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El escritor que Mandela leía en su celda

A Chinua Achebe, padre de la literatura africana contemporánea, apenas se le conocía en España. Por primera vez, y con más de 40 años de retraso, se publica en castellano la obra del escritor que criticó la vis

PEIO H. RIAÑO

Antes de que Wole Soyinka, J. M. Coetzee y Nadine Gordimer fueran premiados con el Nobel, Chinua Achebe había colocado África en el mapa de la literatura mundial. A pesar de que hoy, a sus 80 años de edad, sigue sin el reconocimiento de la Academia sueca que han tenido los otros tres autores, Achebe es considerado el padre de la literatura africana moderna y uno de los más grandes escritores en lengua inglesa del siglo XX.

Sus novelas son el mejor relato del África presa de los vicios heredados tras las misiones evangélicas con las que el hombre blanco llegó a colonizar el continente. La ineficacia de las autoridades, el desmoronamiento de la democracia, la tiranía del poder, las tinieblas de los procesos electorales, la frustración y la violencia, los cohechos son los cachitos de realidad con los que Chinua Achebe (Ogidi, Nigeria, 1930) salpica a sus personajes en una obra narrativa que en España sólo se conoce de oídas.

'La escritura en inglés es una opción dolorosa', reconoce Achebe

Hasta el momento, únicamente se había publicado aquí Todo se desmorona, su primera obra, que escribió con 28 años, en 1958, y que revolucionó el panorama social y literario del continente. Incluso se ha llegado a considerar entre las tres grandes obras de la literatura universal, tras El Quijote y Madame Bovary.

Ya ha sido traducida a casi 50 idiomas y se han vendido más de ocho millones de ejemplares en todo el mundo. Pero su lengua materna, la del pueblo Igbo, sigue a la espera de una versión. Para un autor que ha luchado por contar su propia historia, este es un motivo contradictorio, pero siempre ha dicho que prefiere que se escriba una novela sobre el pueblo Igbo en inglés a que no se escriba ninguna.

¿Cómo es posible que no haya llegado este autor a España? 'Creo que ha sido por la dejadez de las editoriales, que han tardado mucho en apostar por literatura africana. Van a por las novedades, pero los clásicos del siglo XX quedan olvidados', explica Marta Sofía López, traductora y prologuista de la recuperación que lleva a cabo ahora el sello editorial DeBolsillo.

Del autor fundamental para entender el atribulado proceso de la independencia africana publican, junto a la conocida Todo se desmorona, La flecha de Dios (1964) y Me alegraría de otra muerte (1960). En los próximos meses, también llegará la última novela que ha escrito hasta el momento, Termideros de la sabana (1987), en la que Achebe ya no señala únicamente al imperialismo europeo como único responsable de la descomposición, también culpa a los propios africanos.

'Lo que hace Achebe es un ejercicio de contraescritura al dialogar con la escritura sobre África escrita por europeos. Pero no tapa los fallos de su sociedad. Hace radiografías muy crudas de los regímenes dictatoriales' y, en ese sentido, Marta Sofía López señala Termideros como el mejor ejemplo. Ella es profesora de literatura africana desde hace 20 años y en estos momentos enseña en la Universidad de León la incidencia de la misma en Europa: 'Es una literatura que aquí tiene mucho eco por ese carácter de compromiso'.

'Su compromiso es más social que político', cuenta su traductora

Achebe tiene posiciones comprometidas, pero no le ponen en la línea de otros escritores africanos marxistas. 'Su compromiso es más con lo social que con lo político, porque sólo busca que la gente se cuestione sus vidas. Esto no quiere decir que sea menos atrevido y revolucionario que otros', aclara la profesora y traductora.

Todo se desmorona fue 'la primera novela escrita en inglés que contó la intimidad de un personaje africano, más que retratarle como un ser exótico, como nos veían los hombres blancos', recuerda Wole Soyinka sobre la aparición del libro. De hecho, el propio Achebe reconoce que desde el primer momento tenía claro que 'no quería hacer esta historia más agradable'. Los escritores africanos optan por el realismo, por la crónica, 'porque de alguna manera son líderes de la sociedad', dice Marta Sofía López. Aceptan ser guías de su pueblo. En este sentido, los juegos literarios no tienen sentido. Es una narrativa directa.

La vida de Achebe cambió a los sesenta años de edad, cuando en 1990 sufrió un dramático accidente de tráfico que le dejó paralizado de cintura para abajo y en una silla de ruedas que le ha separado de su país para siempre. Necesita la ayuda médica de EEUU y desde hace 20 años da clases en una universidad a 100 kilómetros de Nueva York.

