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Alien: un paseo por el arte extraterrestre de H. R. Giger

El universo de Giger, donde se conjuga el sexo, la muerte, la mecánica, la biología y todo tipo de simbolismos cibergóticos, resultó ser el mejor ambiente donde el alien podía crecer.

JESÚS ROCAMORA

¿Quieres opio?, fue lo primero que le preguntó H. R. Giger al guionista e ideológo de Alien, el octavo pasajero, Dan O’Bannon, cuando fueron presentados en 1977.
–¿Por qué lo tomas? –le preguntó O’Bannon.
–Me asustan mis visiones.
–Sólo están en tu cabeza.
–Eso es lo que me da miedo.

Sirva esta recreación para hacerse una idea de lo que todo el equipo de Alien sintió al ver a Giger, un suizo pálido e inquietante (entonces, de 27 años y hoy, de 67) vestido de negro absoluto y que acostumbraba a hablar en susurros. Sus extraños diseños, publicados en 1977 en un libro titulado Necronomicon, habían encantado al casi novato Ridley Scott. El director sabía que si conseguía que Giger se involucrara en Alien, la película dejaría de ser de serie B, y se convertiría en un clásico del terror y la ciencia ficción. Su alien no podía ser un hombre disfrazado.

Siguiendo con la recreación, a pesar de los rumores que manejaban actores y técnicos, Giger no guardaba el esqueleto de una novia suicida. Aunque sí que debería trabajar con huesos secos y plastilina, encaramado a una escalera, para dar vida a varias versiones del elegante y amenazador extraterrestre de la película, así como su entorno, un paisaje de pesadilla en el que utilizó algunas ideas que ya barajó para la inacabada versión de Dune, de Alejandro Jodorowski.

El universo de Giger, donde se conjuga el sexo, la muerte, la mecánica, la biología y todo tipo de simbolismos cibergóticos, resultó ser el mejor ambiente donde el alien podía crecer.

Un Oscar para su bicho

Dueño de su propio museo, el Musée HR Giger en el castillo de Saint Germain de Gruyères, Giger lleva exponiendo en salas desde 1967, por lo que no es de extrañar que su trabajo, reconocido en Hollywood con el único Oscar que recibió Alien, sea también objeto de una muestra en nuestro país. Bajo el título HR Giger: escultura, gráfica y diseño, la exposición alojada en la Universidad Politécnica de Valencia hasta el 5 de diciembre reúne 50 obras, entre las que destaca, claro, la cabeza del bicharraco.

“Me la ofreció él mismo cuando le hablamos de hacer la exposición”, recuerda el comisario, Carlos Arenas, que tuvo la idea de dedicar al suizo una muestra hace un par de años, tras leer en la universidad su tesis sobre Giger. “En un principio no estaba demasiado convencido de que una universidad fuera el sitio adecuado, pero una vez que aceptó, nos ofreció muchas de las piezas de su museo”. Los fetichistas del alienígena encontraran además otras delicatessen, como los dibujos conceptuales para Alien 3, que ocupan toda una pared de la sala.

Más o menos dos tercios de lo que se muestra proceden de su castillo, el resto pertenece a coleccionistas privados. Por cierto, ¿el Gobierno suizo nunca compró ninguna? “Alguna institución tiene algo de su obra, pero está muy infravalorado. Como otros genios, ha sido malcomprendido en su época”, dice Arenas.

Psicodelia y biomecanoides

Como su nombre indica, la exposición quiere mostrar todos los ángulos de un artista total, de culto, pero que ha cultivado la escultura, el diseño, la pintura, la arquitectura y hasta el diseño de portadas de discos. Entre otras cosas ajenas a  Alien, se exponen sus primeros trabajos, la serie de dibujos y esculturas Niños Atómicos (1964), los dibujos dedicados a clásicos como El fantasma de la Ópera (1967), esos Paisajes psicodélicos (1971) a los que le inducía el opio, además de biomecanoides, carteles, esculturas y pinturas originales de aerógrafo y, atención, viciosillos, la silla Harkonnen de Dune.

Heredero de artistas que se basan en el terror como forma de expresión, como Francis Bacon o Alfred Kubin, “si hubiera un artista al que Giger pondría en un altar sería Dalí”, dice Arenas. Una curiosidad: el genio de los relojes blandos le tenía pavor a las langostas. Giger, a los gusanos. Y a volar en avión.

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