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Saviano: "Mi fin sería perder la palabra"

El autor de 'Gomorra' afirma en el Festival de Cine de Sevilla que sobrevive al 'infierno' de la amenaza mafiosa reivindicándose como escritor libre

ÁNGEL MUNÁRRIZ

Hay un motivo por el que  el escritor y periodista Roberto Saviano (Nápoles, 1979) continúa dando la cara pese a que sobre su cabeza pesa la amenaza de la vendetta camorrista. Un motivo por el que afronta, el ceño torcido por los flashes de las cámaras, las manos cubriendo los ojos antes de contestar cada pregunta, el ritual de seguir reivindicando su obra, Gomorra, pese a que el precio ha sido su propia libertad. La razón es que teme más al ostracismo y al silencio que a los kalashnikov de los propios clanes criminales de Nápoles y Caserta, que no le perdonan haber puesto nombres y apellidos al relato del funcionamiento de la Camorra.

'Perder la palabra sería mi fin. Escribir es resistir. Mientras siga escribiendo, lograré vivir', declaró este viernes en la presentación del Festival de Cine Europeo de Sevilla, que abrió su sección oficial con la proyección de la película Gomorra, basada en su libro y en la que los nombres reales de los personajes son sustituidos por otros ficticios.

Tan evidente era su gesto de pesar durante su comparecencia, el aire de ausencia que desprendía, que la cuestión de su talante taciturno terminó colándose en una rueda de prensa celebrada en medio de inusuales medidas de seguridad, cacheo a los periodistas incluido. Saviano no ocultó que arrastra el peso de la soledad, la privación de una verdadera vida social, que alcanza su cima cuando, por ejemplo, se ve obligado a dormir en un cuartel siempre que pasa la noche en su Nápoles natal, porque nadie está dispuesto a pagar el precio de señalarse ante los clanes alquilándole un piso.

'Vivo blindado. Mi tristeza viene de mi incapacidad para relacionarme con mi propia situación. Vivir así es un infierno, sí. Pero, como dice otro amigo mío que también vive con escolta, estar triste es estar vivo. Sigo escribiendo. Escribir es mi existencia'. Y añade: 'Si ha valido la pena, no lo sé. Siempre me lo pregunto, pero supongo que sí, que en principio sí ha valido la pena'.

Llamada a la unidad

En cuanto a la condena a muerte dictada por la Camorra contra él, revelada a la Policía italiana por Francesco Schiavone (alias Sandokán), boss del clan de los Casalesi, el autor de Gomorra se mostró resuelto a evitar que su vida gire en torno a la paranoia, al igual que evitó presentarse a sí mismo como protagonista de una odisea maniqueísta en la que se dirime el bien supremo de la libertad de expresión.

'Esto no es un problema mío, ni del sur de Italia, es de todos', subrayó, haciendo un llamamiento a la 'unidad internacional', pronunciado significativamente en España, un país que, según ha denunciado reiteradamente el escritor, vive una lenta pero imparable penetración de clanes del sur de Italia. Ni siquiera el reciente hallazgo de 50 kilos de explosivos, que supuestamente podrían servir para atentar contra él, le hizo clamar al cielo. “Esto no cambia las cosas”, dijo.

La potencia escénica que aporta Saviano provocó que los corsés que a toda costa quiso colocar la organización en el funcionamiento de la rueda de prensa terminaran cediendo. No obstante, sí fue obligatorio que una parte de la presentación girase en torno a la película, Gomorra, dirigida por Mateo Garrone. Ahí fue el productor de la cinta, Domenico Procacci, el único que se saltó el guión de máximo escepticismo sobre las posibilidades de la misma de contribuir en algo a luchar desde el arte contra la mafia. 'Yo creo que todo esto sí está cambiando algo', afirmó.

El camino duro

Ni Garrone ni Saviano se mostraron tan optimistas. 'Si yo quisiera cambiar las cosas, habría elegido otro camino, la política, por ejemplo', dijo el director. Saviano se limitó a señalar que el arte, a su juicio, obedece a los dos motivos que lo llevaron a decidirse por una profesión que nunca sospechó que lo obligaría a vivir casi de incógnito: 'Escribir tiene un doble objetivo: contar el infierno y ser fiel a la belleza'.

Porque, a pesar del precio que ha pagado, Saviano aún tiene palabras evocadoras de la belleza de Nápoles, pese a que hay un sector de los propios napolitanos que recrimina al escritor la imagen decadente que proyecta de la ciudad. Para ellos parecieron ir dirigidas sus últimas palabras. 'Nunca tuve la intención de contar Nápoles al mundo, sino de contar el mundo desde Nápoles. En realidad es un privilegio ser de allí, porque allí se ve el poder político y militar que rige el mundo, con toda su violencia'. Saviano sólo quería, recordó, ser escritor.

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