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Un olé desde Nairobi

La Unesco decide hoy en Kenia si declara el flamenco Patrimonio de la Humanidad. La distinción llega en plena expansión internacional, aunque la crisis también golpea los tablaos

ÁNGEL MUNÁRRIZ

Si Eugenio Noel levantara la cabeza, probablemente no daría crédito. El escritor madrileño (1885-1936) fue el más afilado puntal de una corriente de pensamiento, el antiflamenquismo, que encontró amplio eco en la Generación del 98 con el argumento de que aquellos cantes quejumbrosos que parecían salidos de las entrañas de la tierra eran el primer indicador del atraso cultural de la atávica España frente a la moderna Europa, una expresión bárbara hermanada con la tauromaquia. Luego el franquismo persiguió al flamenco como persiguió todo lo que era popular o subversivo; es más, intentó cargárselo pasándolo por el filtro del barato folclorismo campante.

Ha sido el flamenco un arte castigado y ofendido. En sus más de 200 años de historia documentada ha sufrido el daño colateral del racismo contra los gitanos y ha sido vinculado con el inframundo delincuencial... