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La crisis del best-seller

Dan Brown. El escritor norteamericano regresa con una nueva trama de enigmas y acertijos en Washington DC

PAULA CORROTO

Bienvenido a la crítica menos relevante que leerás este año'. Así comienza la reseña que publicó Louis Bayard en The Washington Post el pasade 15 de septiembre sobre The lost symbol, la última novela de Dan Brown. Fue un día antes del último gran lanzamiento de un libro: cinco millones de ejemplares colocados en las librerías de todo el ámbito anglosajón. A la semana, la profecía de Bayard se había cumplido, ya que de esas librerías habían desaparecido 1,9 millones de ejemplares. ¿A quién le importaba que alguien dijera que el libro era bueno o malo?

Este fenómeno de la compra compulsiva e impulsiva puede producirse de nuevo este jueves, 29 de octubre, en las librerías de los países de habla hispana. Tal y como ha asegurado la editorial Planeta, de El símbolo perdido se lanzarán 1,5 millones de ejemplares (para España y América Latina). El ansia por la novela, además, ya late. Según la cadena La casa del libro, desde hace un mes ocupa el número uno en ventas anticipadas.

'El best-seller ha perdido literatura porque somos menos cultos'

Y sin embargo, las críticas publicadas en los medios anglosajones no han sido nada buenas. Excepto algunas más complacientes que insisten en la capacidad de entretenimiento que tienen los libros de Brown, el resto destaca el hecho de que el escritor se ha limitado a repetir la fórmula que le hizo millonario con El Código Da Vinci.

En esta ocasión, Robert Langdon, el experto en simbología de la Universidad de Harvard, abandona Roma y se traslada a Washington para dar una conferencia. Enseguida comienzan a aparecer los acertijos en torno a edificios como el Capitolio o el Museo de Historia Natural. Lo mismo que hizo con los monumentos de Roma. Y si en El Código Da Vinci la principal atracción estaba en el cuadro de La última cena, esta vez Brown analiza los posibles enigmas que se encierran en el lienzo de Alberto Durero Melancolia I. Los personajes también están organizados en torno a la misma estructura: a Langdon le acompaña una mujer, hermana del maestro que le ha convocado a Washington, Peter Salomon. Y hay un malo 'que parece una parodia de los libros de James Bond', según The New York Times.

Sólo existe una gran diferencia: esta vez el Vaticano no está en el punto de mira, sino la masonería. Para muchos críticos, este cambio de temática ha provocado bastantes sonrisas sarcásticas. Como afirma Maureen Dowd en The New York Times, 'si Dan Brown piensa que los masones son más intimidatorios que el Vaticano, sólo puedo decir una: Dios, ayúdanos (...) ¿Durante cinco años ha pensado que, si expone los secretos de los masones, estos le van a cortar el cuello?', termina de forma sardónica Dowd, a quien no se le escapa que si Brown llegó a la cima del éxito fue gracias a la campaña anti El código da Vinci que le hicieron grupos como el Opus Dei.

'Siempre ha habido superventas malos, pero ya no los recordamos'

Un libro pésimo, según la crítica anglosajona, que alcanza un número brutal de lectores. La cultura succionada por la industria del entretenimiento. Un best-seller que se vende más que nunca, pero que también recibe las peores críticas. Incluso de escritores que conocen bien la fórmula del libro de masas como Stephen King, quien tildó el libro de Brown de 'plato precocinado de macarrones'.

Para el escritor Rodrigo Fresán, esto sólo significa una cosa: el best-seller está en crisis. 'Yo creo que se necesita un talento para ponerte a escribir una novela de estas de códigos. Talento y sangre fría. Pero también creo que tengo el derecho de exigirle a Dan Brown que el nuevo libro sea mejor que los anteriores, y si no lo consigue, ese nuevo libro es una mierda', afirma. Y eso es lo que le ha ocurrido al norteamericano.

