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Agatha Christie inédita

Salen a la luz en un libro los cuadernos privados de la gran dama del misterio, que incluyen notas previas, borradores y esbozos

JESÚS ROCAMORA

Cuenta Mathew Prichard, nieto de Agatha Christie (1890-1976), que hay que estar loco de remate para viajar de Dublín a Canadá con el único objetivo de asistir a la representación de una obra de teatro de su abuela. El loco no podía ser otro que John Curran, 'un irlandés tranquilo, que gastaba lentes', y completamente fascinado por la obra de la gran dama del crimen. Tan fascinado que, tiempo después, en noviembre de 2005, de visita en la casa de verano que Christie tenía en Greenway (suroeste de Inglaterra), en vez de pasear por sus jardines prefirió encerrarse en 'el cuarto del fax', un habitación de poco más de tres metros en la que se conservaba el archivo de Agatha Christie.

'Fue en ese cuartito donde floreció la historia de amor que John ha tenido y tiene con los cuadernos de Agatha Christie', resume su nieto en el prólogo de Agatha Christie. Los cuadernos secretos (que publicará en España Suma de Letras), un libro fruto de las horas que Curran entregó a descifrar la mala caligrafía de la autora de La ratonera.

En total son 73 cuadernos con notas y escenas suprimidas

En total, Curran ojeó y manoseó más de 70 cuadernos durante los últimos cuatro años hasta casi memorizarlos. Había de todo tipo, colores, marcas, precios y formas, algunos sin tapas, otros con las grapas oxidadas por el tiempo y páginas rayadas. De ellos no sólo sacó 'todos los entresijos, la materia prima de todas sus grandes obras', como reconoce su nieto, también reveló la existencia de dos relatos inéditos: La captura de Cerbero y El incidente de la pelota del perro.

'Vi por primera vez los cuadernos de Agatha Christie el viernes 11 de noviembre de 2005. Mathew Prichard me había invitado a pasar el fin de semana en Greenway para que valorase el estado en que se encontraba antes de que comenzaran las obras de restauración necesarias para devolverle la gloria de antaño', cuenta Curran en la introducción, donde aprovecha para describir con deleite unos escenarios por los que también pasearon los personajes de Christie.

Incluso la decoración interior del caserón le trajo a la memoria algunos de los casos de la escritora: los retratos familiares le evocaron Navidades trágicas y el piano de cola del salón El truco de los espejos. 'En lo alto de la escalera había dos habitaciones cerradas, custodios silenciosos de un tesoro literario inimaginable y máximo objeto del deseo de cualquier entusiasta de Agatha Christie', escribe Curran, para referirse a la librería de la autora, repleta de primeras ediciones, muchas autografiadas, manuscritos, cartas, contratos, carteles, anuncios y fotografías. 'En una de las estanterías más bajas había una caja de cartón normal y corriente, dentro de la cual se guardaba la colección de sus viejos cuadernos escolares...', escribe.

Curran trató de retener toda la 'fascinante información' posible 'después de una lectura exhaustiva', cuenta: 'El hecho de que Muerte en el Nilo estuviera en principio destinada a ser un relato para señorita Marple... El hecho de que hubiera más de diez personajes en las primeras fases de la elaboración de Diez negritos... El hecho de que de repente supe qué intenciones tenía con el final de La venganza de Nofret... El hecho de que hubiera sopesado distintas soluciones para La casa torcida...'.

Escenas originales y suprimidas, anotaciones, originales y mucho material que data de sus comienzos de escritora. Entre ellos, aparecieron El incidente de la pelota del perro, un relato conocido entre los expertos, y lo que Curran denomina 'el Descubrimiento: un relato sobre Poirot que nunca había visto la luz, un relato que había permanecido en silencio, entre una cubierta y una contracubierta, olvidado durante más de 60 años'. Era La captura de Cerbero.

Que el escritor llegara a un acuerdo con el nieto de Christie para publicar el contenido de los cuadernos y ambos relatos era cuestión de tiempo.

También incluyen apuntes personales anteriores a su labor como escritora

La propia Christie menciona sus cuadernos en su Biografía: 'Tengo media docena a mano, y los utilizo para tomar notas de las ideas que se me ocurren, o algún apunte sobre un veneno o un medicamento, o bien una jugada inteligente en una estafa, de la que he tenido noticia gracias al periódico'.

Los cuadernos secretos revelan de tal manera el proceso de creación de Christie que quienes no conozcan la solución a sus puzzles mortales corren peligro de enterarse de lo que no deben. No es tontería: cada capítulo de Los cuadernos secretos contiene al comienzo una advertencia con las soluciones que se revelan y los títulos sobre los que se da demasiada información. Según señala Curran, en unos casos, apenas hay esquemas o listas de personajes, como es el de la emblemática Muerte en el Nilo (en el Cuaderno 30), mientras que otros tienen notas en abundancia, como Intriga en Bagdad (cien páginas) y Cinco cerditos (75 páginas).

