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París le besa los pies a Kylie

La australiana inició el martes en el Palacio de Bercy su gira mundial ante 14.000 espectadores

ANDRÉS PÉREZ, corresponsal


Kylie Minogue, en plena actuación. EFE

El Palacio de Deportes de Bercy se quedó pequeño el martes por la noche para acoger a los 14.000 parisinos que, entregados en cuerpo y alma, saludaron efusivamente el regreso de una estrella, un regreso desde muy lejos. Kylie Minogue, la diva dance-pop autraliana, vuelve al primer plano para una gira mundial con nuevos títulos, nuevos vestidos, nueva escenografía y las mismas ganas de seducir sin rodeos.

'¡Estoy realmente encantada de volver a veros, de verdad!', gritó en un alarido desgarrado la rubia de casi 40 años. Fue la única nota en falso que salió de su garganta durante las casi dos horas de concierto, milimétricamente calculado para lo exquisito.

El falsete de ese grito de reencuentro tenía su explicación: la mujer que tiene uno de los traseros más deseados de Occidente no estaba segura, hace sólo unos meses, de poder volver a ver su querido París, la ciudad que le fascina y que le devuelve apasionadamente ese amor. Kylie Minogue estuvo a punto de perder el combate frente a un cáncer de mama, que la retiró de la escena y de los estudios de grabación durante tres años.

Para todos los públicos

Ahora ha vuelto. Y lo hace con una gira mundial que, a las luces de lo visto en la capital francesa, busca golpear fuerte y en todos los públicos, desde el ama de casa cincuentona hasta la adolescente arrabalera, pasado por los apasionados de la moda parisina más elegante, selecta y elitista.

En su espectáculo, Kylie ofreció una inédita fusión de géneros: dance, tecno, rock sinfónico, pop, R&B, blues a capella, carnaval de Nueva Orleans y hasta electro-industrial. También una brutal fusión de medios, con una escena dominada por atracciones mecánicas propias de feria popular, incrustados en proyecciones de vídeo de vanguardia que a su vez envolvían la coreografía de los bailarines humanos. Y todo ello al servicio de una fusión de registros en la comunicación con el público: desde el intimismo del cara a cara individual, hasta la megalomanía un poco sádica con la audiencia como masa.

De ahí lo visto en el Palacio de Bercy. ¡Cómo estaba el patio! Un público compuesto a partes iguales por lo más modosito de la comunidad gay del centro de París y lo más encendido de la juventud arrabalera proleta festejó a sus anchas el intento de la australiana por rescatar sonoridades de los años ochenta, personajes de cómic norteamericano de los cincuenta e iconologías de geishas tradicionales, pasadas por el turmix de la imagen electrónica.

En medio de ese diluvio, varios momentos de auténtica poesía, en particular un a capella ofrecido por la diva en pie de igualdad a sus dos coristas, jodidas pero contentas.

Kylie, caballero de las Artes

Lo de Kylie y París es un amor fusional. La australiana, que tuvo por novio al actor francés Olivier Martinez y que va vestida nada menos que por Jean-Paul Gaultier, recibió el lunes de manos de la ministra del ramo, Christine Albanel, la orden de caballero de las Artes y las Letras, por su contribución a la difusión de la cultura gala.

Tan fusional es el amor entre París y Kylie Minogue que suscita celos. Mientras el concierto de Kylie estaba previsto desde hacía meses, inesperadamente, una estrella rival, Madonna, la otra ex pin-up de Occidente vestida por Gaultier, se sintió obligada a organizar a toda prisa otro concierto en la capital. Escogió la única sala disponible: el pequeño Olympia, donde el abuelo Georges Moustaki le cedió amablemente una jornada de cartel. Precisamente, el mismo martes que Kylie.

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