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Soseki despierta

El lector español descubre al padre de la novela japonesa 100 años después. Tras el éxito rotundo el pasado año de ‘Botchan’, ahora llegan ‘Kokoro’ y ‘Sanshiro’, dos obras que recog

PEIO H. RIAÑO

'Echó una cabezada y, cuando abrió los ojos, la mujer seguí allí'. La primera frase de Sanshiro es tan eléctrica que es inevitable no relacionarla con Augusto Monterroso y su dinosaurio ('Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí'). Sin embargo, 50 años antes de que el padre del microrrelato pensara en la fórmula narrativa más breve y sugerente, Natsume Soseki había escrito una de sus mejores novelas de la tradición literaria que arrancaba con él.

Al margen de casualidades y otras traducciones, se podría parodiar la rareza editorial por la que ha pasado el autor japonés en nuestras librerías con un 'cuando despertó Soseki, el lector español estaba allí'. Podríamos enunciar otro microrrelato tan impactante como esa obra magna de la literatura oral de este país 'Ni está ni se le espera', creada por Sabino Fernández Campo, para describir la presencia del padre de la novela japonesa entre las ofertas de los lectores de aquí hasta hace un año escaso.

Pero todo cambió en 2008 con la edición de Botchan (rescatado por Impedimenta) y a estas alturas, cuando todavía no se ha cumplido ni un año de su aparición en el mercado, ya se han tirado siete ediciones y vendido 11.000 ejemplares del libro, el Gremio de Libreros de Barcelona y Catalunya lo seleccionó como la mejor novela publicada el pasado año, y otras editoriales se suben a la ola con formato bolsillo, como Gredos con Kokoro (1914), y nuevos títulos como el mencionado Sanshiro (Impedimenta, de nuevo).

'Hay una corriente literaria oriental de moda, con Murakami y Banana Yoshimoto, a la que había que ponerle un padre. Soseki tiene mucho humor, muy japonés, pero muy accesible a todos los públicos', reconoce entusiasmada Natalia Zarco, de la Librería Galatea de Cambrils, que estuvo en el jurado del Premio Llibreter 2008 de los libreros catalanes. Botchan se lee fácilmente, porque tiene la magia capaz de hacer cómplice a un lector occidental', suele recomendar Natalia con estas palabras a sus clientes las peripecias del protagonista.

Soseki (1867-1916) entendió que las nuevas generaciones necesitaban otras realidades. La apertura cultural a nuevos patrones de conducta exigía la ruptura con las costumbres del pasado y se produjo de manera fulgurante. El escritor vivió la gran transformación del pueblo japonés ya de estudiante: 'A menos que desechemos totalmente todo lo viejo y adoptemos lo nuevo, será difícil que alcancemos igualdad con los países de Occidente. Aunque hacerlo así, va a debilitar el espíritu vital que hemos heredado de nuestros antepasados y nos podrá dejar inválidos', escribió en 1892 sobre el dilema de lo occidental contra lo japonés.

Allá cuando Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Nicolás Salmerón, entre otros, pergeñaban un proyecto pedagógico para sacar a España del ánimo pacato de una sociedad lastrada por la moral católica, la Restauración Meiji había puesto punto final a la política de aislamiento que durante 250 años había tenido al país cerrado a todo contacto con el extranjero.

Si la Institución Libre de Enseñanza en nuestro país supuso un fenómeno extraordinario, el golpe de estado protagonizado por la clase de los samuráis logró la llegada a la clase política de un nuevo gobierno con valores intelectuales.

Japón debía prescindir de lo tradicional y asiático, y perseguir lo moderno y lo occidental. Los protagonistas de las obras de Soseki sufrirán en sus carnes las secuelas de esta renuncia. Pero no es hasta las primeras décadas del siglo XX cuando surge la composición de las novelas entendidas como tal. Antes, la prosa creativa era inexistente, apenas media docena de novelistas activos.

