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"La codicia ha acabado con el planeta"

José Emilio Pacheco. El próximo día 2 el autor mexicano recoge el premio más importante de las letras en Castellano, el Cervantes

LUIS GARCÍA MONTERO

A José Emilio Pachecho (Ciudad de México, 1939) le gusta ahogarse en un vaso de agua. Es tímido, duda, juega con su torpeza, se siente desorientado en este río de premios y reconocimientos que ha recibido al cumplir 70 años. Pero su naufragar en un vaso de agua, es sólo la consecuencia de tomarse en serio la navegación por los mares más anchos de la vida y la poesía. Junto a su mujer, la escritora y periodista Cristina Pacheco, es hoy una referencia ética imprescindible en su país, tierra firme a la hora de sostener las palabras verdaderas que dignifican la condición humana.

Su obra como poeta, narrador y ensayista, supone una meditación sobre la realidad. Nunca ha cerrado los ojos, nunca ha cambiado su lucidez por el cinismo o la ingenuidad. Por eso se enfrenta a la violencia del mundo y al óxido del tiempo.

Pero sabe que la conciencia de lo negativo no puede significar una renuncia, el olvido de la responsabilidad humana. El lugar de la poesía añora un ámbito de la resistencia. El mundo es catástrofe por culpa del ser humano, pero es también una página que permite otra escritura, una opción distinta. En el libro Siglo pasado (2000), después de acercarse a la realidad cruel que ha caracterizado el siglo XX, escribe un poema titulado Poesía, en el que destaca una ética de la lucidez y la resistencia: 'Contra la noche oscura / una pantalla que arde / y una página en blanco'.

¿La poesía sigue siendo una pantalla o una página contra la noche?

La pantalla se ha enturbiado por reflejar tantos horrores y la página está manchada de sangre. Es aterrador lo que sucede cada día en el mundo y, sobre todo, en esa mínima parte del mundo que se llama México.

Pero lo que parece más lejano se acaba mezclando con la vida. La gente aprendió a enamorarse durante años con la sentimentalidad modernista. La poesía entonces se hizo popular, se filtró en las canciones. Y en tu vida. ¿Fueron importantes las temporadas vividas en Veracruz?

Aún no sé explicarme muy bien lo que sucedió con el modernismo... cómo una poesía tan de élite se convirtió a la vuelta de dos décadas en algo tan popular, en todos los sentidos, como la obra de Agustín Lara. De niño y adolescente me tocó vivir en Veracruz, su cuartel general, el auge de Lara, autor no sólo de boleros y chotis, sino de danzones y muy buenos tangos. Estar allí, aunque fuera a tiempo parcial, resultó decisivo para mi futuro trabajo. Fue una suerte vivir la mezcla caribeña de las culturas indígena, española, negra, francesa e inglesa (a través de Nueva Orleans) y de todo lo que llegaba de todas partes en los barcos.

'Intenté no cerrar los ojos ante el mal en todas sus manifestaciones'

Y la conciencia del pasado, y una abuela con ganas de contar. ¿Una abuela puede ser más importante en la formación literaria que una universidad?

Mi abuela Emilia Abreu fue la figura capital de mis dos a mis once años. No era una mujer culta, al contrario. Venía de una familia de inmigrantes muy pobres que a fuerza de trabajar como locos (y seguramente de explotar a los mexicanos) se enriquecieron en una generación. Pero con su talento natural me enseñó a leer a los cuatro años y me dio el gusto por el verso y el relato. Sin embargo, con ser tan grande su enseñanza, en modo alguno sustituye a lo que se aprende en la universidad.

Las desgracias provocan diálogos inesperados, como la importancia del exilio español republicano en su formación.

El exilio español fue lo mejor que me podía haber pasado. Recibí su influencia en los trabajos editoriales, la cátedra, las revistas, pero sobre todo en el trato directo gracias a dos instituciones ya casi desaparecidas en México: el café y la sala de redacción.

