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El hombre invisible nos deja

Muere Rafael Azcona, pero aquí se queda la obra, el ingenio y el talento de una figura inolvidable del cine español de posguerra 

PEIO H. RIAÑO

 

Ya no está aquí. El hombre invisible siempre se resguardó tras las palabras de los guiones que contaron la peor posguerra de la mejor manera. Historias en blanco y negro que lo alejaron de lo público y notorio y colocaron a Rafael Azcona en la discreción de la inmortalidad. El lunes su familia mantuvo la reserva de la noticia hasta el último momento: el escritor fallecía a los 81 años de edad víctima de un cáncer de pulmón.

Hoy nos acordamos del “mejor escritor que ha tenido este país para hacer películas”, como nos decía en conversación telefónica el director José Luis Cuerda, al que interrumpimos mientras colocaba la música de su última película: Los girasoles ciegos, precisamente, la última colaboración de Cuerda con Azcona, en la adaptación de la novela homónima de Alberto Méndez. “Ojalá hubiera aprendido de él todo lo que ofrecía, porque era un hombre lúcido de bondad infinita”, recuerda afectado con quien anteriormente había trabajado en El bosque animado (1987) y La lengua de las mariposas (1999).

Al revisar la biografía se revela la vida de quien supo de qué comer antes de empezar a alimentarse definitivamente con la escritura: trabajó en una farmacia, en la fábrica de caramelos El avión y en un almacén de carbones. Hasta que en 1951 llega a Madrid, conoce a Mingote y empieza a trabajar en la legendaria La codorniz, revista para la que inventó el repelente personaje Niño Vicente y ya se ha quedado en nuestra mala baba más airada.

Gracias al director Marco Ferreri llegó al cine de carambola en 1958. Lo hizo por la puerta grande, puerta que no abandonaría nunca, con El pisito. En ella ya estaba uno de sus actores fetiches: José Luis López Vázquez, un tal Rodolfo sin casa y con ganas de emanciparse con Mary Carrillo, su novia Petrita, idea el plan perfecto para conseguir eso, el pisito. Se casa con la anciana Doña Martina esperando heredar cuanto antes. Puro humor negro, pura perversión cotidiana, cien por cien marca de la casa. El mismo López Vázquez recordaba ayer la locura con la que Ferreri planteó el rodaje de El pisito, “improvisando muchísimo”.

Así se divertía, escribiendo sobre cosas tristes con mucho sarcasmo. Ese acento se lo afilaron a lo largo de sus más de 100 películas de 50 años de historia de cine español directores como Luis García Berlanga, Carlos Saura, Pedro Olea, Juan Esterlich, Fernando Fernán-Gómez, José María Forqué, Víctor Erice, Fernando Trueba o José Luis García Sánchez. Le premiaron con seis Goya al mejor guión original de 1987 por El bosque animado, al guión adaptado de 1990 por ¡Ay, Carmela! (Carlos Saura), al guión original de 1992 por Belle époque (Fernando Trueba), al guión adaptado de 1993 por Tirano banderas (José Luis García Sánchez), Goya Honorífico de 1997 y al guión adaptado de 1999 por La lengua de las mariposas. Y un MAX por la adaptación al teatro de El verdurgo y el Premio Nacional de Cinematografía.

Acribilló la moral más trasnochada y encastada y eso le hizo inolvidable.“No he sido consciente de Azcona hasta que lo he descubierto. No sabemos lo que tenemos: ha escrito peliculazas”, son las palabras de Joaquín Reyes, ideólogo del programa televisivo Muchachada Nui, que recuerda que estuvo a punto de conocer a Azcona en dos ocasiones, pero se quedó con las ganas. Sin embargo, tiene poso de todas aquellas películas: “De él y de Berlanga me impresiona lo que hicieron con lo que tenían. ¡Cómo hacían tanto con tan poco!”.

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