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"Andy Warhol era un escaparatista"

Fumaroli critica la mercantilización del arte contemporáneo. Un jurado decidirá el jueves en Madrid las finalistas entre las quince candidatas

TONI POLO

'¿Pueden bajar la televisión de la sala?'. Marc Fumaroli se sienta en un sillón del hotel Condes de Barcelona, tranquilo, pero todavía no del todo: 'Mejor si la apagan, por favor'. La televisión, esa sucesión de imágenes planas, no podía ser del agrado de este catedrático de la Sorbona e historiador del arte francés (Marsella, 1932), crítico hasta lo impensable con todo aquel arte que pretende serlo sin ir más allá del simple divertimiento. No, la tele no va con él

La editorial Acantilado acaba de publicar París-Nueva York-París. Viaje al mundo de las artes y de las imágenes, un voluminoso ensayo en el que viaja desde París, capital del arte de la vieja Europa, hasta Nueva York, icono de las imágenes contemporáneas.

'Considero una traición reducir todo a un simple entretenimiento'

'El entretenimiento está muy bien dice. La experiencia estética del arte es inmensa, pero resulta pobre si sólo sirve para divertirse un rato. Yo no estoy en contra, pero reducir el arte a la diversión o a una manifestación de vanidad siempre se ha considerado como una verdadera traición'.

Para Fumaroli, el arte siempre tiene una faceta aleccionadora. Del arte se aprende. Y las obras de arte, como testigos del pasado, nos enseñan. Recientemente, sin embargo, las cosas han cambiado: 'A partir de los sesenta, del pop-art y de Warhol, EEUU descubrió que ya no necesitaba la referencia de la tradición artística europea y que en sus supermercados tenía todo lo que necesitaba para manejarse en el mundo del arte. La sopa Campbellen lata era el equivalente al David de Miguel Ángel. Descubrieron que EEUU no era inferior a nivel artístico. Así se alcanzó la igualdad democrática entre artistas: Andy Warhol, que era un decorador de escaparates, se convirtió en el equivalente de Miguel Ángel'.

'El consumismo y el mercado han pervertido el arte contemporáneo'

Marc Fumaroli habla con una sonrisa en los labios. ¿No le parece triste entonces que se compare a David con una lata de tomate? '¡Qué va! Me río a carcajadas. Lo sorprendente de este universo es cómo esta inversión de valores hace que las cosas se vuelvan terriblemente cómicas. Pero, claro, todo esto da mucho dinero. De modo que ya podemos reírnos, que no nos embolsamos nada. Y Warhol ha alcanzado unos precios que se pueden comparar con Leonardo, o sea que no es ninguna broma, el dólar es algo muy serio'.

Sin embargo, Fumarioli no considera que el dinero haya pervertido el arte. 'Siempre ha habido una relación entre arte y dinero', dice recordando a las familias renacentistas, a los Medici de Florencia, a los Chigi de Roma. 'Lo que lo ha pervertido todo ha sido el consumismo y el mercado. El dilema contemporáneo es saber por qué los grandes bancos, las multinacionales del lujo, las grandes fundaciones privadas tienen ese apetito voraz de formas de arte que son antiartísiticas'. Pero hoy día, en plena era posmoderna, hay explicaciones para todo. 'Un pseudofilósofo justificaría esto apoyándose en razones sociológicas, políticas, filosóficas, metafísicas Cuanto más complicadas, mejor'. Y esas razones, probablemente hablarán, según Fumaroli, de que 'el individuo se ha liberado y explosiona, se expresa y todo es válido'.

Es, tal vez, el precio de haber etiquetado el arte actual: 'Se ha convertido en una colección de marcas con un público millonario que quiere dar a conocer su riqueza'. Fumaroli ha hablado de 'desierto globalizado' para referirse a este panorama, pero prefiere la expresión de su amigo Octavio Paz: 'Él hablaba de desierto con aire acondicionado y me parece muy adecuado para reflejar que el arte lo tenemos en casa, en el mobiliario, en la nouvelle cuisine...'. Precisamente, la gastronomía es un ejemplo de lo que atenaza al arte en nuestros días. 'Me horripila la alta cocina, es un producto de lujo en el que los platos parecen una obra de arte contemporáneo', espeta.

Pero, 'por suerte', todavía hay pintores, músicos, 'incluso arquitectos que no confunden arquitectura con escultura'. Lo malo es que son una minoría, 'porque no tienen clientes tan ricos como esas fundaciones que compran cosas estrafalarias y estrambóticas que dan mucho que hablar, que hacen que los periodistas se vuelvan locos'.

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