pudiera quedar atrapado en la órbita de nuestro planeta. Según Lagrange, la interacción de los campos gravitatorios del Sol y la Tierra podría provocar que ciertos objetos pequeños quedasen atrapados en unas regiones muy concretas de la órbita terrestre, denominadas puntos de Lagrange.

Los primeros asteroides de este tipo fueron descubiertos ya en el siglo XX y recibieron el nombre de ilustres habitantes de Troya, como Aquiles, Patroclo o Héctor. A partir de entonces, estos cuerpos celestes han sido bautizados genéricamente con el nombre de troyanos.

Pese a que se han descubierto asteroides de este tipo en las órbitas de Marte, Neptuno y, sobre todo, Júpiter, que posee varios miles de troyanos catalogados, en la Tierra aún no se había localizado ninguno. Hasta ahora. Según un estudio publicado en la revista Nature, el asteroide 2010 TK7 es el primer troyano de nuestro planeta.

La trayectoria que sigue este singular asteroide es similar al trazado de un muelle cuyo eje central fuera la órbita terrestre. Este movimiento es relativamente lento, pues cada vuelta del muelle tardaría aproximadamente un año. Además, la distancia a la Tierra no permanece fija, sino que existe un pequeño movimiento pendular, como si el asteroide recorriera el muelle hacia delante y hacia atrás, en torno al punto lagrangiano.

Este asteroide puede ofrecer información sobre el origen de la Tierra

Según Martin Connors, investigador de la Universidad de Athabasca (Canadá) y principal responsable del descubrimiento, el hallazgo confirma que nuestro planeta puede tener troyanos. El científico resalta que 'pueden existir otros troyanos en nuestra órbita' y que estos podrían darnos pistas que ayuden a comprender cómo se formó la Tierra. 'La Tierra es geológicamente muy activa, con lo que ha destruido muchas evidencias de su nacimiento. Incluso la Luna tampoco ofrece muchas pistas sobre esta cuestión, mientras que los asteroides, que no han cambiado mucho desde los inicios del Sistema Solar, podrían darnos información muy valiosa', explica Connors.

Sin embargo y pese a la gran cantidad de datos recogidos, Connors afirma que aún 'no es posible determinar el origen de este asteroide' y apunta a futuras observaciones o misiones espaciales que puedan determinar la composición del troyano.

Connors asegura que este tipo de asteroides debería ser 'un objetivo claro' para las futuras misiones espaciales, puesto que 'comparten una órbita estable con nuestro planeta, con lo que es relativamente fácil llegar hasta ellos'. Lamentablemente, este troyano en concreto 'no es buen candidato para esas misiones', debido a su pequeño tamaño y a que 'posee una órbita demasiado inclinada con respecto a nosotros', concluye Connors.

Su órbita estable lo convierte en un objetivo de futuras misiones espaciales

Uno de los motivos por los que es interesante la utilización de misiones espaciales para el estudio de los troyanos es que su observación desde la Tierra resulta tremendamente complicada. Según Javier Licandro, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias y responsable del grupo de Física de la Materia Interplanetaria, 'la posición de estos objetos en la órbita terrestre hace difícil su observación, dado que prácticamente sólo son visibles durante el día'.

En esta ocasión, los investigadores han utilizado los datos del satélite WISE de la NASA. Esta sonda, lanzada en 2009, contiene un telescopio espacial de 40 centímetros de diámetro, especialmente diseñado para observar la radiación infrarroja. Estos cuerpos, explica Licandro, 'son objetos fríos', con lo que emiten poca luz visible para los telescopios ópticos habituales. Sin embargo, sí son bien visibles en el rango del infrarrojo.

La existencia de este tipo de asteroides en la órbita de algunos planetas puede plantear dudas sobre la definición de planeta aprobada en el año 2006 por la Unión Astronómica Internacional. Los planetas se forman a partir de un disco de material, compuesto esencialmente por rocas y gas, que gira en torno a una estrella y que se conoce como disco protoplanetario. Por efecto gravitatorio, los distintos pedazos se van agrupando hasta formar el planeta. Una vez formado, y según la definición actual, este tiene que haber limpiado su órbita de todo ese material, ya sea porque ha pasado a formar parte del mismo, o porque ha sido expulsado de la órbita. Teniendo en cuenta esta definición, cabría plantearse si la existencia de troyanos pone en jaque la actual definición de planeta.

'Su observación es complicada porque sólo es visible de día', dice un científico

Teniendo en cuenta que Júpiter tiene muchos troyanos, más de 5.000, Connors reconoce que 'se podría decir que su órbita no está limpia'. Sin embargo, cuando en la definición se habla de limpiar la órbita, se hace referencia a 'los asteroides de órbitas inestables, denominados planetesimales, no a los troyanos', explica Connors.

Para Julio Ángel Fernández, experto en dinámica planetaria de la Universidad de la República de Urugay y uno de los principales responsables de la definición de 2006, la diferencia está en que los troyanos son objetos muy peculiares, puesto que 'están confinados en regiones muy concretas y son dinámicamente muy estables'. Además, la principal diferencia entre un planeta como Júpiter, con muchos troyanos, y Plutón, al que se le privó de la categoría de planeta con la actual definición, es el tamaño relativo con respecto a los objetos que los rodean. 'Plutón, a diferencia de Júpiter, se mueve entre objetos de tamaño comparable al del propio planeta, mientras que los objetos en torno a Júpiter son infinitesimales en comparación con este', explica Fernández.

 


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