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Esta bala es para ti

Llega ‘Tropa de élite’, el crudo retrato de una sociedad brasileña violenta, desigual y corrupta, que apunta a los prejuicios del público.

BERNARDO GUTIÉRREZ

Avenida Río Branco. Centro de Río de Janeiro. Septiembre de 2007. Un grito sobrevuela las decenas de puestos de los camelós (vendedores ilegales, en Brasil): ¡Tropa de élite! ¡Cómprala antes de que la policía la prohiba!'. Unos días antes, había confiscado miles de copias piratas de una película semi desconocida pendiente de estreno.

No obstante, el operativo policial no amilanó a los topmanteros. Vendieron más. Mucho más. Tanto que, antes de que la película se estrenara, el 12 de octubre de 2007, millones de brasileños confesaron haber visto Tropa de élite. Y aún hay más: la fiebre por la cinta fue tal que los camelós acabaron por reciclar su grito de guerra: '¡Tropa de élite II! ¡Tropa de élite III! Vea la continuación...'. Y los brasileños se lanzaron en masa al consumo de las ‘continuaciones' de la película del momento.

En realidad, Tropa de élite II no es otra cosa que Notícias de uma Guerra Particular, de João Moreira Salles. Tropa de élite III es, en realidad, un vídeo sobre operaciones policiales en las favelas brasileñas. Y Tropa de élite IV se llama más bien Quase Dois Irmãos, de Lúcia Murat. Nada de sagas. Márketing topmantero que se adapta a la sed de consumo.

El denominador común de este pack de secuelas en DVD no es otro que la violencia. Violencia con mayúsculas. Tráfico de drogas. Represión policial. Asesinatos al por mayor. Tropa de élite, del director de corta trayectoria José Padilha, que retrata el trabajo del BOPE (Batallón de Operaciones Especiales de la Policía Militar), fue el revulsivo. Un pequeño catalizador. Una ventana por la que se veía la realidad más cruda, sin censuras. El prosaico día a día de las favelas brasileñas.

Quizás por eso, la anestesiada sociedad brasileña, que asimila sin inmutarse la brutalidad de la guerra civil entre traficantes, policía y paramilitares, se lanzó con fervor a la caza y captura de la película que ganaría unos meses después el Oso de Oro en Berlín. La cinta fue vista como un espejo no-deformante que reflejaba la realidad que los medios de comunicación prefieren evitar.

Pero la historia de la película, que se estrena el viernes en España, es mucho más compleja y surrealista. Recapitulemos. Empujado por el éxito de su documental Ônibus 174 (sobre el secuestro de un autobús en Río de Janeiro), el cineasta José Padilha pensó en hacer una película de no ficción sobre las polémicas operaciones del BOPE. La fuente sería el libro homónimo del antropólogo Luiz Eduardo Soares.

No obstante, Padilha se dio cuenta de que esta peliaguda historia sólo se podía contar a través de la ficción. El BOPE no iba a revelar un modus operandi que deja un reguero de muertos a diario. De hecho, la policía, según denunció el propio José Padilha, intentó anular los permisos de grabación. Incluso trató de impedir su estreno o, al menos, eso cuentan las malas lenguas de la blogosfera brasileña.

Las escenas de surrealismo mágico comenzaron durante el mismo rodaje. Bandidos de las favelas, disfrazados con trajes de la Policía Civil de Río de Janeiro, robaron 31 armas y 60 réplicas que estaban siendo utilizadas por los actores. Malos disfrazados de buenos. Policías y ladrones. El dilema expuesto en la película de Tropa de Élite manifestándose en pleno rodaje de la película.

Pero, la chispa saltó tras el paso de la película al mundo de la copia pirata. Tres funcionarios de la productora de subtítulos Drei Marc piratearon la película. Y estalló la bomba. El top manta difundió la película como la pólvora hasta en los rincones más lejanos de la Amazonia. Y de ahí, hasta Angola, Mozambique y Portugal. Y mucho más: 76.000 páginas de descargas ofreciendo ilegalmente el filme. Y millones de brasileños embriagados de violencia. La ficción colándose en la realidad. O la realidad, disfrazada de celuloide, que regresa elevada al cubo.

Hasta Sergio Cabral, gobernador de Río de Janeiro, reconoció haberla visto en un DVD pirateado. Nada más verla ordenó comprar coches nuevos a la policía. En la película (y en el mundo real) los coches de la policía son pura chatarra. Y la fiebre creció y creció. A ritmo de ametralladoras.

El argot usado en el filme se puso de moda. En los móviles empezaron a sonar las canciones de la película, temas de favela funk, que hacen apología del crimen. Incluso se llegó a acusar al equipo de Padilha de haberla pirateado a propósito.

El Oso de Oro no hizo más que reavivar la fiebre. Las cadenas SBT y Rede Record luchan para ofrecer el estreno televisivo de Tropa de élite. Incluso se rumorea que José Padilha prepara la verdadera Tropa de élite II. La periodista Mônica Bergamo, en su prestigiosa columna de la Folha de São Paulo desveló que el ex capitán del BOPE Rodrigo Pimentel, asesor del filme, ha confesado que ya se está preparando la continuación. El equipo de Padilha lo negó. Pero en un país en el que se multiplican los clones de Tropa de élite, todo es posible. Sobre todo porque son muchos los que creen haber visto ya la segunda parte de la película más conflictiva de la historia del cine brasileño.

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