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"Soy marxista de gustos burgueses y es totalmente compatible"

Caballero Bonald, poeta. Su admiración por Doñana y las aventuras marinas mantuvieron distraída su vocación literaria. Hasta que se le cruzó Juan Ramón Jiménez.

ÁNGEL MUNÁRRIZ

Al visitar los pasajes adolescentes de su envidiable memoria octogenaria, José Manuel Caballero Bonald desvela que, en una de esas decisiones quinceañeras que tienen tanto de peregrinas como de irreversibles, eligió la poesía para vivir como un aventurero hedonista. 'Cayó en mis manos una biografía de Espronceda. Y me entusiasmó. ¡Pero no el poeta, el personaje! Murió a los 34 años tras vivir miles de aventuras. Quería imitarlo como fuera. Y cogí lo que tenía más fácil. Me hice poeta y empecé a llevar una vida licenciosa, que en mi caso se resumía en llegar algún día tarde a casa', cuenta, con una sonrisa en sus ojos claros.

Caballero Bonald Pepe, para sus allegados está sentado a la sombra en el jardín de su casa junto a la playa de Montijo, entre Sanlúcar y Chipiona, al pie de un parque, Doñana, del que de niño soñó con ser guardabosques. 'Me gusta cuidar el jardín y a veces ando podando y arreglando cosas', cuenta. Desde un balcón junto a la habitación donde escribe en un Mac que decepcionará a quien espere herramientas de amanuense rodeado de tinteros y libros polvorientos se ven los perfiles de Doñana. La primera vocación, la de guardabosques, no ha quedado pues del todo frustrada.

La de personaje de novela de aventuras, cocinada con el romanticismo trágico de Espronceda y marinada con las lecturas precoces de London, Stevenson y Salgari, se quedó en el camino cuando la poesía de verdad dejó desarmado al espadachín en potencia. Y de eso tiene en parte la culpa una afección pulmonar que le hizo pasar casi un año en cama en Jerez de la Frontera.

Tenía 18 años. 'Un viejo republicano erudito, que había salvado una estimable biblioteca, se enteró de que estaba enfermo. Cosa rara en un bibliófilo, me prestó una antología de Juan Ramón'. Caballero ya no quiso más vivir como los poetas, sino escribir como ellos. Y a fe que lo consiguió. Premio de la Crítica, Nacional de Poesía y de las Letras, entre otras distinciones y homenajes que invariablemente lo hacen 'sentir póstumo', los manuales de literatura encuadran a Caballero en una generación, la del 50, formada por hijos de la guerra civil, tan inclinados al compromiso político como al hedonismo. La horma del zapato de Caballero Bonald.

Con 'amigos de verdad' como Carlos Barral, Ángel González y García Hortelano, el escritor jerezano buscó en el Madrid de los años oscuros, en lecturas y juergas interminables, respiraderos que le evitasen inhalar la embrutecedora atmósfera franquista. 'Bebíamos bastante, sí. Por placer, y también por ir a contracorriente', recuerda. Se trataba, claro, de beber como lo hace un escritor. Y de escribir apurando cada palabra como la última copa, tratando el idioma 'como una mezcla de música y matemáticas'.

De los versos de Adivinaciones (1952) a los de La noche no tiene paredes (2009), su obra abarca poesía, novela y memorias, dejando títulos señeros como atrevimiento periodístico, dar un solo título Ágata ojo de gato. 'Yo soy dice, como quien presenta un DNI una mezcla de romántico y surrealista'. Escribe por impulsos, porque aún cree en la inspiración. 'Es que odio la manía de algunos colegas de levantarse a las 8 a escribir, como si los vigilara un jefe de negociado', explica.

De madre francesa de origen aristocrático y padre cubano le queda quizás un vago toque caribeño en el acento, defiende a ultranza el 'mestizaje' frente al nacionalismo, 'siempre de derechas'. 'Soy un marxista, pero de gustos burgueses y es totalmente compatible', explica, riéndose un poco de sí mismo, lo mismo que al recordar cómo su activismo dio con sus huesos en prisión en 1968. 'Bah, un mes. Pero al menos vi Carabanchel. Suena tonto, pero me lo tomé como una experiencia literaria', cuenta.

Agradecido con la vida de escritor, incluso en sus 'momentos más duros', sólo accede a citar un adversario entre un mar de amigos, Camilo José Cela, con el que mantuvo un conflicto triangular del que no entra en detalles: 'Hubo una historia que ya conté en mis memorias. Ya que la gente hablaba del tema, di mi versión'.

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