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Woodstock 40: Tres días bailando bajo la lluvia

Entre tanto esfuerzo por arrancarnos la mitología de Woodstock de los ojos en su 40 aniversario, ¿dónde nos hemos dejado la música?

JESÚS ROCAMORA

Entre tanto esfuerzo por arrancarnos la mitología de Woodstock de los ojos en su 40 aniversario, ¿dónde nos hemos dejado la música? En algún lugar debe estar, debajo de las marañas sucias y las barbas largas. Rhino aprovecha este supercumpleaños para editar Wood-stock 40, un recorrido musical para recordar que también hubo canciones en el padre de todos los conciertos, que tuvo lugar en agosto de 1969, incluidas algunas interpretaciones nunca antes recogidas. Quizá la versión alternativa, en caja de seis discos repletas de rarezas y momentazos, llene más al seguidor que quiera tomarse la labor de arqueología en serio, mientras que el consumidor casual puede valerse con la estándar en doble cd: una canción por grupo, la mayoría reconocibles, como un the very best of para dejar volar la imaginación.

El encargado de inaugurar estos 'tres días de paz e improvisación', pringosos de folk, rock, psicodelia, lluvia y magia fue Richie Havens, aunque no era lo programado, según escribe en el libreto interior la escritora y consultora musical Holly George-Warren: debía hacerlo el grupo Sweetwater, pero un atasco lo hizo imposible. Entre otros nombres propios están Arlo Guthrie, hijo de Woody Guthrie, una Joan Baez embarazada de seis meses e interpretando la muy country Drug Store Truck Drivin Man, un Santana desconocido practicando un Soul Sacrifice, además de algunos de los momentos más emblemáticos, protagonizados por Janis Joplin (Ball And Chain) y Joe Cocker (With a Little Help From My Friends). Cierra este apartado Jimi Hendrix, con una explosiva improvisación de 13 minutos donde la guitarra soltó todas las consignas políticas, musicales y sensoriales.

En el otro lado, el de las grandes bandas de la época, no faltan hits como Bad Moon Rising, de Creedence Clearwater Revival, ni Somebody to love de unos Jefferson Airplane que llevaban 24 horas de fiesta. Tampoco Crosby, Stills & Nash, en su primera gira, ya con Neil Young. Menos desgastados por el tiempo y más vivos resultan los 17 minutos de medley de los volcánicos Sly & the Family Stone o la actuación de The Incredible String Band, ante cuya The Letter hoy es imposible no tender puentes imaginarios con el presente, con Animal Collective y otros hippies modernos. La marcha del amor de The Butterfield Blues Band, el western ficticio de Mountain y los personales Canned Heat ampliaron las fronteras, igual que hizo The Who: ellos eran los británicos en esta tierra de americanos.

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