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Mario Puzo. Vuelve el Don

Ediciones B publica Seis tumbas en Múnich, una novela inédita en castellano que el autor norteamericano escribió en 1967. La Guerra Fría, la mafia y la tragedia shakespeareana centran este drama que pone al lector de parte d

PAULA CORROTO

La primera novela que escribió Mario Puzo (1920-1999), La arena sucia (1955), se adentraba de lleno en la II Guerra Mundial. Él mismo había vivido el conflicto destinado en Alemania, a pesar de que nunca estuviera en el frente de batalla. Doce años después, y antes del boom de El Padrino, escribió una pequeña novela cuyo argumento también tenía mucho que ver con los desastres de la guerra. Se tituló Seis tumbas en Múnichy la firmó como Mario Cleri, en honor al apellido del primer marido de su madre. Nunca fue publicada en español. Hasta ahora.

Cuando se cumplen diez años de la muerte del escritor neoyorquino, Ediciones B ha rescatado este título para el lector en castellano y lo publicará en una semana. Con él, el Don ha vuelto para reivindicarse como un escritor alejado de la ideología bienpensante de una época en la que triunfan las denuncias de Roberto Saviano y en la que las fiestas del primer ministro Silvio Berlusconi adquieren carácter de sainete en la prensa. Esta novela inédita es una muestra de un mundo que ya no existe el de los antagonismos de la Guerra Fría, y aunque no está a la altura de su obra maestra, reúne las características que han hecho de Puzo un autor que va más allá del escritor de best-sellers: tragedia, salvación personal, un sentido de la justicia muy diferente al que marcan los códigos penales y, por supuesto, una visión del criminal amable y hasta simpática.

'Puzo es un escritor muy shakespeareano. Toca los temas eternos. El Padrino se podría considerar una especie de El Rey Lear, ya que Vito Corleone debe elegir entre sus hijos para pasar su corona', señala el escritor Mario Cuenca Sandoval, un gran seguidor del escritor norteamericano. Seis tumbas en Múnich podría considerarse a la vez una especie de Macbeth o Hamlet con el paisaje del Telón de Acero de fondo, porque el verdadero motor de la acción es la venganza de su protagonista.

'La valía de Puzo estriba en su capacidad para convertir a un asesino en un héroe, ya que es una persona que se juega la vida. Esta es una transgresión que atrae mucho', puntualiza el autor de novela negra Andreu Martin. Por eso, sus Corleone casi nunca son para el lector los malos de la película. En esto, Puzo se sitúa a las antípodas de la nueva épica italiana.

El héroe de Seis tumbas en Múnich es Michael Rogan, un norteamericano que tras ser torturado por la Gestapo en un cuartel de Múnich en 1945 y asistir a la destrucción de su vida matan a su mujer embarazada de cinco meses decide, diez años después, tomarse la justicia por su mano. Así dará comienzo una especie de odisea que transcurre en Hamburgo, Berlín Oeste, Viena, Sicilia, Budapest y, por supuesto, Múnich. Un relato muy visual, lleno de acción y con una catarsis final, en la que Puzo pone al lector de parte de su justiciero.

'Lo habían absuelto tras sopesar todas las pruebas, y no podían juzgarlo otra vez por el mismo delito. Según la ley, Albert Moltke era inocente, por siempre jamás'. Y, sin embargo, ha de morir, decide Puzo. 'Puzo es el principal culpable de que haya todo un universo moral de la criminalidad. Sus personajes no eran amorales. Tenían su universo de normas particulares', explica Mario Cuenca Sandoval. Esto choca bruscamente con el enfoque de los autores actuales que retratan la mafia, que se alejan de la idealización y el glamour para exponer con crudeza hechos objetivos. Esa es la visión que arroja Gomorra, de Roberto Saviano, por la que está condenado a muerte.

Aún así, Puzo introduce en 1967 algunos juicios sobre la ambigüedad moral en tiempos de guerra. 'El bien y el mal no pueden sino intentar destruirse mutuamente; y de esto se deducía que en el mundo de la guerra y el asesinato, el mal debía triunfar sobre el bien'. Esta es la reflexión que se hace uno de los torturadores del protagonista. Un alemán que tras trabajar para la Gestapo durante el conflicto bélico se convierte en tiempos de la Alemania Federal en un respetado magistrado cuyas sentencias suelen ser bastante benévolas. Puzo pone en su boca los desmanes de la guerra en el ser humano: no es un lugar para la ética.

El personaje de Rosalie, la chica del protagonista, es el paradigma de las consecuencias de la brutalidad. Cuando Rogan la conoce le sorprende su inexpresividad emocional. 'Era como si hacer el amor y matar a alguien estuviesen, para ella, a la misma altura ética', piensa. Poco después descubre la causa: tras un bombardeo a su ciudad durante la guerra, Rosalie, que tiene 14 años, es apresada y violada sistemáticamente.