En España es muy conocido uno de sus maestros, Octavio Paz, y menos Jaime Sabines. ¿Cómo lo presentaría?

La poesía es una de las muy pocas cosas que han funcionado bien en mi país por lo menos desde 1884 (si nos olvidamos por un instante de la maravillosa Sor Juana). Hay poetas excelentes como Ramón López Velarde, Rubén Bonifaz Nuño, Jaime Sabines, Eduardo Lizalde y José Carlos Becerra, que apenas ahora empiezan a conocerse en España.

En cambio, los jóvenes poetas me han dicho que sí han leído a Hugo Gutiérrez Vega, Marco Antonio Campos y Jorge Ortega. El desconocimiento de algunos nombres no es arrogancia imperial, sino que resulta imposible que aquí tengas en la cabeza a 200 poetas importantes que están escribiendo en este momento. Sabines es el único poeta mexicano que ha logrado un contacto real con los lectores en el mismo plano que Mario Benedetti. Pronto será muy conocido en todo el ámbito de la lengua española. Lo merece.

Desde No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969), los heterónimos forman parte clave en su creación. ¿Es una técnica que tiene que ver con su deseo de ponerse en lugar del otro, de distanciarse de todo egocentrismo?

'Todavía hay quienes no creen en el cambio climático'

Puede ser eso, en tu visión muy generosa, pero también un juego en serio, fruto de la amistad discipular con Max Aub, la lectura de Antonio Machado y el descubrimiento de Pessoa en la traducción de Octavio Paz. Por ejemplo, me invento un personaje novelístico, Julián Hernández (nombre extraído de la Historia de los heterodoxos españoles de Marcelino Menéndez y Pelayo), un escritor fracasado que a los 60 años y en los sesenta del siglo escribe poemas amargos y rencorosos sobre la vida literaria.

Hernández no era yo en modo alguno: tenía menos de 25 años y contaba con buena aceptación gracias a mis primeros libros. Mucha gente creyó en la existencia real de Hernández y escribió sobre él. Jugué limpio: llamé al cuaderno Cancionero apócrifo, mencioné a Max y puse citas de Pessoa y Machado. Fue en vano.

¿Y el papel de los animales en sus poemas? Cada vez es mayor la conciencia ecológica sobre ellos. ¿La destrucción de la naturaleza forma parte de la desolación del presente?

La destrucción de la naturaleza es brutal y todavía hay quienes no creen en el cambio climático que nos afecta en dondequiera y en todo momento. La codicia ha acabado con el planeta. Hay que ver lo que era la Ciudad de México y lo que es ahora. Su fealdad me parece un insulto al ser humano y una causa coadyuvante de la violencia que terminará por borrarnos.

¿Le ha ayudado su trabajo en la prensa a tomar conciencia de que toda creación es un diálogo con la fugacidad, igual que toda vida?

El periodismo es la mejor escuela de humildad. Lo que con tanto esfuerzo hicimos en una semana (la edición del suplemento, la escritura de la crónica) minutos después ya no existe y hay que empezar de nuevo. Más agudo es el caso de las colaboraciones para la radio y la televisión. Pero no podrían ser perdurables sus productos. Basta con que cumplan su función por un segundo lo mejor que se pueda.

El sentido de la fugacidad está ya presente en su primer libro, Los elementos de la noche (1963). A Mario Vargas Llosa le sorprendió la madurez de su mundo, algo muy raro en un primer libro.

Mario Vargas Llosa es de los pocos novelistas a quienes les gusta la poesía. Esa reseña generosísima de Los elementos de la noche la escribió cuando acababa de aparecer La ciudad y los perros. Él era ya un gran escritor y yo menos que nadie. Fue un estímulo inmenso para mí y, casi medio siglo después, mi gratitud no ha cesado. Cuánto lamento no haber vuelto a verlo.

