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Asesinar el letargo

ISABEL REPISO

Hay dos maneras de leer la obra de Santiago Sierra: como una provocación de dudoso gusto o como un insistente claxon que despierta al visitante de su ensimismamiento. En menos de 20 años, Sierra se ha convertido en uno de los artistas más cotizados a base de obras incómodas que desmitifican el universo humano.

Su obra nos refleja sin condescendencia, como en la Bienla de Venecia de 2003, cuando restringió el acceso al pabellón español sólo a los portadores del DNI, en una encarnecida crítica a la exclusión social y la merma de derechos de los sin papeles. Pero además de oportuna, su obra es transparente, porque ha de incluir la génesis del proceso ejecutivo, de modo que el espectador sea consciente de que Línea de 160 cm. sobre cuatro personas (2000) se hizo pagando su dosis a las cuatro prostitutas drogadictas que accedieron a tatuarse la espalda (versión que actualizó recientemente en Línea de 250 cm. tatuada sobre seis personas remuneradas). El vistante debe saberlo y debe rumiarlo, debe oler la peste y percibirla como propia, porque en Sierra no hay hueco para la autocomplacencia. De las cadenas que nos atan a los temores que nos enfrentan. Sierra nos saca del letargo.

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