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Fe de plástico - Una familia al filo de la locura

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Pascal Rabaté es uno de los autores de novela gráfica más sarcásticos del momento. Sólo a él se le podía haber ocurrido desataruna tormenta familiar en torno a una virgen de plástico sangrante. Un milagro de baratillo, que revienta las tensas relaciones entre un viejo comunista y su pía esposa, hasta ese momento apaciguados en el pacto de una vida sin enfrentamientos. Rabaté (Francia, 1961) ya se acercó a la vejez y a la erupción incontrolable de las pasiones en su anterior libro Río abajo (Norma). Entonces un pescador revivía los calores sexuales, olvidados desde la muerte de su esposa. Parece que el dibujante manda recado: la ilusión es lo últimoque se pierde.

Ahora con La virgen de plástico (Norma) se muestra mucho más irreverente porque tira a dar a los tabúes más propios de la clase media: la entrega a la fe católica, el trabajo alienado, los iconos intocables, las estúpidas obligaciones familiares impuestas por inercia, los sueños rotos, los reproches silenciosos de pareja, la falta de motivaciones, la entrega a la rutina y todo el humor del mundo. Todo es tan absurdo en el mundo de Rabaté como real es la vida: a la virgen sangrante de plástico se la mete en una palangana para que no lo pringue todo y se le hace una hornacina con fichas Lego para tenerla a refugio. El abuelo, en una noche de vino tinto y mala leche, trata de destruir la santa imagen y se parte la crisma.

Una pelea milagrosa

La virgen de plástico mereció el Premio Esencial en la última edición de Angoulême, la ciudad en la que se celebra el festival europeo más importante del género. Rabaté ya probó el éxito en el mismo certamen en el año 2000, con el libro Ibicus (Glénat), sobre la vida del sobrino de Tolstoi. Al jurado esta vez debió atraerle la presentación de una casa familiar convertida en campo de batalla entre laicos y católicos. La guerra estalla cuando la abuela coloca sobre el televisor del salón una virgen de plástico que ha comprado en su último viaje en autocar a Lourdes. Ahí arriba, esa virgen María con rosca en la corona para rellenar de agua bendita del santo lugar, preside las idas y venidas del matrimonio, sus dos hijos y los abuelos en plena lucha.

Edouard contrarresta el golpe bajo de propaganda impuesta por la santa devoción de su mujer colocando una reproducción de Lenin en la pared, tras la virgen. A partir de ese momento se suceden los momentos más chocantes, entre los que no puede faltar la locura vecinal al acudir con ramos de flores y ofrendas a honrar las puertas de la casa en la que sucede el milagro más pop de los conocidos: 'Auténtica sangre cristiana es lo que llora la virgen. ¡Y con un nivel de colesterol impecable!', tal y como le espeta la abuela a su marido. Peio H. Riaño

 

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