'La escritura en inglés es una opción dolorosa para mí', porque a fin de cuentas es la lengua de quienes se impusieron a la fuerza. 'Pero nadie asume una lengua para castigarla después, porque esa lengua entra a formar parte de uno mismo. El Igbo y el inglés se cruzan con toda normalidad en las conversaciones cotidianas de mi país', dice. Por la misma razón tampoco se olvida de la tradición oral en sus relatos. 'Los proverbios y los cuentos son el aceite de palma con el que nos comemos las palabras', explica en un artículo. Achebe mantiene vivo el uso del pidgin, la lengua franca del norte de África, trufado con el inglés.

Tachó al escritor Joseph Conrad de 'racista' y 'sangriento'

Él pertenece a la primera generación cruzada por dos culturas, crecida a las faldas de las tradiciones de una familia en el interior de Nigeria y educada tras el rastro de la cultura que trajeron las colonias europeas. Como los personajes de Achebe, estos jóvenes nigerianos, empecinados en un nuevo destino al margen de la mancha de la avaricia y la permisividad, serán extranjeros en su propio país, lastrado por las viejas generaciones.

Achebe fue el el primero en romper con el relato occidental. El inaugurador de una literatura del desencanto, que se rebela contra las cloacas de una sociedad revuelta por la mano de los blancos. De sus feroces críticas contra esta visión no salió bien parado ni el mismo Joseph Conrad, al que califica de 'racista' y 'sangriento' por su tratamiento de los africanos en El corazón de las tinieblas.

En una conferencia titulada Una imagen de África: racismo en El corazón de las tinieblas, de 1975, describe a Conrad como un autor obsesionado con la palabra 'negro' y devoto admirador de la piel de color blanca, que redujo a los africanos a una condición infrahumana. Según la lectura de Achebe, Conrad presentó África como 'la antítesis de Europa y por lo tanto de la civilización; un lugar donde la bestialidad triunfante se burla de la inteligencia y del refinamiento del hombre'. Concluye que el autor polaco quiso ridiculizar tanto el paisaje africano como a los africanos. La crítica señala la destrucción de la mente de Kurtz, el protagonista, como asunto esencial. '¿Pero es que nadie ve la arrogancia de reducir África a un recurso para tratar la desintegración de una pequeña mente europea?', reprocha.

Achebe no cree en la arrogancia que lleva a pedir a algunos un punto de apoyo para cambiar el mundo de dirección. 'Ese punto no existe reconoce el autor todos estamos sobre la tierra misma y seguimos su ritmo'. En esa crónica del desencanto, no podría dejar pasar la oportunidad de colocar entre sus personajes a idealistas impacientes, empeñados en cambiar el tradicional mundo de los corruptos, sin saber que les puede causar más problemas rechazar un soborno que aceptarlo.

1958
Ajuste con el pasado
Las primeras obras de Achebe ajustan cuentas con el pasado colonial, sobre todo en ‘Todo se desmorona' (1958) y ‘La flecha del Dios' (1964). Una vez aclare su relación con el hombre blanco, sus costumbres y sus religiones, se dedicará a narrar el presente de un país, Nigeria, en busca del mejor modelo político para su independencia.

1966
La pluma o la pistola
En la literatura de Achebe hay una larga sombra de soldados borrachos llamando a la puerta de su casa un domingo por la mañana. En ‘Un hombre del pueblo' (1966) quería escribir, como ha reconocido, una novela que avisara del tipo de independencia que sucedía en la Nigeria poscolonial y en muchos otros países africanos en los años sesenta. 'Mi intención era alarmar a mis compatriotas con una advertencia aterradora para que llevaran un buen comportamiento', reconoce en un artículo publicado en ‘The Guardian' el pasado enero. Pero sus planes se truncaron una vez más, porque el primer golpe de Estado de Nigeria y la publicación de su libro ocurrieron con sólo dos días de diferencia. Mientras en el extranjero se le calificó de profeta por vaticinar la situación, en su país el libro fue considerado una prueba de su complicidad con el golpe. La vida y el arte se volvían a enredar.

1970
Guerra y exilio
'Mi sentimiento era de profunda decepción', reconoce Achebe. Pero no porque las multitudes estuvieran 'cazando y matando a civiles inocentes de la manera más salvaje' en el norte de Nigeria, sino porque 'el Gobierno federal se sentó y dejó que sucediera'. La consecuencia de no cuidar a sus ciudadanos fue la secesión del este de Nigeria, como República de Biafra. 30 meses después, dos millones de muertos. Su respuesta inmediata al final de la guerra fue salir de Nigeria. 'Me fui al extranjero, a Nueva Inglaterra, a la Universidad de Massachusetts y luego a la Universidad de Connecticut', recuerda. Fue el inicio de su exilio. Cicatrizó y redefinió su relación con Nigeria. 'Me di cuenta de que no la podía rechazar, pero tampoco podía ser una relación normal'. En esos momentos escribe el relato ‘Civil Peace' (1971) y ‘Termideros de la sabana' (1987), ya desde EEUU.  

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