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La revolución pierde a su estratega

Daniel Bensaïd deja una obra monumental que encierra las claves de la resistencia para los revolucionarios del siglo XXI

ANDRÉS PÉREZ

El mundo de la filosofía, de la izquierda real y de las universidades más sabias y populares de Francia está de luto desde ayer al conocer el fallecimiento a primeras horas de la mañana de una inmensa figura del pensamiento crítico. Daniel Bensaïd, teórico del nuevo radicalismo e inspirador de algunas tendencias del movimiento antiglobalización, forjado en la matriz trotskista, murió en París a los 63 años, tras meses de lucha contra el cáncer.

Él ya no está, pero los carteles se han impreso. En ellos figuran muchos nombres de filósofos: Slavoj Zizek, Etienne Balivar y el propio Daniel Bensaïd. Son los carteles de una convocatoria en la universidad de Paris VIII-Saint Denis que lleva el título Potencialidades del Comunismo. ¿A qué realidad da nombre la palabra comunismo hoy? Los encuentros se celebrarán el 22 y 23 de enero próximo. El máximo inspirador y anfitrión de la cita, el propio Bensaïd, profesor en esa universidad, no estará. Sí estará, en cambio, el impulso dejado por sus más de 40 libros de filosofía política, filosofía del conocimiento y filosofía de la historia

Teórico del nuevo radicalismo, inspiró el movimiento antiglobalización

La convocatoria de enigmático nombre resume bien el itinerario intelectual de este pensador nacido en Toulouse, en 1946. Escrutando los más mínimos movimientos del poder y las sacudidas de la sociedad, acabó escribiendo libros que anticipaban y daban forma a protestas fértiles o a nuevas maneras de ver el mundo.

Una de las demostraciones más espectaculares de esa capacidad se produjo en 1995. A partir de su crítica de la postmodernidad entonces predominante, y con el conservador Chirac recién reelegido, el autor dejó dicho en varios libros que, a lo mejor, el momento del pasotismo y el relativismo intelectual se había acabado y llegaban líneas de fractura.

A la carcajada irónica de los pensadores oficiales esos que salen en las tertulias de la tele y la radio sucedió un estruendo. Francia se puso patas arriba con una huelga general de semanas que bloqueó una privatización parcial de la seguridad social y placó al suelo una supresión de jubilaciones. Desde entonces, lo más profundo de la sociedad francesa sigue en sus trece. Y Nicolas Sarkozy es el último de una sin duda larga serie de líderes en probar el amargo gusto de esas Potencias del Comunismo.

De familia judía, apoyó de forma incondicional a Palestina

Es fácil decir de un intelectual muerto que fue precursor. Pero en el caso de Bensaïd, es justo decirlo. Tras participar activamente en la tentativa revolucionaria de mayo del 68, se negó a tranformarla en una adorable reliquia y escribió su Mayo del 68 ¿un ensayo general?

Durante los ochenta, era uno de los pocos en escudarse en un seudónimo para ir a ver a Lula y hablar largo y tendido con él, sabiendo que era figura emergente de la izquierda real y del siglo XXI. Cuando muchos de sus camaradas de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) francesa se encerraban en un sectarismo ultracríptico, él, que era conocedor de Marx, Trotski y Walter Benjamin, propuso y teorizó su disolución, y su transformación en el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), dispuesto a pasar la batuta a jóvenes militantes activos.

Pese a sus diplomas de élite en la Grande Ecole de NormaleSup Saint-Cloud, que le hubieran permitido vivir en el lujo de un altísimo funcionario francés, nunca cedió a la tentación de los oropeles. De familia judía sefarade, comprendió que sus orígenes eran razón de más para un apoyo incondicional a Palestina, lo que le valió acusaciones de antisemitismo. A palabras necias, oídos sordos. La noche del 23, al término del debate, el NPA organiza una fiesta 'militante' en París en su memoria.

MIGUEL ROMERO,  editor de la revista 'Viento Sur' y militante de NPA

Tenía una ambición de conocimiento insaciable. Del conocimiento que crea desafíos, que intranquiliza, que cuestiona, no el de las vulgatas, las doctrinas. Le gustaban las palabras nerviosas, activistas, palabras de vigilia como impaciencia, brecha, bifurcación, intempestivo… Fue marxista por el estudio permanente y por la convicción, abierto y arriesgado, dispuesto a enfrentar los textos clásicos al salto mortal de la realidad.Fue trotskista de “un cierto trotskismo, sin duda insuficiente, pero no menos necesario para deshacer la amalgama entre estalinismo y comunismo, liberar a los vivos del peso de los muertos y pasar la página de las desilusiones”. Construyó un pensamiento político original, basado en una cultura enciclopédica, en el que tuvo tanta influencia Lenin como Walter Benjamin.Cada decenio post-68 protestaba por la obligación de escribir textos conmemorativos que pudieran sonar a añoranza de “ex-combatientes”. Pero siempre fue leal a aquel despertar que mostró la vigencia de las bifurcaciones “a la izquierda de lo posible”.
Fue, por encima de todo, un militante internacionalista. Esa era la fuente de la enorme energía que desplegaba más allá de su frágil salud, escribiendo un libro tras otro, viajando de aquí para allá, siempre a disposición de sus camaradas, antes de la LCR, ahora del NPA. Tenía una idea cálida, vitalista, fraternal de la militancia. Se sentía a gusto en las distancias cortas, en la convivencia, en el debate con gentes diversas, críticas, inteligentes, como las que le acompañaron en la revista Contretemps.Probablemente se encontrarán entre sus papeles cuatro o cinco libros en marcha, no sé cuántos viajes en su agenda, lecturas pendientes de Sacristán o de Robert Louis Stevenson. Nos deja irremediablemente solos a los que le quisimos.

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