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El primer cowboy flamenco

Música. El próximo 26 de mayo se publica 'Alegrías', un álbum sorprendente que mezcla el folk de raíz americana con las armonías y arreglos farrucos.

JESÚS MIGUEL MARCOS

A finales de los ochenta, el músico estadounidense Howe Gelb se retiró al desierto de Joshua Tree, en California. Un amigo suyo había comprado allí unas parcelas y necesitaba a alguien que las vigilara. Gelb acababa de divorciarse de su primera mujer y decidió que no le vendría mal una temporada de soledad, viviendo en una caravana en medio de la nada. Había publicado tres discos con su grupo Giant Sand, que alcanzaron cierto éxito y le permitieron realizar sus primeros tours internacionales. Al desierto se llevó su guitarra y sólo tres discos: la banda sonora de Miles Davis para Ascensor para el cadalso, del francés Louis Malle, el Swordfishtrombones, de Tom Waits y una grabación de Tomatito que le habían regalado en España cuando vino de gira.

El duende de las seis cuerdas de Tomatito flotaba en el aire seco y vacío del Joshua Tree como un intruso y seducía a Gelb en su primer encuentro con el flamenco. Veinte años después, el músico se reencontraba con él en una azotea de Córdoba. Esta vez salía de la guitarra de Raimundo Amador, colaborador excepcional de su último disco, un insólito trabajo titulado simplemente Alegrías. 'Raimundo llegó al estudio con una introducción para la canción que estábamos grabando', cuenta por teléfono Gelb a Público desde su casa en Tucson (Arizona, Estados Unidos); 'cogió la guitarra y tocó algo que me dejó absolutamente asombrado. Hubo algo en ese solo que me recordó al disco de Tomatito. De repente, estaba en el desierto 20 años antes. Era Tomatito lo que salía de la guitarra de Raimundo, pero más intenso todavía. Era como sentir que, en ese momento, Raimundo era más Tomatito que el mismo Tomatito'.

'Raimundo cogió la guitarra y me dejó asombrado', recuerda Gelb

Las 13 canciones de Alegrías, que será publicado el 26 de mayo en el pequeño sello cordobés Eureka, materializan un encuentro insospechado entre la música americana (folk de raíz, country alternativo, blues y rock) y el flamenco. Gelb lo ha grabado pedacito a pedacito, cada vez que venía de gira a España, en compañía de Raimundo Amador y varios músicos gitanos cordobeses, a los que conoció por medio de Fernando Vacas, responsable de Eureka, coproductor del álbum y catalizador de un proyecto que se ha fraguado a lo largo de tres años. 'Este disco no te lo esperas, captura un encuentro de culturas que se ha producido de forma muy espontánea', sostiene Fernando Vacas.

La mecha se prendió una noche de 2007, cuando Gelb tocó en Córdoba y decidió quedarse un par de días más para descansar. El de Tucson y tres músicos gitanos Lin Cortés (guitarrista habitual de Raimundo Amador), Juan Fernández, Panki y Antonio Fernández, Añil se encerraron a improvisar en el estudio que Vacas tiene en la azotea de su casa, una especie de angosto palomar donde los instrumentistas se apiñaban a duras penas. Ellos le enseñaban ritmos flamencos y él les impresionaba con su técnica stride al piano, usada por los primeros músicos de jazz.

El disco se ha grabado pedazo a pedazo en los últimos tres años

Cuando todos se fueron, Gelb se quedó varias horas más sobre aquel tejado cordobés. Esa noche escribió cuatro canciones, el germen de Alegrías. 'Aquella noche fue como una bendición. Siempre he pensado que las canciones están dentro de todas las personas, esperando para salir fuera. Algunas veces salen de forma sencilla, otras cuesta más. A veces ni salen. Cuando sucede algo tan inspirador como lo que ocurrió esa noche con los gitanos, no puedo retener las canciones: quieren salir a toda costa. En el día a día, la vida parece estar deteniendo esas canciones. Pero de repente ocurre algo y las canciones salen, y entonces lo que se detiene es el resto de la vida. Aquella noche, de repente la casa se llenó de canciones', recuerda Gelb.

Desde ese día, cada vez que el músico volvía a tocar en Córdoba sacaba tiempo para juntarse con los gitanos. Llegó un momento en que si la gira no pasaba inicialmente por Córdoba, Fernando Vacas se las apañaba para conseguirle un concierto en la ciudad, fuese donde fuese (en una ocasión, como no había salas disponibles, habilitó un restaurante).

