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El hombre que quiere ver a Erice en 3D

El Festival de Las Palmas dedica una retrospectiva al director canadiense Atom Egoyan, autor de Exotica y Chloe

CARLOS PRIETO

Ojo al dato: vuelve Atom Egoyan (1960). ¿Le recuerdan? Es ese cineasta canadiense que en los años noventa provocaba estallidos de gozo en el circuito de versión original con sus enigmáticos puzzles narrativos, sus personajes ensimismados y sus reflexiones sobre el impacto de las tecnologías de la imagen en nuestras vidas.

Pero luego todo cambió: el autor de Exótica (1994) y El dulce porvenir (1997) empezó a tener problemas para encontrar financiación y se vio obligado a embarcarse en proyectos más convencionales. Y nosotros, por cierto, sin enterarnos: al margen de su continuo paso por festivales, su última obra estrenada comercialmente en España, Ararat, data de 2002.

Hasta que llegó Chloe (2009), un thriller sexual protagonizado por Liam Neeson y Julianne Moore que Egoyan presentó ayer en el Festival de Las Palmas, que le dedica una retrospectiva, y que ya había inaugurado la pasada edición de San Sebastián.

'En cierto modo soy un superviviente. Porque de eso se trata, de sobrevivir', dice para explicar sus equilibrismos dentro de la industria, donde alterna obras personales realizadas con cuatro duros (Citadel, por ejemplo, se rodó en Beirut con una cámara digital) con películas que requieren de estrellas de peso.

'En Toronto, El sol del membrillo salió elegida el mejor filme del siglo XX'

'Más que un paso atrás es una vuelta a mis orígenes. Pude pagar películas como Next of Kin (1984) y Family Viewing (1987) gracias a mis trabajos en televisión. Aunque la diferencia es que ahora es mucho más difícil financiar y distribuir películas de autor de mediano presupuesto', cuenta Egoyan a Público.

La industria ha cambiado mucho en los últimos 20 años. Y también los espectadores. 'Digamos que les falta paciencia. Tienen la capacidad para absorber varias imágenes al mismo tiempo, en distintos formatos, pero no parecen capaces de concentrarse en una sola imagen. Y si esta es detallista, mucho menos', explica. Y procede a dar un ejemplo de lo que entiende por cine a prueba de cerebros dispersos: 'En Toronto hicieron una encuesta hace poco para elegir la mejor película del pasado siglo. Ganó El sol del membrillo (Víctor Erice, 1992). Es un filme maravilloso, pero el nivel de detalle es tal que requiere mucha atención. Hoy en día es difícil que el espectador pueda estar tan concentrado'.

Cuando se le recuerda que Erice lleva 20 años intentando rodar otro filme, se sube por las paredes. 'Es importante que se puedan seguir filmando historias de tanta relevancia cultural. Otro asunto sería saber quién tiene que financiarlas. Probablemente el Estado, aunque está claro que tiene otras cosas de las que preocuparse', dice. Pero como si quisiera que quedara clara su condición de cineasta versátil, Egoyan no tiene reparo en confesar que le 'gustó mucho' Avatar y que le 'encantaría poder rodar un filme en 3D', aunque duda mucho que alguien le pagara el capricho.

'¿Financiaría un productor cine de autor en 3D? No lo creo, aunque nunca se sabe. Quizás se acabe convirtiendo en algo convencional, como ya ocurrió antes con otras tecnologías, como el formato panorámico', razona. ¿Acabaremos entonces viendo una película de Erice en 3D? '¿Dónde hay que firmar?', se pregunta entre risas.

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