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Miedo y asco en 'Berlusconistán'

Un documental fuera de competición, 'Draquila', aniquila a Silvio Berlusconi

CARLOS PRIETO

Olvídese usted de Terra Mítica o de Shanghai 2010. La verdadera diversión está en Berlusconistán. El último grito en parques temáticos: te cobran entrada por ver cómo se te cae tu casa encima. ¿No es maravilloso? La cineasta italiana Sabina Guzzanti presentó ayer en la sección oficial, aunque fuera de competición, Draquila, documental michaelmooriano que ha puesto en pie de guerra al Gobierno de Silvio Berlusconi.

El ministro de Cultura, Sandro Bondi, rechazó hace unos días la invitación de Cannes por 'la molestia' que le provocaba 'una película de propaganda que ofende a la verdad y a todo el pueblo italiano'. La guinda la puso Michela Vittoria Brambilla, ministra de Turismo, que dijo que barajaba emprender acciones legales contra Guzzanti si la repercusión internacional del filme perjudicaba la imagen del país.

Dejando a un lado que dicha ministra fue cazada hace poco haciendo el saludo fascista mientras cantaba el himno italiano en un sarao con carabineros (una performance que, sin duda, refuerza la imagen de Italia en el mundo), no hay duda de que la amenaza de Brambilla se ha convertido en una profecía autocumplida. Gracias a la promoción gratuita y desinteresada de su Gobierno, Draquila se convirtió ayer en el primer filme del festival que provoca codazos y empujones a la entrada del pase de prensa.

Guzzanti ha golpeado al primer ministro donde más le duele ahora mismo. El gigantesco escándalo de corrupción de Protección Civil, organismo encargado de las emergencias públicas, una de cuyas ramificaciones criminales ocupaba ayer las portadas de los principales diarios italianos. Un caso que ya ha hundido al ministro de Desarrollo Económico y al presidente del Consejo de Obras Publicas. Y que puede llevarse por delante al gran protagonista de Draquila junto a Berlusconi, Guido Bertolaso, secretario de Estado de la Presidencia y antiguo hombre fuerte de Protección Civil.

La cineasta sale airosa gracias a su talento para el montaje panfletario

En este convulso contexto político, la obra de Guzzanti ha llegado a Cannes convertida en una bomba de relojería. 'Para Berlusconi era un día de mierda, como tantos otros: la magistratura le pisaba los talones, en los sondeos estaba en caída libre. Pero a las 03.32 del 6 de abril, un terremoto devasta una ciudad. Para Il Cavaliere, es como si Dios le hubiera tendido de nuevo la mano', afirma Guzzanti al principio del filme, aludiendo al seísmo que devastó la población de L'Aquila.

La obra se resume en una sola escena. Pantalla en negro. Escuchamos la voz de un colaborador de Protección Civil (que no sabía que tenía el teléfono pinchado) poco después del seísmo. '¡Un terremoto no ocurre todos los días!', exclama alborozado. En efecto, ¡yupi!, nos vamos a forrar. Y lo hicieron. Siguiendo la tradición de los filmes de agitación y propaganda, la cineasta explica cómo Berlusconi equiparó legalmente los macroeventos a los desastres naturales. Amparados bajo el paraguas de un estado de urgencia permanente, Bertolaso y su ejército de emergencias construyeron aquí y allá sin ningún tipo de control político o judicial. Ya fuera durante un Mundial de natación o aprovechando una romería del Papa.

El experimento tocó techo cuando Berlusconi decidió trasladar a última hora la cumbre del G8 de 2009, que debía celebrarse en la isla de La Magdalena, a la zona devastada de L'Aquila, en un brillante movimiento propagandístico y comercial. Protección Civil cobró una millonada (dos veces) por montar el tinglado, los líderes mundiales y un sonriente Silvio se hicieron fotos junto a las ruinas y la mayoría de los habitantes de L'Aquila, confinados en tiendas de campaña, se quedaron sin sus viviendas.

El Gobierno italiano amenaza con demandar a la directora 

Bertolaso aprovechó el terremoto para clausurar el pueblo y construir uno nuevo con casas a precios de oro. Mientras, Berlusconi (claro favorito a llevarse un premio en Cannes por su memorable interpretación de un vendedor de crecepelos) hacía de las suyas: el documental incluye sus hilarantes intervenciones televisivas entregando unos pisos nuevos a tres o cuatro desgraciados. 'Esta película es una reflexión sobre la deriva autoritaria de este país. Y sobre los efectos de la propaganda de Berlusconi sobre los italianos', comentó Guzzanti.

Pese a más de un exceso melodramático, a su populismo izquierdista y a moverse todo el rato en el filo de la demagogia más gruesa, la cineasta sale airosa gracias a su talento para el montaje panfletario de investigación. Y, sobre todo, a su capacidad para convertir uno de las grandes asuntos políticos de nuestro tiempo (la relación entre especulación inmobiliaria y crimen; o cómo hacer negocios privados con dinero publico) en un esclarecedor paseo por el túnel del terror que conduce a Berlusconistán.

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