El objetivo principal era, claro, que continuaran aquellas jam sessions que solían terminar a altas horas de la madrugada entre alcohol, humo y ritmos funk. 'Teníamos dos formas distintas de tocar y el reto era encontrarnos en algún lugar en el medio, que las raíces de esas músicas convergieran. Y unirlas sin esfuerzo. Porque a mí no me gusta que la música se convierta en algo excesivamente trabajoso, me gusta que surja de forma natural y divertida. Sabíamos que algo podía pasar y teníamos que descubrir la forma para que pasara. Finalmente creo que ocurrió por una cuestión del ritmo del corazón: cuando el corazón de las personas late al mismo ritmo, todo lo que hacen y dicen va a entrar en diálogo', explica el músico estadounidense.

Vacas lo registró todo: horas y horas de grabación. Luego, escuchaba el material como una hormiguita y en su cabeza se iba dibujando una idea: ahí había un disco. Seleccionó dos horas de música y convenció a todos los implicados de que había que intentarlo. Y no sólo a ellos. Lin Cortés llamó a Raimundo Amador para que se uniera a la grabación. El flechazo entre el guitarrista y Gelb fue instantáneo. 'Es el guitarrista más increíble que he conocido en mi vida. Fue como descubrir en un instante cuál es el origen de la guitarra', confiesa Gelb.

No hablaban el mismo idioma, pero la música les bastaba para entenderse. Eso y enseñarse las fotos de sus hijos. El resto de músicos se iba a dar una vuelta y ellos se quedaban en el estudio, tocando sin parar, enseñándose cosas, riéndose, conociéndose. 'Raimundo, ¿quién es más macho? ¿Raimundo o Tomatito?', bromeaba el músico americano en un español chapucero. Se había creado un hilo invisible entre los dos, lo que confirma algo que sucedió antes de un concierto de Gelb en la sala Moby Dick de Madrid: 'Raimundo había venido para tocar en alguna canción. Probamos sonido y los músicos se fueron a cenar. Yo decidí bajar al camerino, porque quería estar un rato solo. Allí, también solo, me encontré a Raimundo tocando la guitarra. Él siempre está tocando la guitarra, siempre. Estuve una hora allí, escuchándole tocar, muy cerca de él. Nunca he oído algo así en mi vida. Fue una conversación. Hay tanta información en su forma de tocar, tanto sentimiento', subraya Howe Gelb.

Las esporádicas sesiones de grabación iban forjando una colección de canciones irrepetible. El folk de raíz americana de Gelb, con su típico ritmo sincopado heredado directamente de Johnny Cash, bañado en guitarras españolas, acompasado por la sequedad de un cajón y aderezado con coros flamencos. '¡Jau!' (así se pronuncia Howe'), grita un gitano en la inicial 4 door maverick. 'Arizona', masculla Raimundo al finalizar Cowboy boots on cobble stone, rindiendo tributo al Estado de Gelb.

Para agilizar la grabación y dado que Gelb pasaba pocos días al año en Córdoba, Fernando Vacas seleccionaba las mejores partes de las grabaciones y se las enviaba a todos los implicados para que las fueran preparando. 'Pero cuando llegaban a Córdoba, ninguno había escuchado nada', recuerda Vacas. En una sesión, Amador y Gelb sólo iban a coincidir dos horas, porque el americano tenía que irse a tocar a otra ciudad. Cuando el agente en España del estadounidense les apremió, Raimundo soltó: 'Cuando vas a grabar algo que va a quedar toda la vida, no puedes tener prisa'. Los músicos terminaron la grabación y Gelb cogió el tren.

A finales de 2009 se terminó de grabar el disco, que posteriormente fue mezclado por John Parish (productor de PJ Harvey) en Bristol (Reino Unido). 'Cuando lo escucho, me recuerda al tiempo que he pasado en Córdoba, porque he estado yendo mucho en estos últimos tres años. De hecho, grabar el disco se convirtió en una maravillosa excusa para pasarme por allí. Me sentía como en casa. A veces tenía la sensación de estar en Tucson: era la misma temperatura, la misma paz, el mismo sol, el mismo ambiente...', dice Gelb, con tono nostálgico, al otro lado del teléfono. Se intuye que volverá a menudo. No sólo por los conciertos (ya tiene varias fechas cerradas junto a su 'band of gypsies'), sino por la carcajada de ilusión que suelta cuando se le pregunta si habrá una segunda parte.

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