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Un extraterrestre en la morgue del pinochetismo

El chileno Pablo Larráin y la norteamericana Kelly Reichardt presentan dos grandes películas

CARLOS PRIETO

Doble invasión alienígena en la Mostra. Oh, cielos. ¿Vienen a exterminarnos o en son de paz? Vamos por partes. ¿Qué ocurriría si un extra-terrestre al que no le interesara un pimiento la política aterrizara en Santiago de Chile el día del golpe de Estado de Pinochet? Post Mortem, del director chileno Pablo Larraín, no es una película de ciencia ficción, aunque su protagonista (Mario Cornejo) sea un marciano en toda regla.

Mario es un tipo solitario que trabaja en una morgue de Santiago redactando autopsias. También desea a su cariñosa vecina cabaretera (Nancy)de un modo obsesivo. Hasta el punto de bordear la enajenación mental: no parece llamarle especialmente la atención que en el hospital donde trabaja se hayan visto obligados a hacer de pronto una huelga a la japonesa. Los militares golpistas han llenado aquello de cadáveres, la atmósfera es apocalíptica, pero Mario ni se inmuta. Sólo quiere casarse rapidito con una Nancy que sólo quiere ser su amiga. Vamos, que el muchacho se mueve entre las carencias afectivas patológicas y el apoliticismo extremo.

'Muchos piensan que Pinochet es fantástico', dice Larraín

Larraín, autor de la estupenda y muy bizarra Tony Manero (2008), protagonizada por otro ser marginal con pedrada mental incorporada, vuelve en Post Mortem a contar qué ocurre cuando se cruzan de un modo absurdo las biografías íntimas con los grandes acontecimientos históricos. Pero si en su anterior filme la dictadura de Pinochet era una presencia subterránea agazapada, aquí sale a la superficie. La clave en Post Mortem es la extrañeza brutal que provoca la tensión entre el comportamiento errático de Mario y la carnicería golpista.

'En Chile sigue habiendo un grupo disparatado de personas que piensa que Pinochet es fantástico, aunque el consenso dice ahora que las dictaduras ya no son bienvenidas. Pero eso no estaba tan claro entonces. Las imágenes del filme están en la onda de ese estado mental. Por eso su paisaje político es tan extraño, ambiguo y delirante', dijo Larraín a este periódico. Veredicto: la película es sensacional. Y el alienígena alienado Mario Cornejo no es de fiar.

El otro marciano del día no tenía antenas en la cabeza, sino plumas, aunque hablaba una jerga galáctica incomprensible. La directora indie estadounidense Kelly Reichardt abandona los dramas contemporáneos para trasladarse al Oregón del siglo XIX en Meek's Cutoff, la historia de un pequeño grupo de colonos que vagan por el desierto con sus carromatos con la esperanza de encontrar agua y una tierra en la que poder asentarse. Les vemos marchar, pasar calor, leer la Biblia y hablar (poco) sobre cuál es el mejor camino a seguir. Cuando, de repente, aparece un extraño.

'Para los primeros colonos, el Oeste era el edén', afirma Reichardt

Un indio solitario se cruza en el camino de los colonos. Socorro. Y lo apresan entre atemorizados (no tienen claro del todo que los indios sean humanos) y esperanzados: pese a su empeño en hablar una lengua absurda, quizás el salvaje les pueda indicar el camino hacia el agua potable más cercana. Todo ello contado desde la distancia por una Reichardt que parece filmar desde un rodaje vecino.

'Para los primeros conquistadores, el Oeste era como un nuevo edén, tenía un aura no terrenal', afirmó la directora. Conclusión: Meek's Cutoff es un portentoso western entre poético y experimental con hechuras de clásico del cine estadounidense. Ah, su alienígena sí parece venir en son de paz.

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