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Hollywood cierra el grifo

Crisis. El cierre de las filiales independientes de las grandes productoras pone en guardia al cine más arriesgado

CARLOS PRIETO

Danny Boyle es un hombre afortunado. Su película Slumdog Millionaire arrasó el pasado domingo en los Oscar, en una ceremonia que podía haber visto por la tele sin nada en juego. En efecto, en mayo de 2008 cerró la compañía encargada de producir el filme, Warner Independent, filial independiente de la major estadounidense. Tras el cierre, el filme de Boyle estuvo a punto de estrenarse directamente en DVD y de no poder competir en los Oscar. Finalmente, el filme de Boyle fue salvado de la quema por Fox Searchlight.

'Al principio pasaron cosas que indicaron que el proyecto terminaría en desastre y que después nos beneficiaron. En India lo explican como un designio del destino', ha dicho Boyle. La realidad, no obstante, indica que lo que está ocurriendo en Hollywood, el cierre de las filiales independientes de las majors, tiene poco que ver con el destino y mucho con el solapamiento de dos crisis: la económica y la del cambio en los modos de consumo y explotación.

Todo empezó a gestarse en la gala de los Oscar del año pasado. Justo en el momento en que Javier Bardem y los hermanos Coen recogían sus Oscar y, paradójicamente, parecía que las cosas no podían ir mejor para el cine independiente. No es país para viejos se llevó el Oscar a la mejor película batiendo a Pozos de ambición (Paul Thomas Anderson, 2007), que se tuvo que conformar con, entre otras, la estatuilla al mejor actor para Daniel Day-Lewis. Ambas películas habían sido coproducidas por Paramount Vantage, división independiente de Paramount. Surgida, como muchas otras filiales, al calor de la explosión del cine independiente en los noventa, cuando los grandes estudios buscaban desesperadamente al nuevo Quentin Tarantino, Paramount Vantage se creó con el objeto de financiar películas de autor que pudieran triunfar entre el gran público, filosofía plasmada en proyectos como Las vírgenes suicidas (Sofía Coppola, 1999) o Bloody Sunday (Paul Greengrass, 2002).

Pese al éxito, ni No es país para viejos ni Pozos de ambición dieron beneficios a la compañía. Entre otras cosas porque los productores se fundieron 45 millones de dólares sólo en la promoción de Pozos de ambición, filme que recaudó 40 millones en EEUU y cuyo rodaje costó 25 millones. Llovía sobre mojado: en los últimos años sólo Babel (Alejandro González Iñárritu, 2006) había dejado beneficios en las arcas de Vantage.

Así que, pese a arrasar en los Oscar, Paramount decidió desmantelar su semi autónoma división independiente, aunque mantuvo la marca para continuar produciendo filmes bajo ese nombre. Y no fueron los únicos. Time Warner redujo a la mínima expresión a New Line que había financiado títulos emblemáticos del indie como Boogie Nights (PaulThomas Anderson, 1997) o A propósito de Schmidt (Alexander Payne, 2002) y cerró Picturehouse.

Para comprender la importancia de estos cierres es necesario recordar la historia de los cineastas surgidos al mismo tiempo que estas filiales: los nacidos después de 1960, que debutaron tras el estreno del gran hito independiente de los noventa: Reservoir Dogs (Quentin Tarantino, 1992). Hablamos de los miembros de la, llamémosla, Generación del 99.

Y es que, 1999 fue un gran año para el cine estadounidense. Ese año se estrenaron Magnolia (Paul Thomas Anderson), El club de la lucha (David Fincher), Election (Alexander Payne) y Cómo ser John Malkovich (Spike Jonze). Es decir, que asistimos a la puesta de largo de una nueva hornada de cineastas P.T.Anderson (1970), Wes Anderson (1969), David Fincher (1962), Alexander Payne (1961) o Spike Jonze (1969) destinados a ocupar el espacio dejado por la anterior gran generación: la formada por Martin Scorsese (1942), Francis Ford Coppola (1939) o George Lucas (1944). Es decir, los protagonistas de la última edad dorada de Hollywood, los hombres que lograron que la industria se plegara a sus exigencias artísticas en los setenta.

