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Risas, peleas y llantos en el reino del metal

'Anvil' repasa la historia tragicómica de esta banda heavy

CARLOS PRIETO

Los amigos de las muñequeras de pinchos, las mallas y las melenas al viento están de enhorabuena. Y los que no lo son, también. Porque es difícil no caer rendido al encanto de Anvil. El sueño de una banda de rock, documental de Sacha Gervasi (Londres, 1966), guionista de La terminal (Steven Spielberg, 2004), que se estrena el próximo viernes.

El filme, estrenado en Sundance y premiado en los Independent Spirit Awards, cuenta la rocambolesca historia de Anvil, una banda de heavy metal canadiense que estuvo a punto de comerse todo a principios de los ochenta. No lo lograron. Y tuvieron que volver a sus alienantes curros de clase obrera, aunque sus miembros siguieron aporreando sus instrumentos las siguientes tres décadas, en garitos y giras rocambolescas, con la esperanza de lograr el reconocimiento.

'La primera vez que toqué me pegaron con una correa', cuenta el cantante

La película, que se mueve entre la parodia desatada de los excesos estéticos del heavy y el drama sobre los sueños frustrados de unos chavales de barrio, no se puede entender sin contar la historia de amistad (no exenta de tensiones, como se ve en el filme) entre Steve Lips Kudlow, cantante, y Robb Reiner, batería.

Lips tocó por primera vez en público a los 11 años, en una fiesta escolar para padres que acabó como el rosario de la aurora. 'Me pidieron que dejara de tocar porque hacía mucho ruido. Me sentí muy desgraciado. Seguí tocando. Un profesor me agarró de la oreja. Debí mandarle a la mierda porque me acabaron atizando con una correa. Como primer concierto no estuvo mal', cuenta Lips a Público.

El filme refleja las tensiones internas, tras cuatro décadas en la carretera

En 1973 tuvo lugar un acontecimiento crucial en su vida: conoció a Reiner. 'Ese año nos cambiamos de vecindario. Todos los días, camino del colegio, pasaba por delante de una casa en la que atronaba una batería. Me pregunté muchas veces si el que la tocaba oiría a los mismos grupos que yo. Finalmente lo conocí. No hemos parado de tocar hasta hoy', cuenta el cantante del grupo.

El azar volvió a actuar en 1982. Anvil estaban de gira por Londres. Entre el público se encontraba un chaval de 18 años llamado Sacha Gervasi. El futuro cineasta se hizo amigo de los músicos y acabó trabajando de road en una de sus giras.

A mitad de los ochenta perdió el contacto con el grupo. Lo recobró 20 años más tarde: quería grabar un documental sobre la banda. El filme, claro, ha vuelto a propulsar la carrera de Anvil. Final feliz, pues, aunque lo que muestra el documental es otra cosa: la vida es un camino de obstáculos cuando uno no entra por el aro. 

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