Un caso especial es el de Diez negritos, tal y como reveló en su Autobiografía: 'Tenían que morir diez personas sin que aquello resultara ridículo y sin que el asesino fuese obvio. Es un libro que escribí tras un tremendo esfuerzo de planificación'. Para Curran, 'por desgracia, no se conserva ni rastro de este trabajo preliminar. Lo que se conserva en el Cuaderno 65 sigue casi al pie de la letra el desarrollo de la novela. Y es difícil creer que la pudiera haber escrito directamente sobre la página'.

Con todo, no se puede decir que haya una unidad en los cuadernos. Christie cogía uno al azar y escribía. Su uso fue irregular: el Cuaderno 35 tiene 220 páginas de notas, mientras el Cuaderno 72 tan sólo tiene cinco. Algunos, ni siquiera tienen relación con su producción literaria: los 11, 40 y 55 constan sólo de fórmulas químicas, 'y parecen datar de sus tiempos de aspirante a empleada de farmacia'. El 73 está todo en blanco. Algunos incluso contienen notas personales: una lista de muebles para su casa de Sheffield Terrace (Cuaderno 59), por ejemplo.

En una trayectoria literaria de más de 55 años y dos guerras mundiales, hay que suponer que algunos se perdieron. No hay notas previas ni borradores de algunos de sus primeros textos, como Asesinato en el campo de golf (1923) o El misterio de las siete esferas (1929), pero a partir de los años treinta, los únicos títulos que no tienen anotaciones son el célebre Asesinato en el Orient Express (1934), Cartas sobre la mesa (1936) y Matar es fácil (1939). Parece que 'se han perdido muy pocos cuadernos'.

En total, de sus casi 150 relatos cortos, se documentan menos de 50. 'Cuando escribió los primeros relatos breves no se consideraba una escritora profesional. Sólo tras el divorcio, cuando tuvo la consiguiente necesidad de ganarse la vida, se dio cuenta de que la escritura era en efecto una profesión', explica Curran.

Por contra, existen notas de la mayoría de sus piezas teatrales, 'incluidas algunas desco-nocidas', de su Autobiografía, de sus poemas y de las novelas que publicó bajo el seudónimo de Westmacott.

Un inédito da un retrato de Hitler, razón por la que no fue publicado

Continúa Christie: 'Es un gran placer encontrar algo garabateado deprisa y corriendo cuando repaso sin demasiado interés un montón de viejos cuadernos escolares. A menudo me sirve de estímulo, si no para escribir una novela con una trama idéntica sí al menos para escribir otra cosa'. Y en sus cuadernos se pueden ver que hay tramas y temas que se repiten: relatos inspirados en canciones de cuna (Diez negritos, Cinco cerditos, Tres ratones ciegos), otros que se desarrollan siguiendo las reglas de un determinado juego (Una extraña broma, Se anuncia un asesinato), e incluso algunos inspirados en crímenes verdaderos.

Muchos repiten fórmula: ahí están las muertes cometidas en medios de locomoción: el tren (Asesinato en el Orient Express), en barco (Muerte en el Nilo) y avión (Muerte en la nubes). Otras preferencias de Christie incluyen los casos en casas de campo, donde 'un grupo de personajes variados comparten un escenario aislado durante el tiempo suficiente para que se cometa un asesinato, se investigue y se resuelva' (El misterioso caso de Styles fue el primero). Especialmente macabros fueron los cometidos por enfermeras, doctores, dentistas, farmacéuticos y expertos en venenos (Un triste ciprés). Y entre sus técnicas favoritas estaba el doble farol, que utilizó, entre muchos otros, en Sangre en la piscina, Inocencia trágica y Testigo de cargo.

Aún considerados estos cuadernos como 'un material literario de primerísima magnitud y de valor incalculable', nada sería lo mismo sin los inéditos. La captura de Cerbero es un 'pequeño misterio' para los especialistas en su obra. Existen dos versiones del relato. Una debía haberse publicado en la revista The Strand (como muchos otros relatos suyos) aunque no lo hizo finalmente. La otra, encontrada en los cuadernos, es 'una versión alternativa y muy distinta en potencia', de ahí su atractivo en este tomo. Según Curren, la razón por la que nunca se publicó fue política: Christie hablaba de las dos guerras y ofrecía un retrato de August Hertzlein, 'dictador de dictadores', trasunto de Hitler, descrito con 'cabeza apepinada y bigotillo negro'.

El otro inédito, El incidente de la pelota del perro, es cien por cien reconocible en el estilo Christie: 'Un pequeño pueblo, una dama entrada en años, adinerada, y sus parientes avariciosos', describe Curran, que también sigue unas pistas imaginarias hasta resolver el misterio de por qué no había salido a la luz: se escribió en 1933 y nunca fue ofrecido para su publicación, si bien fue reelaborado y transformado hasta llegar a ser una novela: El testigo mudo.

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