A Futabatei Shimei le corresponde el honor de haber escrito 'la primera novela japonesa moderna': Ukigumo (Nubes a la deriva), que atacó directamente las frivolidades de la prosa ligera y costumbrista gesaku. Futabatei logró el giro a la prosa narrativa que Soseki necesitaba para hacerla madurar. Con Soseki, los lectores japoneses de principios de siglo XX entendieron una nueva conciencia del yo, del individuo, del personaje por encima del argumento. El individualismo trajo la finura psicológica de sus personajes y una capacidad expresiva propia de la tradición japonesa.

Con la nueva generación de escritores, se inventó un lenguaje literario, de inspiración occidental. Unos y otros, lectores y autores, descubrieron las posibilidades del amor romántico, la lírica de las descripciones de las emociones desatadas al amparo de las penas y alegrías del amor. Pero no todo corría tanto en literatura. Los cambios eran más lentos. 'Y no debe extrañar, pues había que saber mucho más de Occidente para escribir una buena novela psicológica que para conducir un tren', escribe el profesor y especialista Carlos Rubio en el prólogo de Kokoro, al hilo de las trepidantes innovaciones de los primeros años del Japón Meiji sobre el ferrocarril
y el telégrafo.

Esos cambios no afectaron al lenguaje que los escritores utilizaron en sus novelas. La fuerte tradición literaria poética de Japón hizo que la primacía de lo lírico y lo breve sobre lo narrativo dibujase novelas que reflejaban con absoluta facilidad el lenguaje hablado. De ahí que Rubio afirme que el énfasis en la palabra hablada de la prosa literaria japonesa destaque más la atmósfera y la belleza, y menos la línea argumental. Al contrario que en la prosa narrativa occidental.

Natsume Soseki (pseudónimo de Natsume Kinnosuke), poeta, ensayista y autor de novelas, es autor clásico en Japón y moderno en Occidente, despierta entre traducciones que respetan su sentido del humor y el desarraigo que padeció por vivir entre dos culturas intocables, pero condenadas a gustarse: 'Cuando estaba en Inglaterra, una vez se rieron de mí porque invité a alguien a contemplar cómo caía la nieve'.

Una educación a la medida
“La actitud de Soseki hacia Occidente y hacia lo occidental está llena de sorprendentes y fascinantes matices”, escribe Andrés Ibáñez en el prólogo de ‘Botchan’. Soseki se mostró muy interesado por aprender inglés y literatura inglesa. Lo hizo en la Universidad Imperial de Tokyo, donde leyó autores como Herbert Spencer y John Stuart Mill. Además, en 1900, viaja a Inglaterra, donde vivirá tres intensos años becado por el Gobierno para ampliar sus estudios de literatura inglesa.

Engañado, a pesar de todo
Sin embargo, su actitud hacia Inglaterra y hacia occidente aparece siempre marcada por la desconfianza y el rechazo. La raíz de su escritura es evidentemente occidental, en ‘Bungakuron’ (‘Teoría literaria’, 1907) afirma que fue de los clásicos chinos de los que aprendió lo que era la literatura. De hecho, tras su paso por la lectura de la tradición literaria china, le embargaba la sensación de haber sido “engañado” por la literatura inglesa. Los choques culturales son continuos.

Contradicciones culturales
Según el propio Andrés Ibáñez, ‘Kokoro’ es una obra “excepcionalmente limpia y elegante, escrita en esa prosa transparente y pensativa que parece ser el ideal del estilo clásico y que solemos relacionar siempre con el estro poético de Japón”. La novela expresa las contradicciones del individualismo, que son las propias contradicciones culturales y personales que Soseki, como su generación, ha heredado de la renovación Meiji. En la novela el protagonista afirma: “La gente de hoy nacida bajo el signo de la libertad, la independencia y la autoestima, debe, en justa compensación, saborear siempre la soledad”. A pesar del empeño del emperador, la mentalidad oficial seguía defendiendo la obediencia a la autoridad y la supresión de las tendencias individuales en aras del bien común. 

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