'¿Cree que los masones se le van a echar al cuello como el Vaticano?'

¿Qué ha pasado entonces con el best-seller que también recibía críticas como enorme producto de entretenimiento? ¿Qué ha ocurrido para que los peores productos sean ahora los grandes best-sellers? Para el escritor Juan Bonilla, la razón principal es que 'antes éramos más cultos que ahora. Había una mayor cultura literaria. Incluso la gente a la que le gustaban los libros más populares exigía literatura. Ahora ni siquiera se diferencia si ese best-seller está bien escrito o no. Da igual, porque lo único que quieren es satisfacer una necesidad'.

Como ejemplo de los buenos best-sellers de entonces, Bonilla pone a William Somerset Maugham, quien se convirtió en uno de los autores más populares de los años treinta y que hoy aparece en las colecciones de grandes clásicos.

Otros escritores consultados por Público también apuntan a la cada vez mayor indulgencia del editor. 'Es menos exigente y, si ve que una fórmula está funcionando, va a tender a publicar ese tipo de libros. La responsabilidad recae en las editoriales y en los lectores', apunta José Ángel Mañas, autor de Historias del Kronen.

'Tengo el derecho a exigirle algo mejor que lo anterior, si no, es una mierda'

Sin embargo, no todos creen que cualquier tiempo pasado fue mejor. Incluso para los best-sellers. En este punto de vista se haya Andrés Neuman, último ganador del Premio Alfaguara con El viajero del siglo. 'Me parece muy ingenuo decir que los best-sellers de antes eran mejores que los de ahora. Hablamos de Charles Dickens y de Alejandro Dumas, pero en aquel entonces había otros cien que vendían muchísimo y de los cuales ni nos acordamos. Siempre ha habido superventas malos', constata.

Además, según él, la cuestión no es que ahora se escriban más libros de puro entretenimiento y con la fórmula ajustada para vender como rosquillas sin sostenerse en ningún pilar literario, la cuestión es que 'ahora los medios hablan más que nunca de este tipo de libros'. Y hay más. Un argumento que para él tiene que ver con la democratización de la cultura: 'Antes estaba dominada por las élites y ahora se ha abierto para todo el mundo, por lo que también tenemos la cultura del hipermercado. No creo que sea para echarse las manos a la cabeza', apunta el escritor argentino afincado en España.

Los críticos anglosajones han señalado que esta vez a Brown se le ha ido demasiado la mano

Ante tanta crítica también hay escritores que defienden a Brown y su manera de crear grandes best-sellers. Uno de ellos es Javier Sierra, autor a su vez de grandes superventas como La cena secreta o El secreto egipcio de Napoleón. Para él, no es posible comparar a los lectores de la época de Dickens con los que tiene ahora Dan Brown.

'Dickens era un gran paisajista de las palabras. En nuestra cultura audiovisual actual esto no es necesario, sin embargo, Brown sí introduce elementos que son propios de nuestro tiempo, y ahí sí es transgresor, como, por ejemplo, páginas web reales o nombres de investigadores y científicos que sí que existen', afirma Sierra. También defiende a Brown frente a Stephen King, a quien considera un autor de 'pura ficción mientras que Brown juega con la realidad. Con sus libros puedes llegar a aprender cómo es la masonería o la noética, que es una ciencia que se ocupa de nuestro pensamiento oculto'.

Precisamente, con respecto a ese ocultismo de tono new age de sus libros, los críticos anglosajones han señalado que esta vez a Brown se le ha ido demasiado la mano. 'Él piensa que la religión está detrás de la caída de los valores humanos y también de la corrupción de la clase política; sin embargo, confunde todas las cosas al mezclarlas con tanto exoterismo', apunta Peter Conrad en The Guardian. Porque al final, como este crítico insiste, 'lo que le interesa de verdad es que suene la caja registradora'. Y eso es lo que volverá a suceder este jueves.

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