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Lecciones de independencia

Jesús Franco, al que ahora la Cinemateca Francesa dedica un ciclo, repasa los pilares de su cine lejos de lo convencional

SARA BRITO

Llámenlo como quieran: Jesús Franco, Jess Franco, Jess Frank, A.M. Frank, Manfred Gregor... y así hasta más de veinte seudónimos. Hablemos de sus múltiples facetas: director, guionista, productor, montador, actor, músico... O de todos los géneros que ha tocado y reinventado sin miedo ni pudor: terror, erótico, porno, policíaco, fantástico... Todo eso es Jesús Franco Manera (Madrid, 1936), el más independiente, incorruptible y libre de los cineastas españoles. El que se define como 'un músico de jazz haciendo cine', el que se toma menos en serio a sí mismo y a las pompas que rodean al mundillo del séptimo arte. 'Yo duermo como dios porque no me siento traidor a nada. Para mí lo importante de hacer cine es hacerlo, desde el guión al montaje, de la música a la producción', dice entre frágil y enérgico.

Ha seguido al pie de la letra aquel consejo que le dio otro cineasta de su quinta, Luis García Berlanga, cuando empezaban: 'Para hacer cine sólo hace falta una cámara y libertad'.

La Cinemateca Francesa le dedica, desde el próximo miércoles y hasta el 31 de julio, un extenso ciclo donde repasa 65 de sus más de 200 películas realizadas desde que debutó en 1959 con su primer largometraje, Tenemos 18 años. En el Pequeño Cine Estudio de Madrid, Franco habló con Público e impartió, sin pretenderlo, unas cuantas lecciones de un cine sin complejos ni ataduras.

'En ninguna de mis más de 200 películas he recibido subvención, ni ninguna ayuda del Estado. El cine puede ser barato, sobre todo ahora con el digital. Ahora tengo un nivel de producción muy modesto, unas dos películas al año. Menos que en mis años de furor, en que hacía unas cinco. En cada película hago una base que consiste en saber qué y cuánto necesito para hacer una película y no morir en el empeño. Mis películas son baratas y no suponen demasiado riesgo para mis productores, One Shot Productions, una compañía estadounidense que se dedica a la distribución en DVD. No es que quiera encerrarme en un gueto, pero quiero ser libre'.

Le pasó con el Necronomicón (1967): 'Una película rara y poco comercial donde está esa búsqueda de llegar a los límites de lo prohibido y no decir aquí me quedo. Estando ahí, hay que romper con todo, dejarse llevar por la vorágine. He hecho a Sade en cine (Sinfonía erótica, Justine) y un Sade sin remilgos, de una manera descarnada. Ya está bien de ñoñerías y de bobadas. Hay que contar las cosas con valentía y corazón'.

'Ahora hago, incluso más que antes, aquellas cosas que no me dejaron hacer. Luis Buñuel me dijo, cuando hizo El fantasma de la libertad, que era una de las muchas historias que tenía guardadas en un cajón y que no había sacado porque no le hubieran dejado hacerla antes. Yo ahora estoy haciendo eso, sin prisas. Estoy terminando La cripta de las mujeres malditas, basada en una historia de Daniel Hawthorne'.

'No va a suceder que me reconozcan y que pueda producir en España porque no le interesa a nadie. Podría ocurrir si mis películas fueran muy malas para hacer de mi un Ed Wood.
Alguna vez me lo han insinuado y yo he dicho que entre Ed Wood y yo hay una diferencia muy grande: él era un gilipollas y yo, no. Así, sí podría entrar en el juego. Pero yo no quiero jugar a nada, sólo quiero hacer películas porque amo el cine'.

Terror: ‘El necronomicón'
Con este clásico de 1967 -que fue la primera producción que hizo Jesús Franco fuera de España y que fue programada en el Festival de Berlín-, el director dinamitó unas cuantas convenciones del cine y no sólo del de género. Sexo, fantasías y una estructura onírica, marcó el arranque de un cine que se cargaba las normas de la narrativa cinematográfica. También marcó el arranque de su etapa más prolífica. Es la cinta elegida para abrir el ciclo de la Cinemateca Francesa.

‘Vampyros lesbos'
Ésta película de 1970 es una de las más características de los años setenta, período en que Franco se dedicó a versionar ampliamente clásicos del cine de terror desde su particular perspectiva libérrima, de estética, a veces, tan cercana a lo cutre: Drácula contra Frankenstein o El conde Drácula (donde contó con Christopher Lee).

Erótico: ‘Sinfonía erótica'
Aunque en su cine de terror el erotismo está presente, son sus versiones de textos de Sade, que interpreta libremente en ésta Sinfonía erótica, de 1979 o Justine, de 1969. En los ochenta, Franco se lanzó a la piscina del cine porno.

Policíaco: ‘Rififí en la ciudad'
De 1963, es uno de los primeros acercamientos de Franco al cine policíaco, un género del que se ha valido extensamente en sus adaptaciones literarias.

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