Público
Público

Angelitos muertos de Graciela Iturbide

La fotógrafa mexicana monta su primera gran retrospectiva en Europa

PEIO H. RIAÑO

Con el Premio Hasselblad aún caliente el galardón más importante de todos los que pueda recibir un fotógrafo, llega a España Graciela Iturbide (Ciudad de México, 1942), con la primera gran retrospectiva en Europa de su trabajo a lo largo de cuatro décadas. Hasta el 6 de septiembre, en la Fundación Mapfre de Madrid, se puede ver una selección de 150 fotografías de los grandes temas de una de las referencias de la fotografía documental, que todavía trabaja en analógico: en su laboratorio, con sus contactos, con la ilusión de encontrar algo inesperado.

Es más, uno de los aciertos de la muestra ha sido incluir una vitrina con la secuencia real de uno de los iconos de su producción: Nuestra señora de las iguanas (1979). Esa gran dama tocada con los reptiles es vendedora de iguanas en Juchitán. En la secuencia aparece riéndose cómplice, mientras Graciela busca en punto de vista adecuado y encuentra ese contrapicado que hace erguirse triunfante a la mujer.

La secuencia que Iturbide sigue hasta la puesta definitiva, es el paradigma de su trabajo. Ella insiste una y otra vez en que no busca, que encuentra. Por eso no quiere que su foto sea considerada simplemente como fotografía documental. 'Nunca procuro nada, todo es intuición', asegura. 'Yo interpreto todo a mi manera', insiste en la suerte casual de sus fotos. Una casualidad trabajada, porque cuenta de su oficio que es la 'obsesión inconsciente que tenemos los fotógrafos lo que hace que nos encontremos por doquier con el tema que traemos dentro'.

Y ella lleva unos cuantos cosidos a su cuerpo, y así aparecen en el recorrido de la muestra: su relación con la naturaleza muerta en los retratos de jardines, el género del retrato como experiencia para acercarse a la gente, los objetos, el mundo femenino, las fronteras culturales indígenas y, por supuesto, los rituales de fiesta y muerte. Ninguno en forma de serie, todos como la intención de ver el mundo a través de la cámara y el blanco y negro. 'La cámara y ser fotógrafo fue un pretexto para conocer al mundo dice. Salir a fotografiar es salir a buscar la sorpresa'.

Una de sus obsesiones inconscientes, que nunca le abandonó, es la muerte. 'En la vida todo está ligado: tu dolor y tu imaginación, que quizás te sirva para olvidarte de la realidad', reconoce, y así muestra cómo liga lo que vive con lo que sueña. 'Y lo que sueñas se queda en un papel', impreso para siempre. Remata tajante: 'Las obsesiones provocan apariciones'. Uno de los encuentros más sobrecogedores es el retrato de una familia en un cementerio de la ciudad de Méjico. Allí pidió permiso para retratar el dolor de la familia y accedieron, pero se encontró también con un cuerpo muerto, del que comían buitres. La secuencia está reproducida en un formato más pequeño, como exigiendo al espectador un mayor acercamiento a la foto.

Graciela Iturbide reconoce que hay fotos de las que no puede librarse, que le persiguen por todo el mundo porque son iconos enormes. Esta exposición recoge unos cuantos, como Mujer ángel (1979, en el desierto de Sonora), primeros pasos de esta artista de la renovación de la vieja idea de exotismo.

 

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias