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Enrique Vila-Matas jubila a los últimos editores

El escritor cambia Anagrama por Seix Barral con Dublinesca y hace balance

PEIO H. RIAÑO

Una de las pocas cosas en las que no había hurgado Vila-Matas (Barcelona, 1948) en su universo irónico era la extinción de los 'editores que todavía leen y a los que les ha atraído siempre la literatura'. Cuando el año pasado decidió cruzar el charco para bañarse en las cálidas aguas de un gran grupo como Planeta (en su sello Seix Barral), decidía abandonar todo lo que sentencia en su nueva novela, Dublinesca.

Así como los jóvenes japoneses abrumados por la presión sociedad deciden aislarse en su casa (hikikomori), Samuel Riba, 'el editor literario tan cuesta abajo', se refugia en su catálgo, se entierra en sus recuerdos y reniega de su vejez. Su personaje pasa por los peores momentos de su vida: la rama noble de su oficio se extingue. Cerró hace dos años tras 30 años 'de trayectoria independiente' y está a la espera de vender su patrimonio a una editorial extranjera. La rabia le impide ver la verdad: 'Nunca se distinguió por sus buenas gestiones económicas' y le perjudicó 'su fanatismo por la literatura'. Es inevitable ver en la sombra de este personaje a su antiguo editor, Jorge Herralde.

La naturaleza digresiva de la novela y las llamadas a la reflexión metaliteraria, camuflan al autor y sus lecturas en todos y cada uno de los personajes que ha creado, a partir de patrones de otros seres reales. Lo vivido y lo narrado va cosido con puntadas de sarcasmo, con las que Vila-Matas trabaja entre la biografía y la ficción. El futuro decrépito y apocalíptico anuncia un cambio inminente al que es imposible oponerse: Gutenberg por Google.

Samuel Riba es por momentos un ególatra inaguantable al que le amarga tener que buscar autores, 'seres tan enojosamente imprescindibles', sin los que no sería posible 'el tinglado'. En otros, es retratado como un tierno descarriado en el absurdo: si el final del libro impreso provoca rechazo en el lector y en el escritor, ¿por qué el rumbo está deinido y la suerte del papel echada? Riba zozobra huérfano de identidad, no sabe quién era antes de su catálogo. Falta su vida, 'falto yo'.

El viaje de nuevo, el viaje interior. A pesar de que Riba admira a los escritores que cada día emprenden camino hacia lo desconocido sin moverse de su cuarto, él necesita viajar a Dublín, no sabe por qué, pero viajará y lo hará el 16 de junio, Bloomsday. Podría ser una escapada para tratar de arreglar lo que no tiene arreglo. El personaje se debate entre Dublín y Nueva York. Sin el primero no tendría realidad, sin el segundo mito y sueño. Sin ambos su vida sería mucho más difícil.

Uno de sus amigos le aconseja 'dar el salto inglés' y salir del embrollo afrancesado que reconoce como familiar. El salto inglés o irlandés le convertiría en más divertido y ligero, pero también le acercaría peligrosamente a su mayor enemigo, la bebida. El editor en retirada rompió con el alcohol hace muchos años, antes de que su mujer rompiera con él, harta de verle al borde de la muerte. Pero la cabra no puede evitar el monte.

Si creían que Vila-Matas dejaría de ocuparse de la enfermedad de la literatura tras Exporadores del abismo, estaban equivocados. 'El viaje de la lectura pasa muchas veces por terrenos difíciles que exigen capacidad de emoción inteligente, deseos de comprender al otro y de acercarse a un lenguaje distinto al de nuestras tiranías cotidianaas', piensa el editor en extinción, que se negó a subirse a los réditos de libros manchados por los vampiros góticos y murió en la pelea.

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