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"La vacuna que más anhelo es la de la malaria"

El experto cree que la solución a los altos precios de estos compuestos es el aumento de la competencia.

AINHOA IRIBERRI

Hasta finales de la década de 1970, las embarazadas que se infectaban con el virus de la rubeola daban a luz a niños con graves malformaciones, muchos de los cuáles morían poco tiempo después de nacer. Fue la labor investigadora del médico estadounidense Stanley A. Plotkin la que hizo que esa alteración de la salud no fuera más un problema para ninguna mujer gestante. Todas reciben en la adolescencia la vacuna que desarrolló y que ha hecho que la enfermedad esté erradicada en muchos países. Plotkin estuvo recientemente en Madrid presentando la edición española del Pink book , el libro de referencia sobre Epidemiología y Prevención de Enfermedades Inmunoprevenibles, usado por miles de pediatras en todo el mundo.

La vacuna contra la rubeola que usted desarrolló se prepara en cultivos de células diploides humanas. En un principio, se especuló con la posibilidad de que estas podrían contener virus que causaran cáncer y que pasaran a los seres humanos por la vacuna. ¿Cómo vivió esas acusaciones?
Lo bueno de la ciencia es que no cuentan las opiniones, sino los hechos. Cuando desarrollamos la vacuna, hicimos muchos estudios en busca de virus oncogénicos. Y nunca encontramos ninguno. Yo tenía los datos de mi lado y sabía que, finalmente, los demás se darían cuenta de que era cierto. Es irónico que este tipo de células se considere ahora el estándar de referencia cuando se habla de células incapaces de portar virus extraños, mientras que las células primarias de animales sí tienen riesgo de llevar virus animales peligrosos para los seres humanos.

Usted se enfrentó también a otra grave acusación, por su participación en el desarrollo de la vacuna contra la polio en la República Democrática del Congo. Existe una teoría según la cual fue durante esas investigaciones cuando se traspasó el virus del sida de simios a humanos, al usarse células de estos animales en la producción de la vacuna. ¿Cómo le afectó una denuncia tan grave?
De nuevo tengo que decir que, por fortuna, la ciencia se basa en datos. Dicha acusación vino de un periodista británico [Edward Hooper ] que se basó en evidencias circunstanciales. Cuando la formuló tuve que pasar seis meses revisando los antiguos registros e intentando contactar a colegas que habían trabajado en el desarrollo de la vacuna, en el que yo colaboré siendo muy joven. Encontramos pruebas de que la vacuna nunca se había producido en África, una de las acusaciones. Además, con el paso del tiempo, la biología molecular ha permitido identificar la historia de un virus y se ha comprobado que el virus pasó del simio al ser humano en los primeros años del siglo XX, mucho antes del desarrollo de la vacuna contra la polio.

¿Y tuvo alguna consecuencia para usted esta polémica?
No para mí. Pero como los teóricos de la conspiración tienen la característica de no cambiar nunca de opinión, este hombre sigue escribiendo que el sida se originó con la vacunación de la polio. Este es uno de los rumores que ha impedido la vacunación en países como Nigeria, donde todavía hay virus de la polio y la gente no se vacuna por los rumores de que la inmunización está contaminada con el VIH.

Usted ha sido descrito como uno de los sucesores de Jenner y Pasteur, los padres de la vacunología. ¿Cuál es, a su juicio, la vacuna más importante jamás desarrollada?
Esta es una pregunta muy difícil pero, si tuviera que elegir alguna, supongo que diría que la del sarampión, que es probablemente la patología que más muertes hubiera causado si no se pudiera prevenir. También mencionaría una relativamente nueva que ha sido desarrollada en mi laboratorio contra el rotavirus, el patógeno que provoca la gastroenteritis y la diarrea infantil y que se estima que mata a más de 600.000 bebés cada año, la mayoría en países en vías de desarrollo. Esta vacuna tiene el potencial para salvar millones de vidas en los próximos años.

¿Y qué vacuna desarrollaría si estuviera en su mano?
La vacuna que más anhelo es la de la malaria, sin duda. Mata a tantos niños que es mi absoluta prioridad. Conozco los datos de la vacuna experimental que está ensayando en África el equipo dirigido por Pedro Alonso y, aunque ha demostrado una eficacia cercana al 50% y está claro que ha de ser mejorada, aún tal y como está tendría un importante efecto en la salud pública.

En la actualidad, cuando se habla de vacunas, es imprescindible preguntar por la posibilidad de una vacuna contra el sida. ¿Cuál es su posición en este aspecto?
Hace poco participé en Ciudad del Cabo (Suráfrica) en una reunión sobre vacunas, que yo creo que había sido convocada porque hay mucho pesimismo en torno a este asunto. Pero la clave está en que parece que se nos olvida que otras vacunas anteriores también se han enfrentado a muchas dificultades antes de salir adelante. El problema con las vacunas contra el VIH que se han desarrollado hasta la fecha reside en que sólo estimulan una pequeña parte del sistema inmune, mientras que la mayoría de las vacunas exitosas estimulan una parte mucho mayor. Por eso, lo que necesitamos es encontrar formas de inducir una respuesta mayor de las defensas.

Pero el VIH tiene características distintas a otros virus para los que sí hay inmunización...
Está claro. Por ejemplo, tiene una habilidad increíble para mutar. La principal dificultad a la que nos enfrentamos es que, con enfermedades anteriores, había algunas personas que sobrevivían, lo que te daba una idea de lo que necesitabas para prevenir la infección. Sin embargo, con el sida, aunque hay individuos que viven con el VIH durante años, no sabemos de nadie que se haya curado. Yo diría que soy moderadamente optimista de que habrá una vacuna, pero no para mañana. Aunque una de Sanofi Aventis está ensayándose en fase III en Tailandia y el comité que vigila el ensayo clínico no ha hecho que este se detenga. Quién sabe, quizás el año que viene tengamos algo interesante. En cualquier caso, no hay que tirar la toalla.

Usted trabaja ahora como consultor del laboratorio Sanofi Pasteur MSD, fabricante de una de las vacunas contra el virus del papiloma, muy criticadas por su elevado precio ¿Cuál es su posición en este sentido?
No hay duda de que el precio de la vacuna es alto pero creo, aunque pueda sonar a excusa, que las vacunas nunca van a ser baratas porque, al contrario que hace 30 años, ahora se tienen que someter a muchas pruebas que garanticen su seguridad. Se estima que al menos cuesta 500 millones de dólares desarrollar una vacuna y las empresas tienen que recuperar la inversión. Pienso que hay dos soluciones a este problema: que haya competencia, es decir, que haya más de una empresa desarrollando la misma vacuna y, en segundo lugar, que haya más compañías en el Tercer Mundo que se conviertan en productores de vacunas, algo que está empezando a suceder.

En su país, EEUU, se debe enfrentar a un movimiento potente antivacunación. Como experto ¿qué opina de este fenómeno?
Hay un dicho en inglés que dice: “Un poco de conocimiento es una cosa peligrosa”. Si sabes sólo un poquito sobre algo puedes tener opiniones muy incorrectas. En EEUU nuestro problema no es con la gente con poca educación, sino con los que, sin ser científicos, creen que saben mucho. Creo que hay que hacer énfasis en que la vacunación es un acto altruista y que el beneficio no es sólo para los hijos propios, sino también para los demás. Yo ahora estoy organizando un grupo de padres a favor de la vacunación, que dé voz a la mayoría silenciosa.

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