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Un thriller que mira al nazismo gana el Nadal

Clara Sánchez recibe el premio por 'Lo que esconde tu nombre', la historia de una pareja alemana, antiguos funcionarios de Mauthausen refugiados en España

LIDIA PENELO

Tiene 66 años, se siente joven y celebró su nacimiento premiando Nada de Carmen Laforet. El Premio Nadal, el más veterano de las letras españolas, se creó con el espíritu de generar savia nueva dentro del plantel literario. Desde 1944 siempre elige la misma fecha, la noche del día de Reyes. Y casi siempre el mismo lugar, el antiguo Hotel Ritz de Barcelona. 'Es la primera fiesta literaria del año y celebrarla al fin de las fiestas navideñas tiene toda la intención', recuerda uno de los miembros más antiguos del actual jurado del premio, Germán Gullón. Si Maruja Torres ganó en 2009 con Esperadme en el cielo, en este recién estrenado 2010 la ganadora del premio convocado por la editorial Destino y dotado con 18.000 euros es la escritora Clara Sánchez (Guadalajara, 1955) con la novela Lo que esconde tu nombre. Un thriller psicológico basado en un hecho real, aunque no se trata de una novela histórica, insisten desde la editorial.

Ganadora del Premio Alfaguara en 2000 con Últimas noticias del paraíso, Sánchez retrata en Lo que esconde tu nombre a tres protagonistas y plantea una trama que se desarrolla en la Costa del Sol de Alicante. Ese es el refugio de un matrimonio alemán octogenario que trabajó en el campo de exterminio nazi de Mauthausen, donde fueron presos unos 7.000 españoles.

El jurado del certamen literario más veterano eligió entre 261 escritores

La pareja establece una relación de amistad con una joven embarazada que ha perdido el rumbo de su vida y encuentra en ellos una especie de norte. La placidez dura hasta que un superviviente del campo, Julián, advierte a la chica de quiénes son en realidad sus nuevos amigos. Julián, que da con todos ellos gracias a la pista que le facilitó un compañero que ha dedicado toda su vida a perseguir a los criminales nazis, es el detonante de toda la historia.

Lectora voraz, Sánchez fue premiada en 2006 con el Premio de Periodismo sobre Lectura que otorga la Fundación Germán Sánchez Ruipérez por el artículo Pasión Lectora. El texto termina así: 'La sangre que circula por el interior de las letras, de las palabras, es absorbida por una mente, que a su vez le entrega todo lo que sabe y lo que ha llegado a ser en esta vida. Y por eso la lectura es el único caso de doble vampirización del que todos salimos fortalecidos, con el corazón más fuerte, y más jóvenes'. Unas frases que sirven de pista para adivinar lo que persigue la autora cuando escribe.

Por primera vez en la historia del premio, no hay obra finalista

Empezó trabajando en una agencia de viajes, luego pasó por un laboratorio farmacéutico hasta que empezó a dar clases en la Universidad, y cuenta que le gusta rellenar las historias que escribe con cosas suyas. Tras publicar La Torre de Cristal, Sánchez dijo que en esta vida ya ha pasado 'por recepción y por el resto de pisos'. 'Creo que ha llegado el momento de estar en la última planta', afirmó. Y ayer por la noche, su sonrisa delataba que se sentía en las alturas.

Destino, que ha editado en España la trilogía Millenium del sueco Stieg Larsson, ha optado por no distinguir a ninguna obra finalista, aunque Gullón comentó que había algunos 'fantásticos'. En total 261 novelas aspiraban a un premio que se ha forjado el prestigio por descubrir escritores como Miguel Delibes, Ana María Matute, Rafael Sánchez Ferlosio o Carmen Martín Gaite. Según el director editorial de Destino, Emili Rosales, entre las candidatas al galardón abundaban las novelas negras, las históricas y las intimistas.

Los miembros del jurado son Germán Gullón, Lorenzo Silva, Andrés Trapiello, Ángela Vallvey y Emili Rosales. Ayer por la tarde, para seguir la tradición, se reunieron para intercambiar impresiones sobre la obra ganadora antes de ir a cenar en el antiguo Ritz.

En la obra, un ex preso del campo reconoce a sus verdugos

Gullón, que lleva 11 años formando parte del jurado, recuerda que las escritoras Josefina Aldecoa y Ana María Matute, cuando les tocó decidir el ganador, se reunían la víspera del premio en una habitación, tomaban copas y charlaban horas de las novelas. 'Se les podía olvidar algún detalle de la trama, pero siempre se ponían de acuerdo sobre la que tenía que ganar', añadió Gullón antes de reivindicar la parte lúdica del premio: 'Antoni Vilanova y los de su generación lo vivían como la gran celebración del año nuevo literario y ese es el espíritu que hay que seguir'.

Germán Gullón recuerda con emoción la edición del Premio Nadal en la que Ana María Matute hizo callar a sus compañeros del jurado para aclarar los criterios a seguir. 'Mi cuento sobre una niña que tiene una muñeca hecha con tres palitos y un pañuelo que le regaló su madre nos puede servir para evaluar las novelas. La niña está encantada con la muñeca hasta que un día de Reyes sus padres le regalan una nueva y le quitan la antigua. La niña rompe a llorar porque quiere su muñeca hecha a mano', contó la escritora.

No se trata de una novela histórica, insisten desde la editorial Destino

La moraleja del cuento es que tiene más valor lo que está hecho con calor humano, lo que contiene el espíritu de lo que sale desde las tripas. Y según parece, el jurado todavía sigue la estela que dibujó Ana María Matute.

MARTA SANZ, escritora y crítica literaria

El premio Nadal ya no tiene finalista. Las razones que esgrime la editorial Destino son económicas, pese a los beneficios obtenidos gracias a Millenium. Siguiendo la corriente dominante que pone en marcha ERES, congela salarios y elimina cestas de Navidad, la crisis justifica la ausencia de esa figura que, en el claroscuro del Ritz, queda casi siempre en las afueras del foco: entre las curiosidades del Nadal en la filantrópica wikipedia, destaca la de que los finalistas tenemos fama de gafes. Sobreponiéndose a supersticiones, ha habido finalistas reincidentes y finalistas que más tarde han ganado consagrándose como promesas cumplidas y cumpliendo, a su vez, una promesa que se habrían hecho a sí mismos.

Los finalistas del Nadal a veces han sido aplaudidos por la crítica incluso por los lectores y otras, no, pero simbolizan el hueco en el que los 'perfiles literarios' sobreviven en el vientre de ballena de las grandes editoriales. Una incógnita frente al peso casi siempre específico de ganadores que, desde hace tiempo y con excepciones loables, eran ya figuras del panorama cultural. Acaso los finalistas recogían el guante de los triunfadores de los primeros Nadales: la intrepidez, la promesa...

Se ha insinuado que los finalistas constituían un incordio: celos, egos que se resquebrajan, peloteras en el hall... Los finalistas han de ser, por definición, gente envidiosa. Sin embargo, también hubo finalistas de buen conformar, así que quizá su desaparición no tiene que ver con la crónica amarilla de la literatura o la estereotipada vanidad del artista, sino con un campo literario en el que se aplica el principio físico y económico de a menor superficie, mayor presión. La diversificación de la oferta ha dejado de ser una estrategia comercial y la homogeneidad es la nota tónica en la lonja del libro. Apuesta segura. Cuentas cuadradas. Café para todos. Stieg Larsson ha sido una gran inversión y los finalistas del Nadal, un despilfarro. No se debe poner en juego la confianza de los inversores.

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