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Plaza por fuera, Opera por dentro

El estudio Snohetta logra el galardón con el diseño del edificio de la Ópera Nacional de Noruega en Oslo

LÍDIA PENELO

Para quedar con alguien en Oslo el nuevo punto de encuentro es el tejado de la Ópera Nacional. El edificio construido por el estudio Snohetta se inauguró hace un año, y doce meses después ha ganado el premio de arquitectura Mies Van der Rohe de la Unión Europea. En unos días la firma Snohetta cumplirá 20 años y las neveras de la sede central estaban llenas de champán desde hacía semanas. Hoy están vacías.

'Ayer bebimos champán durante todo el día. ¡Desayunamos con champán! Fue una fiesta de cumpleaños anticipada', explicó Tarald Lundevall, uno de los arquitectos responsables de la Ópera Nacional. No en vano el premio Mies Van der Rohe es uno de los más importantes de la arquitectura internacional, se otorga cada dos años y está dotado con 60.000 euros.

La capital de Noruega dejó de ver el mar cuando los barcos tomaron la ciudad. Pero poco a poco, la ciudad se ha reconciliado con la su costa.

Después de llevar 50 años discutiendo cómo debía ser el modelo del nuevo edificio de la Ópera y de abrir un debate público para elegir su ubicación, el equipo de Snohetta logró convencer a la opinión pública noruega con su propuesta. 'Queríamos generar algo más que un teatro de ópera y teníamos claro que debíamos abrirnos al mar. La industria naviera trajo mucha contaminación y cerró el contacto directo con el agua. La ópera es el motor de la reorganización del nuevo centro de la ciudad', explicó Lundevall.

Con un año de puesta en escena, la obra ganadora de uno de los premios de arquitectura más prestigiosos del mundo, ha demostrado que es algo más que un simple edificio.

Inspirada en un témpano que emerge desde el mar, con una superficie revestida de mármol y una enorme fachada de cristal con paneles solares, la construcción ha conseguido ser un catalizador del tejido urbano. Efectivamente, el edificio redefine toda la línea costera de Oslo y la frontera entre los elementos.

'Nuestra intención era la de crear un puente, una plaza, una sensación, entre el fiordo, el agua y la tierra. Aunque una vez dentro, se trata de un edificio sencillo. Sin embargo, la simplicidad es sólo aparente. Ha sido muy complejo construirlo', aclaró el arquitecto.

Uno de los aspectos más espectaculares de este híbrido de proyecto urbano y paisajístico es el tejado de mármol, que ocupa una superfície de 13.000 metros cuadrados. Construido a base de láminas distintas realizadas por 26 artistas de todo el mundo, la cubierta de la ópera es uno de los principales baluartes del edificio.

'Nos tentaba la idea del monumento social. Pensamos que el edificio tiene que recoger las identidades del país, el fiordo cruza el edificio, caminas por el techo y estableces conexiones con el paisaje urbano. De lo que estamos más orgullosos es de que siempre hay gente. Muchas parejas jóvenes se citan en el tejado; pandillas enteras pasan la tarde para charlar y contemplar el mar; personas mayores vienen a leer el periódico...', relató el técnico por teléfono a este periódico desde el sofá de su casa.

El edificio nace en la orilla de la bahía Bjorvika. La base ocupa un tamaño similar al de cuatro campos de fútbol y, aunque la horizontalidad es la línea dominante, para acceder hasta el inclinado tejado los visitantes lidian con unas acentuadas rampas de mármol, un material que según los expertos resiste la congelación. Para los arquitectos la congelación no es un problema, sino 'un proceso físico curioso'.

Durante los cinco años de construcción, la decisión de levantar un techo inclinado fue uno de los aspectos más cuesionados. Sin embargo, consiguieron salir adelante y formar parte básica del proyecto.

'El público de Oslo las ha aceptado, no son peligrosas ni inaccesibles. Lo único que provocan es la ralentización de los movimientos. Ayudan a transmitir la sensación de calma que buscábamos. Incluso los que van en silla de ruedas las utilizan para hacer deporte. La arquitectura todavía es inmóvil, no tiene dinámica, es tu manera de moverte la que se la da', afirmó Lundevall. Este hombre, que empezó a trabajar en Snohetta en 1996, considera que sus proyectos no priorizan el diseño ni tampoco un estilo particular, porque eso son elementos que aparecen durante la construcción.

Sin embargo, admite que sí persiguieron la horizontalidad. 'El agua es el elemento más horizontal de la tierra, pero el horizonte se mueve, va en la dirección que tu fijas la mirada. Además, pensamos en darle esta forma siguiendo lo que dice el artista Olafur Eliasson de las sombras: en las construcciones católicas la sombra es más larga que tú, en cambio en las protestantes, es más corta que el individuo', recordó.

Las condiciones lumínicas de Noruega son variables, y cualquier elemento que se ubique al aire libre tiene que negociar con el cielo para no ser una víctima de la velocidad de la luz. En este sentido, según los arquitectos, el color blanco es el mejor aliado para ralentizar los cambios lumínicos.

Así pues, el objetivo de conseguir una ópera por dentro y un espacio público por fuera parece cumplido. Pero un edificio dedicado a las artes escéncias sin una buena acústica se convierte en un lugar poco interesante. Después del tejado, la acústica conseguida en el interior es otro motivo de satisfacción para los creadores del espacio: 'Es magnífica, no hay zonas muertas. Y eso era muy importante, porque la tradición nórdica de ópera se centra más en la música, porque casi nadie habla el italiano. Pero de momento, los artistas que han actuado sólo nos han elogiado la sonoridad de las salas. ¡Los artistas de la filarmónica de Berlín están encantados!', exclamó.

Para el equipo de Snohetta la arquitectura implica una traducción de la situación contemporánea. A su entender, la actualidad no está para levantar espacios dedicados a minorías selectas, por eso, a pesar del elitismo que conllevan la ópera o el ballet, buscaron la aceptación del público. 'Es un proyecto elitista pero queríamos abrirlo a más público. Reinvindicamos el territorio desde un punto de vista práctico', subrayó el arquitecto. Lundevall se apresuró a añadir que 'para no tener problemas con los políticos, terminamos la obra cinco meses antes de lo previsto y sin pasarnos del presupuesto'. Además, consiguieron algo inédito: convencieron a sus políticos de de que debían utilizar materiales que no fuesen noruegos para el mayor centro cultural construido en Noruega en los últimos 700 años.


ISABEL REPISO

La bahía de Oslo asistirá en los próximos meses a la construcción de dos nuevos edificios: el Museo Munch, de Juan Herreros, y la Biblioteca Deichman, de Lund Hagem Arkitekter y Atelier Oslo. Ambos proyectos, como el de la Ópera, forman parte del plan de revitalización del barrio de Bjørvika, que se convertirá en la postal de referencia del nuevo Oslo. Conscientes de ello, los medios de comunicación noruegos han alimentado un intenso debate sobre la altura excesiva del Museo Munch, que amenaza con robar protagonismo a la Ópera.

Una polémica a la que se sumó ayer el flamante premio Mies Van Der Rohe 2009, Tarald Lundevall, miembro fundador de Snohetta, al considerar “apropiado” rebajar la altura del Museo Munch. “Me gusta el proyecto de Herreros, pero desde luego la altura es uno de los aspectos que podrían reconsiderarse”, declaró cauto a este periódico. Por su parte Juan Herreros, que no ignora el debate, se defiende: “Era muy tentador entrar en el mar y, sin embargo, nuestro proyecto se hace a un lado”.

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