En efecto, la Generación del 99 aspiraba también a compaginar ambiciones artísticas y rendimiento comercial. Eran la gran esperanza de Hollywood, los responsables de que la industria produjera algo más que blockbusters, los héroes, en definitiva, del cine adulto.

Y cumplieron su cometido. La Generación del 99 parió algunos de los filmes más audaces del Hollywood del siglo XXI, recibió el beneplácito de la crítica y fue jaleada por el sector menos conformista. Y el cine indie creció y creció: el comité de selección del festival de Sundance visionó 5.000 películas el pasado invierno. Nada menos que diez veces más que hace una década.

'Hollywood no se limitó a echar sus redes en el indie, sino que se dejó impregnar por su sensibilidad. Detrás de las superproducciones de superhéroes están Sam Raimi, Christopher Nolan o Peter Berg.Todos vienen del cine independiente. En efecto, el indie de ayer es el establishment del mañana', cuenta el crítico John Patterson. 'Nombres como los Coen, Tarantino, P.T. Anderson o Michael Moore han tenido un impacto enorme en la cultura del cine estadounidense y en su industria', añade Geoff Gilmore, director de Sundance hasta hace unos días.

Sí, pero, ¿seguirán influenciando ahora que no sobra el dinero? Según el productor independiente Ted Hope (21 gramos) no hay razones para ponerse apocalíptico: 'No hay una crisis del cine indie. El país y la economía están en crisis. El negocio también, pero para nosotros es bueno que esté cambiando'. Quizás porque, como explicaba Gilmore en un artículo publicado en Indiewire, crisis y cine independiente van de la mano: 'La historia del cine indie es la historia del cambio permanente'.

Pero hay mucho en juego. P.T. Anderson se ganó el derecho a decidir el montaje final de sus filmes antes de cumplir 30 años, algo que Scorsese tardo en alcanzar veinticinco años. 'Sí, no es normal', afirmó durante la promoción de Magnolia. 'Pero la idea es que cuando lo logras es para siempre'. ¿Se tendrá que tragar sus palabras? B

¿Eran las filiales independientes un negocio altruista? Por supuesto que no. De hecho, no deberían llamarse independientes. No olvidemos que Warner Independent era un división de Warner Brothers, que a su vez es una división del conglomerado de medios de comunicación Time Warner. Por su parte, Paramount Vantage era una división de Paramount Pictures, propiedad de la corporación Viacom. Vamos, que de independiente tenían muy poco, aunque eso no significa que los filmes que financiaban fueran malos.

¿Producían al menos cine underground? Muchos de los éxitos ‘independientes’ de los últimos diez años fueron financiados en realidad por los grandes estudios de Hollywood a través de sus filiales independientes. En opinión del crítico Roberto Piorno, los grandes estudios han utilizado esta estrategia para ahorrarse unos cuantos duros. En efecto, si la película es considerada ‘indie’ vale menos dinero hacerla. Así, los grandes estudios colocarían la etiqueta independiente a productos que, en otros tiempos, hubieran sido financiados directamente por las ‘majors’.

¿Las echaremos de menos? Con todos sus límites, el modelo ha propiciado algunas de las mejores películas estadounidenses de la década, aunque, eso sí, la taquilla de EEUU sigue dominada por ‘remakes’, sagas y adaptaciones de series de televisión. Parece claro que los cineastas del 99 cada vez tendrán más problemas para financiar sus películas. ¿Se verán obligados a involucrase en proyectos más modestos? ¿Se acabarán plegando a los intereses comerciales de la industria? ¿Toca ponerse a rezar?

Vuelve el hombre. Quentin Tarantino ultima estos días el montaje de su filme sobre la II Guerra Mundial, ‘Inglorious Basterds’, para que esté listo para el Festival de Cannes. El filme se estrenará en todo el mundo el 21 de agosto. La producción corre a cargo de los hermanos Weinstein, que llevan financiando la carrera de Tarantino desde su debut con ‘Reservoir Dogs’; primero a través de Miramax y ahora mediante The Weinstein Company. No obstante, como la cosa no está para asumir excesivos riesgos, los Weinstein han firmado un acuerdo con Universal Pictures para compartir los gastos de ‘Inglorious Basterds’. No es la primera vez, claro, que se cofinancia un filme, pero la práctica se ha extendido últimamente.

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