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La mirada de Soderbergh sobre el Che regresa a la cartelera

Revolución, risas y feminismo se esconden entre los estrenos de la semana

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CHE GUERRILLA

Steven Soderbergh tuvo claro que necesitaba varias horas para aproximarse a la figura del Che Guevara. Menos de dos horas simplificaba una historia que, cronológicamente, abarca desde el viaje con Fidel Castro a Cuba en 1956 hasta la muerte del Che en 1967 e, históricamente, contempla la Revolución cubana y los años guerrilleros en Bolivia en el intento de iniciar la gran revolución latinoamericana. Guerrilla es la segunda entrega de este díptico guevarista. En la primera entrega, Che: El Argentino, dejamos a Ernesto Guevara en la cumbre de su fama, después del éxito de la revolución en Cuba. Che Guerrilla lo retoma en el momento en que este hombre, convertido en referencia mundial, decide desaparecer del mapa. Mientras periodistas, políticos y familia se preguntan dónde está, el Che reaparece en la selva boliviana, donde está organizando grupos de guerrilleros a fin de extender el triunfo cubano. La reticencia de los campesinos bolivianos hacia esos guerrilleros extranjeros, la falta de apoyo por parte del Partido Comunista boliviano, el propio aislamiento en una selva inhóspita, el asma del Che, lo reducido de un grupo cada vez más diezmado física y moralmente... son algunos de los aspectos que repasa ‘Guerrilla', a partir del Diario boliviano de Guevara, en el que se ha inspirado el guionista Peter Buchman.

Más que una continuación de Che: El Argentino, la siguiente entrega de Soderbergh funciona como la segunda unidad de un díptico: dispone de identidad propia y, al mismo tiempo, representa un contrapunto a la primera entrega para conformar, con ambos episodios, las dos caras de una misma lucha: tras la épica triunfal, la cotidianeidad de una nueva lucha guerrillera finalmente frustrada.

Desligada del aliento épico y alejada de la beatificación santurrona que del joven Che llevó a cabo Walter Salles en Diarios de Motocicleta, Guerrilla se adentra en la selva boliviana, no tanto para censar las posibles causas que llevaron al fin del sueño revolucionario en Bolivia y al asesinato del Che, sino, más bien, para retratar el día a día de la vida guerrillera. Soderbergh evita el típico biopic glorificador a partir de una mirada distanciada hacia los pequeños detalles, que acaba situando Guerrilla entre dos aguas: más digna y con menos concesiones que la biografía hollywoodiense al uso, aunque tampoco parece haberse atrevido a llegar al fondo, ni en la radiografía del protagonista, ni en su propia apuesta cinematográfica. Lo que provoca es la peor de las reacciones: Guerrilla despierta, más que furia revolucionaria, cierto apolítico desinterés. 

HÁBLAME DE LA LLUVIA

Una feminista militante metida en política, el hijo de la criada argelina de su hermana y un director de cine en declive son los vasos comunicantes de una historia tentacular que le sirve a la realizadora, guionista y actriz Agnès Jaoui como perfecta excusa para retratar las contradicciones del ser humano y su existencia cobarde, hipócrita e irremediablemente anodina. A partir de ese triángulo escaleno de personajes y del mosaico colectivo al que va dando poco a poco pie, Jaoui elabora un fresco costumbrista sobre las relaciones personales en nuestro tiempo, construye su propia teoría sobre el victimismo como coartada social y, de paso, nos recuerda, como si quisiera ponernos un espejo delante, lo mal que acostumbramos a disfrazar nuestras miserias y debilidades. 

No es esta una película muy distinta de los otros dos títulos de Jaoui: Para todos los gustos y Como una imagen. Cuando la directora aborda el universo de las relaciones, suele obtener un cine de silencios y miradas, de diálogos llenos de humor e inteligencia. Pero ha perdido ferocidad, su mirada se ha vuelto amable y, esta vez, deja el regusto de lo ya visto. 

LA PANTERA ROSA 2

Steve Martin repite como el inspector Jacques Clouseau, tras dar el taquillazo con la primera parte, rodada en 2006. El planteamiento es sencillo, pero también insulso: el diamante Pantera Rosa ha sido robado y el inspector jefe Dreyfus -esta vez interpretado por John Cleese- termina por recurrir al torpe Clouseau. Esta vez, estará acompañado de un ‘dream team' de investigadores formado por los personajes de Andy Garcia, Aishwarya Rai, Alfred Molina y Yuki Matsuzaki. Junto al soseras Ponton (Jean Reno) y Emily Mortimer, eterna enamorada de Clouseau, el equipo debe dar caza al ladrón entre París y Roma. Hay momentos de risotada, pero se confunden entre gags predecibles, vulgaridad y cierta vergüenza ajena. Tanto, que al final uno tiene la sensación de que lo mejor de la película era la animación de los títulos de crédito.  

Martin se esfuerza y ofrece un buen trabajo mímico como el patoso y zoquete Clouseau, a pesar de que sus dotes naturales para la comedia sean más que discutibles. Brinda los mismos tropiezos, caídas y situaciones ridículas de la primera entrega, pero repetir fórmula no siempre es sinónimo de éxito. Su virtud: ofrece cine sin pretensiones, para todos los públicos, en una cartelera marcada por los Oscar.

¡ME HA CAÍDO EL MUERTO!

Mezcla de Ghost -J. Zucker, 1990- y de El sexto sentido -Shyamalan, 1990-, la película persiste en esa manía hollywoodiense de hablarnos del purgatorio terrenal, ese lugar que hasta el propio Ratzinger ha afirmado que ya no existe y en el que los muertos vagan dando la lata a algún pringadete para tener los papeles en regla. La película aguanta lo que aguanta Ricky Gervais, guionista, productor y actor de la serie británica The Office, en su papel de avinagrado dentista espíritu-vidente, porque en seguida el humor negro es metido en cal viva y aniquilado por una tonalidad pastel(osa). A la que se enamora de uno de sus encarguitos (Tea Léoni, estajanovista del mercado ‘directo al dvd'), y su existencia cambia, pierde la poca gracia que tenía y se vuelve tan previsible como cualquier otra comedia estadounidense.

¿Cómo puede alguien dirigir El efecto dominó -1996- y acabar por hacer esta comedia sin sustancia? David Koepp iba para estrella. Algunos veían en él al sucesor de David Mamet. Fue el guionista de Malas influencias -C. Hanson, 1990- o Atrapado por su pasado -B. De Palma, 1993-. Pero parece que, después de coger el dinero de Spielberg (Indy IV) y correr, se le ha secado el talento.

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