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Renoir se queda corto en el Prado

En la primera muestra de Renoir en España, la pinacoteca más importante del mundo invita a una colección privada con tan sólo 31 obras del impresionista

PEIO H. RIAÑO

La pasión que tuvo por coleccionar obras de Pierre-Auguste Renoir el norteamericano Robert Sterling Clark es similar a la pasión que los museos demuestran por los impresionistas. Con la inauguración de Pasión por Renoir hoy, y hasta el 6 de febrero, patrocinada por la Fundación BBVA, el Museo del Prado se suma a la ingente cadena de exposiciones que llegan a las grandes pinacotecas con la esperanza de que el público siga apasionado por el movimiento más familiar de todos los del siglo XX.

A pesar de las expectativas creadas, la muestra llamada a ser la más atractiva de la temporada de la pinacoteca más importante del mundo, no es más que un plato breve de quien llegó a pintar en vez de comer. 'No comemos todos los días, pero aún así estoy de buen humor () Monet nos invitaba de vez en cuando a comer. Y entonces nos atiborrábamos de pavo mechado', escribió Renoir a principios de los setenta.

Zugaza: 'Es una breve retrospectiva, pero muestra todas sus épocas'

El hambre fue el motor creativo del pintor que llegó a firmar más de 4.000 obras, casi tantas como todas las que consiguió terminar el resto del grupo impresionista. Si la desgraciada situación económica del pintor le llevó a trabajar sin descanso, la primera muestra del gran pintor en España no es fiel reflejo de sus obras capitales. Entre las 31 pinturas que el Sterling and Francine Clark Art Institute ha cedido a El Prado no están Baile en el Moulin de la Galette (1876), La Balançoire (1876), La primera salida (1876, también), Claude Monet leyendo el periódico (1872) y, por supuesto, El almuerzo de los remeros (1881).

Además, la muestra se centra en una etapa muy concreta, la de los setenta y ochenta del siglo XIX en la producción del pintor, que fue, al parecer, el periodo favorito del coleccionista norteamericano. Ese criterio impide ver la repercusión de la visita de Renoir al Prado, en 1892. Sólo tres obras son posteriores al impacto que le causaron las obras de Tiziano, Rubens y Velázquez.

Conforti: 'No es una visión completa del artista, porque sólo es el más joven'

A partir de ese momento, el artista, tras un período de fascinación por el dibujo y la precisión de las formas, evolucionó hacia su estilo tardío, desarrollando su preferencia por las formas femeninas de amplias curvas, ligeras y sensuales.

Curiosamente, Sterling, que en sus orígenes como coleccionista se había entregado a los maestros antiguos hasta que subieron demasiado de precio, empezó a sentir rechazo por Renoir cuando los trabajos de este se acercaron de una manera muy evidente a los referentes de línea clara renacentista, como Rafael. El propio Sterling describió las figuras de esa etapa como 'con los miembros inflados de aire'. Tampoco se lo perdonarían sus compañeros impresionistas, que seguían saliendo al aire libre a captar en directo la naturaleza y la cotidianidad de la vida moderna mientras él se obsesionaba por el desnudo de jóvenes mujeres rollizas.

'Es una breve retrospectiva del pintor, pero muestra todas sus épocas. También están todos sus temas: los desnudos, los paisajes, los bodegones, las flores', comentó ayer durante la rueda de prensa Miguel Zugaza, director del Museo del Prado. También apuntó que el título de la muestra hacía referencia a la actitud de los Clark por el arte: 'Hemos querido poner énfasis en la pasión privada del coleccionista, porque sin pasión no se podría entender la colección de El Prado. Nos recuerda a otras pasiones como las reales de Felipe II, Felipe IV, hicieron con el Renacimiento y el Barroco. Fueron coleccionistas que dieron al Prado su mejor divisa', explicó Zugaza.

Antes contó cómo hace 12 años marchó a EEUU junto con la fundadora del Museo Reina Sofía, Carmen Giménez y conservadora de arte del siglo XX del Guggenheim de Nueva York, para 'estudiar la posibilidad de exponer autores impresionistas de las colecciones norteamericanas, ya que ellos fueron los que se hicieron prácticamente con todas las obras, mucho antes que los propios franceses'. Ambos quedaron asombrados con la colección de los Clark. Finalmente, acordaron una cesión de la práctica totalidad de sus Renoir a cambio de obras capitales de Tiziano, Rubens y Velázquez para el montaje en la sede del Sterling and Francine Clark Art Institute, en Massachusetts, de una exposición sobre el desnudo.

El breve recorrido, colocado cerca de Velázquez, en dos salas entre Murillo y Goya, repasa los temas importantes del impresionista y se avisa que 'estas obras contribuyeron a fijar la personalidad del Renoir más difundido'. Como dice Zugaza, 'en El Prado es donde mejor se puede entender la tradición colorista y el gusto por el dibujo clásico'.

'Los Clark tenían interés en la luz y en los pintores académicos del siglo XIX europeo', explicó ayer el conservador jefe de la colección, Richard Rand, quien recordó que es la primera vez en la historia de la institución en la que se han prestado todos los Renoir. Añadió que 'las obras exhibidas expresan todo el repertorio del pintor' y destacó una de las pinturas más importantes de la obra de Renoir: Palco en el teatro.

Este es el último lienzo de la ambiciosa serie que pintó Renoir sobre este asunto. La historia del cuadro cuenta que tras sucesivos rechazos de su comprador, el pintor eliminó personajes del fondo e incluso podría haber representado en su estado original un interior doméstico y no un teatro. La paleta rechaza el azul que había caracterizado la obra del impresionista durante los cinco años precedentes.

Sin embargo, fue el propio Michael Conforti, director del Stwerling and Francine Clark Art Institute, el que reconoció que la muestra, 'no es una visión completa del artista, porque sólo es el Renoir más joven', aunque en el Clark Art Institute piensan que es el más grande de los Renoir, a pesar de que para otros el mejor es el maduro. Según Conforti, 'el verdadero Renoir es el de los ochenta'.

Ejecución informal e improvisada

Renoir pintó este pequeño autorretrato (arriba) en 1875, y lo incluyó en la segunda exposición impresionista. Las vigorosas y vivaces pinceladas no modelan la cara de manera simple, siguiendo su contorno, sino que sugieren las texturas de la piel y el pelo con un ritmo discontinuo e irregular.

La figura humana

El otro gran lienzo de esta exposición es ‘Muchacha dormida' (1880), donde Renoir demuestra su interés por la figura humana y, en concreto, por la femenina. Los colores que utiliza son arriesgados, muy difíciles de armonizar entre ellos, acercando azules a rojos y blancos. El tono erótico de la pintura aumenta por la indumentaria de la muchacha. 

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