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La ciudad, territorio comanche

El festival Getafe Negro dialoga sobre la gran urbe como escenario literario

PAULA CORROTO

Miedo. A un robo con navaja. A una violación. A que secuestren a tu hijo mientras juega en el parque. A una pelea de bandas. A que se desplome la bolsa, los bancos se queden sin liquidez y todos tus ahorros se vayan al carajo. A que esta vez el hombre del saco salga del cuento y venga. Porque sabes que esta vez viene de verdad.


Este es el ambiente que se respira hoy en las grandes ciudades y del cual se hablará en el festival de novela policiaca Getafe Negro (22-26 de octubre). Un escenario que, si bien siempre ha sido paisaje de la novela negra -desde el San Francisco de Dashiell Hammet al Los Ángeles de corruptelas de James Ellroy, pasando por la Barcelona de Vázquez Montalbán-, hoy se ha convertido en el paradigma de un territorio tan heterogéno que casi sin querer a dado a luz a un género literario mixto: el de la novela negra mezclada con la social. 'El género negro sigue siendo muy básico: sangre, saliva y semen. Sin embargo, el conflicto social, sobre todo en la gran ciudad, cada vez está más presente. Y es un conflicto producto del miedo', sostiene la escritora Mercedes Castro, autora de Y punto (Alfaguara). Un ejemplo de esta fusión es Out (Emecé), de la japonesa Natsuo Kirino, extraordinaria muestra de un Tokyo lleno de crímenes, sangre, violencia de género y créditos hipotecarios.


Entre chabolas y áticos
Consecuencia también de esta heterogeneidad de las grandes ciudades es el contraste que producen, y eso, para los escritores asiduos al género negro, es un caldo de cultivo excelente. De hecho, para Castro, 'uno de los grandes lujos de un urbe enorme como Madrid es que puedes desarrollar un capítulo en un poblado chabolista y el siguiente en un ático de la Castellana'. Entre yonkis, pobres, ricos, y ejecutivos cocainómanos suele andar el juego.


Desde un punto de vista menos psicológico, la gran urbe ha desarrollado en los últimos años dos espacios que, para estos autores, son claves en el género negro.
Uno de ellos son las famosas urbanizaciones. 'Me parecen terroríficas porque son como burbujas que intentan poner en orden un mundo caótico. Pero lo peor es que es una burbuja que crea un mundo irreal', cuenta Ignacio del Valle (El tiempo de los emperadores extraños, Alfaguara). El paisaje tampoco ayuda: Largas avenidas sin pequeños comercios ni lugares de ocio -solamente bancos para pagar la hipoteca e imponentes moles comerciales- cuyos habitantes no caminan, solo conducen sus coches. Dos novelas negras recientes han retratado bien estos lugares: Serpientes en el paraíso, de Alicia Giménez Bartlett, y Retrato con muerto, de Raúl Argemí.


La salvaje periferia
Otro paisaje que ha cobrado relevancia en este género es el extrarradio. Para Pedro de Paz (El documento Saldaña, Planeta) la razón es que las ciudades situadas en el cinturón de las grandes capitales ya han dejado de ser esas urbes dormitorio sin vida. '¡No hay más que ver lo del sheriff de Coslada! Aunque eso no solo daría para una novela negra, sino del Oeste', redunda Mercedes Castro. En este sentido, uno de los personajes más exitosos de los últimos tiempos, el comisario Kurt Wallander (creado por Henning Mankell), opera en una ciudad como Ystad.


¿Qué ha pasado con el ámbito rural? 'Para mí sigue siendo mucho más terrorífico, porque es un entorno cerrado. Lo que ocurre es que la ciudad también se puede entender como un coto cerrado. Al final te mueves por el mismo barrio', apostilla Eugenia Rico (Aunque seamos malditas, Suma). 'Y si es Madrid, ya ni te cuento, porque esto parece un pueblo', cierra Mercedes Castro.

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