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El enigma Delibes

 

 

IGNACIO ECHEVARRÍA

Puede que con Miguel Delibes haya fallecido el último escritor español genuinamente popular. Esto, así dicho, suena aventurero, pero si se hace el razonamiento adecuado la afirmación no tiene vuelta de hoja. Como mucho, cabe precisar que el término popular se emplea aquí en una acepción que apenas coincide con aquella que, de un tiempo a esta parte, tiende a desplazarla: la de mediático. No, Delibes no es, no ha sido nunca un escritor mediático, como sí son la mayoría de los que hoy son calificados, con admiración o con desdén, lo mismo da, como escritores populares. Los tiempos no tan remotos en que Delibes labró su popularidad ignoraban todavía la mecánica previsible de los superventas, sabían poco del márketing y la publicidad, de campañas y de fenómenos más o menossubnormales.

Los tiempos de Delibes sabían poco del márketing y de fenómenos más o menos subnormales

Sí, es cierto: la fortuna literaria de Delibes la decidió, en enero de 1948, el haber obtenido el premio Nadal con su primera novela: La sombra del ciprés es alargada. Pero cualquier parecido entre las implicaciones que esto tenía hace 60 años y las que tiene en la actualidad es puracoincidencia.

La personalidad pública de Delibes, por otro lado, en nada se parece a la de Cela, por ejemplo. La popularidad de Cela, ya se sabe, se fue independizando cada vez más de la afición por sus libros, que muchos compraban pero no todos leían. O mejor dicho, que todos compraban pero no muchos leían. El caso de Delibes es muy distinto: su popularidad es un efecto directo de su capacidad portentosa para conectar con los lectores a través del tiempo y de las generaciones. Los éxitos de Delibes son éxitos de lectura. Y más que eso: son éxitos literarios, en el sentido restringido que niega esta etiqueta a tantos libros en que el éxito es un indicador sociológico de gustos y de tendencias en los que, por sí misma, la literatura cuenta poco o nada.

Cabe preguntarse cuál es la fórmula de Delibes, aquello que explica esa popularidad conquistada y sostenida con aparente naturalidad, sin el respaldo de camarillas ni de grandes operaciones editoriales, con el aplauso de la crítica, con la consagración de la academia, con el respeto de sus colegas, sin casi contestación por parte de los escritores más jóvenes.

Su popularidades un efectode su capacidad para conectar con los lectores

La respuesta, probablemente, proviene de esa mencionada naturalidad. Ningún escritor más alejado del prototipo romántico. Ningún escritor más casero, más de clase media, más dotado de sentido común. Ningún escritor menos imbuido de sí mismo. Ningún escritor y esto es determinante menosprogramático.

Delibes irrumpe en la escena literaria de la posguerra española sin grandes ideas, sin grandes proyectos, sin recetas. Dotado de un infalible oído para la lengua y de un extraño, inexplicable instinto literario, tanto más sorprendente en alguien que se declaró siempre como un lector poco sofisticado, ni siquiera demasiado asiduo, reclamado como estaba por su afición a la naturaleza y a la caza, por su oficio de periodista, por sus obligaciones como padre de familia numerosa.

Este escritor sin escuela, moldeado por lo que en una ocasión me atreví a denominar el realismo cristiano de Occidente, acertó, a lo largo de cinco décadas, a renovarse continuamente y a entregar a un público amplísimo pero no inculto libros que, en cada ocasión, acertaban a pulsar la cuerda más vibrante de su sensibilidad moral y de su gusto estético.

Ningún escritor español puede competir con un historial como el suyo. Su obra,ineludible en cualquier recuento que se haga de la literatura española del siglo XX, es imprescindible, además, para cualquier intento de reconstruir la evolución de la sociedad española durante losúltimos 50 años.

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