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Guillermo Rendueles: "Los ansiolíticos son ya los fármacos más vendidos en el mercado"

Este psiquiatra ha sido profesor de Psicopatologías en la Universidad de Oviedo y en la UNED de Gijón. En su último libro, 'Egolatrías' (KRK, 2005), conjuga la psicología, la literatura y la filosofía p

AMADOR FERNÁNDEZ-SAVATER

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Si es cierto que la naturaleza de una sociedad se conoce a través de sus fallas y de sus grietas, ¿qué nos dice de la nuestra la proliferación galopante de sufrimiento psíquico en forma de depresión, ansiedad, estrés o mobbing? ¿Puede reconvertirse el sufrimiento individual en energía colectiva de transformación social?

«Hay una epidemia de consulta psiquiátrica, tratamientos y consumo de fármacos»

¿Cómo está afectando la crisis a la salud mental?

Hay una epidemia de consulta psiquiátrica, tratamientos y consumo de fármacos. Depende mucho de las zonas, pero se calcula que un 35% de la población está yendo a consulta o tomando psicofármacos. En algunos lugares la cifra se eleva hasta el 50% de la población total, incluyendo niños, ancianos... Por ejemplo, en la zona donde yo trabajo, una barriada obrera en Asturias, hay un centro de salud mental para una población de 40.000 personas y tenemos más de 20.000 historias. Pero estos datos hay que cogerlos con pinzas.

¿Por qué?

«Son las redes sociales, tradicionales o nuevas, las que mejoran la salud mental»

La gente que llega al psiquiatra es producto de un pacto social de mínimos tras la derrota de las clases obreras y populares. Desde arriba no se puede ofrecer ninguna solución auténtica a las causas del malestar, entonces se dice a la gente: 'Iros a quejar por ahí'. Y desde abajo se reclama: 'Dejadnos al menos un muro de las lamentaciones'. La psiquiatría es el coche-escoba que va recogiendo y aliviando mínimamente todo lo que no se trata de verdad en otros lugares: familia, barrio, trabajo o escuela. Las cifras reflejan un malestar, pero el relato del malestar, descontextualizado, puede ser la picaresca de alguien que quiere sacar una baja laboral, la necesidad de ser escuchado cuando nadie te escucha, el reclamo de un psicofármaco que permite dormir o bajar la agresividad (los psicofármacos son ya los medicamentos más utilizados del mercado), etc. Es un cajón de sastre que cuantitativamente dice muy poco, pero cualitativamente habla de más cosas.

¿Por ejemplo?

De una tendencia más profunda que no empieza con la crisis: el proceso de individualización, de la pérdida de cualquier cultura y saber popular. Esto se ve muy bien en el duelo. La gente antes se las arreglaba para elaborar las muertes de los seres queridos y hacerlo bien, espontáneamente. Pero hoy lo resuelve un psicólogo que, en resumidas cuentas, te dice lo siguiente: con la muerte del ser querido has perdido una inversión afectiva, el trabajo del duelo es sacar el afecto de esa persona y depositarlo en uno mismo y luego, poco a poco, en otros. ¡Son metáforas económicas atroces! Esa tecnificación y esos consejos tan burdos anulan toda la cultura popular: los ritos antiguos, todos los saberes sobre cómo enfrentar la muerte, incluso los espacios físicos. Recuerdo una vez que, tras la muerte de un ser querido, les dijimos a los de la funeraria que no queríamos ir a un tanatorio y se planteó todo un problema. Y en el resto de la vida cotidiana pasa lo mismo: la psiquiatría, con unos saberes muy débiles pero flexibles, ha conquistado esos espacios de microculturas populares que permitían una asunción colectiva de los malestares y otros enfoques.

¿Cómo es la gestión terapéutica del malestar en la crisis?

Se han lanzado iniciativas distintas en EEUU, Francia o Reino Unido que incluyen la movilización de miles de psicólogos o las guías de auto-ayuda. En todos los casos se trata de descontextualizar y despolitizar el sufrimiento reduciéndolo a lo íntimo y llevándolo al despacho del psicólogo. ¿Qué se dice a alguien que tiene estrés laboral? Individualízate más, defiéndete más, no te metas en nada, no te comprometas, protégete en tu pequeño mundo, tus pastillas, tus consejos psicológicos... La psiquiatría produce impotencia. En España el trabajo estaba ya medio hecho con los niveles de psiquiatrización que tenemos en los centros de salud. Es el pacto social de mínimos al que me refería: si no se puede dar ninguna respuesta real, por lo menos se trata de escuchar y gestionar el malestar para contenerlo y, de paso, desactivarlo políticamente. Los sindicatos aceptan esto pensando entrar por ahí para jubilar gente, etc. Las prejubilaciones y las bajas son un amortiguador, una espita importante de los conflictos.

¿Qué otras protecciones son posibles?

Hay muchos estudios que señalan que las redes sociales son el mejor remedio al recurso único y exclusivo a la pastilla. Por ejemplo está ese estudio, publicado y bendecido por la OMS, sobre el lugar con menor tasa de suicidios del mundo, un pequeño estado mexicano con índices mínimos donde existen unas redes sociales indigenistas muy firmes. La prevención tecnológicamente más desarrollada (medicamentos, etc.) apenas disminuye el número de suicidios. Son las redes sociales, tradicionales o nuevas, las que mejoran la salud mental. Pero este saber no se desarrolla, se desprecia. Sólo se estudian las vulnerabilidades individuales.

 

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