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Abajo los cuentos de hadas

Bene Bergado reflexiona en Hom@ sobre las normas de exposición, las emociones humanas y el capitalismo

GUILLAUME FOURMONT

Ojo, todo lo que leyó y escuchó de pequeño sobre príncipes y princesas, brujas y magos, debe borrarlo de su memoria. ¿Por qué? Porque los cuentos de hadas sólo sirven para reproducir y difundir los valores de una sociedad conservadora. Algo intuíamos, pero ahora lo confirma el esqueleto de una rana gigante de dos metros, con corona.

No se trata de un príncipe abandonado que murió por no encontrar a su princesa. Es el Homo Sentimentalis: 'Los restos de un prototipo que desapareció', según Bene Bergado (Salamanca, 1965), la autora de una escultura que sorprende más que asusta. Sólo marca el principio de la exposición Hom@ en la galería Espacio Mínimo de Madrid, una muestra que busca la reflexión sobre las emociones, el porqué de las exposiciones y, por si fuera poco, del capitalismo.

'Las historias infantiles impiden sentir emociones cuando eres adulto'

'La rana refleja la falta de educación emocional en nuestra sociedad. Las emociones están en todo, pero no las vemos, porque no nos educan para sentirlas. Los cuentos infantiles sólo sirven para que los niños tengan en el futuro sus puestos en la sociedad, y no facilitan el desarrollo de las emociones cuando eres adulto', sentencia Bergado.

La artista lleva en la mano Intimidades congeladas. Las emociones del capitalismo, de la socióloga Eva Illouz. En ese libro la autora muestra que las relaciones íntimas se definen cada vez más por modelos económicos y políticos de negociación e intercambio, una conclusión que asusta a Bergado: 'El capitalismo propicia una serie de prejuicios y se aprovechan de ello. La publicidad usa el mundo emocional para vender'.

Muerte anunciada

'La rana refleja la falta de educación emocional en nuestra sociedad'

Tras soportar los efectos de la crisis financiera mundial, ya es tiempo, según la artista, de reflexionar sobre el sistema. Antes de que todo sea perdido, Bergado da avisos: platos blancos y dorados con las marcas de dientes. Llevan los símbolos de peligros biológico, nuclear y tóxico. Hasta comer se ha convertido en un peligro: 'Me inspiré en la historia del rey Midas que convertía todo lo que tocaba en oro. Así convertimos nosotros nuestros objetos y acabaremos comiendo los contenedores de basura en una época en la que somos más conscientes que nunca de la toxicidad de las cosas'.

Porque si seguimos escuchando los cuentos de hadas del capitalismo, el riesgo es acabar en un charco de petróleo como el Homo Capitalensis: los restos de un tórax humano se hunden en el chapapote, un omoplato se ha convertido en aleta de tiburón. La pieza está en la planta inferior de la galería, 'como si se bajase al infierno', apunta Bergado. Ella hace un guiño a un continente que le fascina: África. 'Mientras iba colocando el chapapote, me di cuenta de que tomaba la forma del continente sub-sahariano. Es el más rico de todos, es de dónde venimos, pero es el más maltratado', dice Bergado.

Las esculturas están hechas de poliuretano a partir de réplicas de animales y humanos utilizadas en museos. El trabajo de Bergado no sólo tiene un mensaje social, sino que también critica las taxonomías museísticas, es decir, las convenciones de clasificación y de exposición de los objetos. 'Todas mis obras tienen un hábitat natural, un estrado para mostrarlas', dice.

Cerca del Homo Sentimentalis, un esqueleto medio hombre medio animal agoniza en una habitación, cerca de una estufa. Se esconde bajo una alfombra. Quizá soportase la realidad si levantara la cabeza. 'Si no lleva la corona de la rana es porque el poder es una trampa', concluye Bene Bergado.

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