¿Ese sentido de la fugacidad, de la fluidez del tiempo, es la razón de que su poesía completa, que ahora se publica en España, se titule Tarde o temprano?

'El exilio español fue lo mejor que me podía haber pasado'

La historia es más prosaica. Llamé Tarde o temprano al libro que en 1978 me pidió José Luis Martínez para el Fondo de Cultura Económica, porque a mis amigos les pareció muy prematuro publicar unos poemas reunidos antes de los cuarenta años. Después, porque tarde o temprano tendría que recoger esos primeros libros y, por último, porque tarde o temprano no quedaría de ellos un solo verso.

Una idea rigurosa de la fugacidad que aplica a sus versos. También a su ciudad. La magnífica novela Las batallas en el desierto, que ahora se publica en Tusquets, cuenta historias personales y la historia de un México desaparecido. ¿Su amor por la ciudad ha agravado su conciencia , sobre todo después del terremoto, de las contradicciones de la realidad?

En los años setenta cobré cierta fama de apocalíptico. Ahora veo que era de un optimismo casi infantil. Cómo iba a imaginarme un 2010 con los muertos, torturados y decapitados de todos los días en México y con horrores como los terremotos de Haití y de Chile. Intenté no cerrar los ojos ante el mal en todas sus manifestaciones. Hice el que, supongo, es el único poema acerca del desastre mexicano de 1985, y también resulta muy leve ante lo que sucede ahora. El título de Miro la Tierra (1986), por cierto, está tomado de Rafael Alberti. Hoy, como entonces, suscribo los versos suyos que utilicé como epígrafe y resumen mejor que yo cuanto digo: 'Miro la Tierra, aíslo/ en mis ojos, atento, una pulgada./ ¡Qué desconsolador, feroz y amargo/ lo que acontece en ella!'.

¿Sigue notando el miedo de los preceptistas a la ruptura con el concepto convencional de alta poesía? En su último libro, La edad de las tinieblas (2009), publicado aquí por Visor, se escriben poemas muy emocionantes sobre cosas sencillas como una pastilla de jabón. ¿La profundidad está bajo lo sencillo? ¿Cuesta trabajo defender, como decía Zaid, 'la poesía que sí se entiende'?

Escribo lo que puedo, de la única manera en que es posible hacerlo para mí, y confío su defensa, si hay defensa, a los poemas mismos. No polemizo. No tengo tiempo ni fuerzas. Desde que publicamos nuestros primeros poemas hay gente a quienes le parecen que no valen nada y otros que los aprueban y celebran. No he mendigado la aprobación de nadie y tampoco me interesa prohibirle a nadie que escriba lo que quiera y como quiera. Kipling decía que hay cien maneras distintas de escribir versos y todas son correctas.

Es un enamorado de México, pero poco localista. Es un lúcido denunciador de los males del mundo, pero surge de su pensamiento una extraña vitalidad decidida. ¿Su fuerte presencia ética se debe a altas traiciones asumidas frente al patrioterismo y la renuncia?

Me alegra y te agradezco que veas lo positivo en donde otros nada más quieren ver la negatividad y la lamentación...

Bueno, pues demos la vuelta a dos de sus versos más famosos: 'Ya somos todo aquello / contra lo que luchamos a los veinte años'. ¿Qué le queda del muchacho que era usted, que éramos todos, a los 20 años?

Habría que preguntárselo a él, no puedo responder por la otra persona irrecuperable que fui a los 20 años. Me temo que me reprocharía verme recibiendo premios, contestando entrevistas y haciendo discursos. Él estaba muy en contra de todo esto, de cuanto no fuera estrictamente el trabajo de escribir. Tampoco le gustaría asistir a mi inevitable ruina física. Pero confío en que no se sentiría traicionado en lo esencial. Él se propuso que escribiría hasta el fin, aun en contra de todos los obstáculos negativos y positivos. Y no sé por cuánto tiempo más pero aquí estamos.

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