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"Cristina García Rodero es una fotógrafa excelente"

El fotógrafo británico Martin Parr, miembro de la agencia Magnum, elogia el trabajo de la española

ALEX VICENTE

Se niega a reconocer que votó por ella, escudándose en el carácter secreto de la votación impuesto por el reglamento de la agencia Magnum. Pero cuando se le menciona el nombre de Cristina García Rodero, admitida este fin de semana pasado como miembro de pleno derecho, Martin Parr no puede evitar deshacerse en elogios. 'Es una fotógrafa excelente y me parece maravilloso que pase a formar parte de Magnum. No cabe duda de que necesitamos que entren muchas más mujeres', dice Parr, que se declara fan de las series de García Rodero sobre el peregrinaje.

El fotógrafo británico, socio de la agencia fundada por Cartier-Bresson desde 1994 y uno de sus miembros más conocidos internacionalmente, retrata otro tipo de rituales posmodernos, como la compra semanal en un supermercado hard-discount o una reunión de tupperware en un adosado de suburbio residencial, entre otras escenas cotidianas. Sus imágenes despierta la ironía a partir del gusto humano por lo banal y lo grotesco.

'Como fotógrafo resulta tan pertinente denunciar la hambruna en África como tomar fotos de la gente anónima estirada en el sofá de su casa', dice el flemático Parr, tan inglés como el pastel de riñones o como ir a una boda con pamela. Desde ayer y hasta el 27 de septiembre, Parr protagoniza una gran exposición monográfica en el Jeu de Paume de París, centro especializado en el mundo de la imagen y dirigido por la catalana Marta Gili.

La muestra expone gran parte de la colección privada del artista, consistente en una exquisita selección de fotografía documental que parece revelar su fascinación por las imágenes 'sin ninguna vocación artística'. A través de las obras adquiridas por Parr, demuestra las influencias de la fotografía social británica de los sesenta y setenta a los grandes maestros estadounidenses como Eggleston y Lee Friedlander.

La segunda parte de la exposición se centra en la afición de Parr por la estética kitsch, que penetra con frecuencia en sus imágenes. El fotógrafo ha aceptado exponer su impresionante colección de objetos curiosos y bizarros. Entre los más destacables, figuran sus 60 relojes de pulsera con el rostro de Saddam Hussein, su colección de estatuillas de porcelana de Margaret Thatcher, un muestrario de platos de cerámica de sindicatos mineros, un extenso surtido de bandejas de plástico y una pequeña selección de alfombras afganas destinadas a conmemorar los atentados del 11-S.

¿Para qué coleccionar todos estos objetos de dudoso gusto? 'Lo hago porque me gustan, pero también porque al unirlos se desprende cierta información sobre el mundo en que vivimos', sostiene Parr, que no sabe dónde meterá todos estos objetos cuando la exposición termine. 'Tengo el gen coleccionista y es normal que sea así. El trabajo de fotógrafo consiste en recolectar imágenes para construir una narración que nos permita entender mejor quiénes somos'.

La exposición contiene un anexo con algunos de sus proyectos más recientes. Su última serie hasta la fecha es Luxury, un compendio de imágenes captadas entre 1994 y 2008 en lugares frecuentados por multimillonarios, aristócratas y nuevos ricos. Cuando presentó la serie a principios del año pasado, fue entendida como un estudio sarcástico sobre la opulencia. 'Un año después, su significado se ha vuelto más grave: el visitante la interpreta como un epílogo de la era que terminó con la irrupción de la crisis', cuenta Parr con asombro.

Como ya sucedió con Small World su célebre proyecto sobre el turismo de masas que lo llevó a dar la vuelta al mundo, desde una playa artificial japonesa hasta un bar tinerfeño se ha vuelto a acusar a Parr de ridiculizar a sus personajes. El fotógrafo lo desmiente: 'Yo puedo ser crítico y algo travieso, pero satírico no es la palabra'.

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