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La gran escapada del castillo nazi

Un total de 32 soldados aliados lograron fugarse de la prisión alemana de Colditz durante la II Guerra Mundial

J. C.

El plan de fuga les llevó unos tres meses de preparación. En la tarde del 29 de mayo de 1941, el teniente Pat Reid entró en el comedor y esperó la señal para continuar. Luego, se adentró en el túnel y escaló hasta la hierba. En ese momento, una voz gritó: Hände hoch! Hände hoch! (¡Manos arriba!). El guardia al que habían sobornado los traicionó. Se quedó con los 100 reichmarks, ganó un permiso extra y una promoción. La fuga fracasó. Fue una de las primeras tentativas de Pat Reid de evadirse del castillo de Colditz, donde fueron cautivos cientos de prisioneros aliados durante la II Guerra Mundial.

Construido para reunir en un mismo cesto a todas las manzanas podridas, es decir, a los oficiales peligrosos que ya contaban con intentos de evasión, Colditz situado entre Leipzig y Dresde fue la primera prisión de alta seguridad nazi. Göring visitó el campo y lo declaró 'a prueba de fugas'. Por ella pasaron oficiales polacos, británicos, belgas, franceses, holandeses. Hacia 1941, había unos 500 soldados.

Los cerebros de la evasión crearon todo un submundo con el objetivo de fugarse. Así, los prisioneros fabricaron sus propias herramientas para duplicar las llaves de algunas puertas, hicieron copias de mapas y falsificaron cientos de documentos. En otro intento, Reid se disfrazó de pintor, llevando cubos de cal y una escalera, 'pero en pocas horas volvió a estar entre rejas', relata Laura Manzanera en el libro Grandes fugas (Península).

Una de las tentativas más sonadas fue la del oficial británico Peter Allan, que logró salir del campo escondido en un camión que transportaba colchones a otro campo. Allan, que hablaba alemán con fluidez, se disfrazó con un uniforme nazi, se metió en un colchón y lo tejió por dentro. En Stuttgart, salió por la ventana y convenció a un oficial de las SS para que le llevase en coche hasta Viena. Sin dinero, optó por pedir ayuda en el consulado de EEUU. Se la negaron y, capturado, regresó a Colditz.

Los presos sobornaban a los guardias y a personas del pueblo mediante artículos que les enviaba la Cruz Roja. Incluso el teniente Cenek Chaloupka tenía una novia en el pueblo a la que sacaba información. Pero la seguridad alemana aumentó y a finales de 1943 las potenciales vías de escape habían sido cortadas.

Pat Reid logró escapar en 1942, 'con un plan que se le podía haber ocurrido a un niño': saltar por una de las ventanas de la cocina, atravesar el camino de un centinela cuando este les diese la espalda y esconderse en un pequeño hoyo en una esquina del patio. Después se escapó por las alcantarillas y saltó la pared del foso con ayuda de unas sábanas. 'Durante cuatro días, Pat y su acompañante anduvieron sin descanso y viajaron en tren hasta entrar en Suiza'. De Colditz consiguió huir más de una treintena de presos, de los cuales 15 regresaron a casa.

Los pilotos Jack Best y Bill Goldfinch idearon otro de los intentos de escapada más ambiciosos de Colditz: la construcción de un planeador. Los palos de las alas estaban construidas por tableros del suelo y los cables de control fueron extraídos del sistema eléctrico que utilizaba el castillo. La guerra terminó antes de que pudieran finalizar la nave: en abril de 1945, los tanques estadounidenses conquistaron el castillo y los prisioneros fueron liberados.

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