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100 objetos que han cambiado nuestra vida

El diseñador André Ricard repasa en un ensayo un siglo de creaciones útiles

GUILLAUME FOURMONT

¿Se ha planteado alguna vez qué supuso la creación del BIC para su vida? Quizá nunca, porque el célebre bolígrafo ya es parte de nuestro imaginario cotidiano. El BIC sólo es uno de los muchos objetos que han cambiado las costumbres y que han significado 'un antes y un después en nuestra cotidianidad', según André Ricard, diseñador industrial. Es el autor de Hitos del diseño (Ariel), un ensayo que reúne los '100 diseños que marcaron una época', y plantea además el futuro del objeto en una época en la que todo se desmaterializa.

'Los objetos son como una prótesis para nuestra vida, son un complemento necesario para la superviviencia, para la existencia', apunta Ricard, Premio Nacional de Diseño en 1987 y profesor en Barcelona, en conversación telefónica.

Muchos utensilios siguen teniendo la misma forma desde su creación

Ricard ha dedicado su carrera no solamente a diseñar, sino también a pensar la utilidad de los objetos que dibuja. Porque él no confunde diseño con invención: 'El diseño es una idea oportuna para transformar los inconvenientes de un objeto en algo práctico. Los diseñadores no inventamos nada, sino que recomponemos'. Uno de los mejores ejemplos es la moto Vespa, creada en 1946, que no era un invento en sí, pues las motos ya existían, pero que 'permitió a mucha gente tener una y transformó nuestra manera de circular en la ciudad'.

Entre los 100 objetos que propone Ricard en su ensayo, la inmensa mayoría apareció en los años cincuenta y sesenta (15 y 20, respectivamente). Los más famosos, aún utilizados y que apenas han cambiado de diseño, son el salero (1952), el BIC (1953), el cúter (1956), la fregona (1958), el carrito para bebés (1967), la silla Plia (1968). Entre los más antiguos y que siguen iguales: el clip para unir hojas de papel (1899) y la huevera de cartón (1911). Hay un evidente descenso a partir de los años ochenta y Ricard sólo recoge dos objetos en los años 2000 que ahora terminan: la tienda Quechua (2005), que se monta en unos segundos, y un tostador visión (2009), que permite ver el grado de tueste.

El ejemplo de la tienda es ilustrativo. Todo el mundo ha fallado alguna vez en montar una complicada tienda de campaña y el nuevo diseño de Decathlon marcó un gran cambio. 'Cuando sólo se cambia el look, el diseño no alcanza su dimensión creativa', apunta Ricard. 'No te imaginas el cambio que supuso para mí la aparición [en 1971] de la máquina de afeitar Gilette. No se inventó nada, pero afeitarse dejó de ser un suplicio', bromea.

El diseñador avisa de la desaparición de los objetos, con menos diseño

Para Ricard, esta evolución muestra algo importante: 'El siglo XX fue el testigo de prodigios tecnológicos. Pero vamos ahora hacia la desaparición de los objetos'. 'Todo está casi hecho y vivimos en un mundo más automatizado, en el que interviene cada vez menos la mano humana', explica.

De la boca de un diseñador, es difícil creer en tal diagnóstico, pero Ricard lo tiene claro: 'En un congreso en Venecia en 1961, un diseñador ya avisó de la desaparición de los objetos y, claro, nadie le creía. Pero en la actualidad, sólo hace falta mirar a su alrededor: los objetos se parecen todos a cajas, con pantallas táctiles o que se utilizan con un sólo botón'. Ricard piensa en los teléfonos móviles, los lectores MP3, las lavadoras, los televisores, que para él, 'son todos iguales'.

Frente a este 'peligro' que amenaza el trabajo de los diseñadores, Ricard destaca la labor de empresas como Ikea. 'Lo que está bien diseñado es la propia empresa', dice, 'porque ha entendido la necesidad de la familia actual. Se puede probar todo y el usuario no es sólo el cliente, porque interviene en la creación del objeto'. Pero desde un punto de vista técnico, Ricard rechaza el diseño de Ikea, aunque 'la empresa es ejemplar. Hay un antes y un después'.

De todo ello versa el libro Hitos del diseño: objetos y filosofía de diseño que marcaron su época y que revolucionaron nuestra vida cotidiana. Ricard asegura que siempre está atento 'a aquello que desmarca' y piensa en el Mini que ha tenido, aunque el coche no aparezca en su obra.

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