La filósofa Hanah Arendt identificó en su ensayo La banalidad del mal cómo la maldad es, ante todo, muy mediocre. Son funcionarios del crimen los que comenten los verdaderos ultrajes. Puzo también lo pone al descubierto en esta novela con personajes que, mientras en tiempos del nazismo apretaban las clavijas de sus prisioneros, en democracia son los simples trabajadores de un taller mecánico. Otra cosa, sin embargo, es que para el escritor también sean responsables.

Berlín Oeste era una fiesta en 1955. Los cabaret de la avenida Kudamm se llenaban todos los días. En la Reeperbahn de Hamburgo las prostitutas ponían color a los grisáceos edificios poshitlerianos. Puzo describe este mundo con soltura. En ellos se cuelan agentes del FBI infiltrados, junto a ex criminales de guerra. Espías de todo pelaje. Y un lenguaje que hoy podría definirse como políticamente incorrecto: 'Los hombres no pueden hablar tranquilos cuando hay mujeres delante. Me gusta demasiado la compañía de usted como para arruinarla con el volatil carácter femenino', señala Rogan. Puzo instala al lector en un mundo perdido, que ya no existe; de ahí que esta novela pueda parecer incluso histórica.

Pero de este mundo, Puzo también deja entrever su propio juicio de valor: todo el que haya cometido un crimen sin ningún tipo de justificación e incluso con regodeo, debe pagarlo. No es tampoco pena de muerte lo que pide Puzo, sino como señala Andreu Martin, y como ocurre en sus novelas mafiosas, 'una especie de justicia poética'.

Uno de los torturadores de Rogan es Genco Bari. Una década después se ha convertido en un potente capo siciliano 'simpático, educado y servicial', escribe Puzo con más parecidos con Toni Soprano que con Al Capone. Bari está enfermo de cáncer y no puede mantener relaciones sexuales con su mujer, por lo que deja que ella se satisfaga con Michael Rogan. Con ese gesto altruista, el mafioso gana puntos.

'No sé si Puzo tuvo una vinculación con la mafia, pero él consiguió elevar al criminal a la categoría de la dignidad. La mafia tiene una moral, unos valores y reglas y se respeta, aunque no sean las mismas que fuera de la mafia', apunta Andreu Martin. Todo lo contrario a lo que ocurre hoy en día en los libros de Saviano y otros autores como Massimo Carlotto o el magistrado Giancarlo de Cataldo, confesos defenestradores de la mafia.

¿Fue un rojo Mario Puzo? Su animadversión al Departamento de Justicia de EEUU fue un hecho constante en su vida, sin embargo, tampoco hubo mucho coqueteo con el otro bloque. Puzo fue ácrata y tiende a señalar a todos los regímenes como injustos.

Como en los dramas de Shakespeare, las novelas de Puzo acaban en tragedia. En esta, se revela el triunfo de una moral que puede parecer anticuada, pero que no está atada a ninguna ética de lo correcto. Es el último golpe desde la tumba.

Ambiguo
La relación de Mario Puzo con la mafia nunca estuvo del todo clara. Para muchos escritores como Andreu Martin es posible que hubiera una cierta vinculación, ya que su acercamiento a la mafia es bastante amable. Sin embargo, él siempre lo negó: “Mis libros salen de una exhaustiva investigación”.

Antimediático
Puzo no concedió demasiadas entrevistas en su vida. De hecho, entre 1976 y 1996 no hizo ninguna. Según le confesó al periodista Larry King en 1996, estaba convencido de que “las entrevistas realmente no ayudan a vender libros. Sólo si escribes un buen libro se venderá”.

Justiciero
El escritor tenía un peculiar sentido de la justicia, que supo trasladar a sus novelas. “A todo el mundo le gustaría que alguien pudiera ser capaz de hacer justicia sin tener que pasar por juicios ni por abogados”, dijo en alguna ocasión. Siempre fue contrario al Departamento de Justicia norteamericano.

Jugador
La ciudad de Las Vegas está presente en las novelas de Puzo y también lo estuvo en su vida. De hecho, el ataque de corazón que casi acaba con él a finales de los setenta lo sufrió en la ciudad de los casinos.

Familiar
Puzo devolvió a la mafia los códigos familiares. Él también era un defensor de la familia. Estuvo casado 18 años y tuvo cinco hijos.

Guionista
El escritor participó en los guiones de las tres partes de ‘El Padrino’, pero también en los de las películas ‘Superman’, ‘Superman II’, ‘Terremoto’, ‘Cotton Club’ y ‘El Siciliano’. Según explicó siempre, nunca le llamó la atención trabajar para Hollywood, pero al final lo hizo por dinero. Ganó dos Oscar al Mejor Guión Adaptado. 

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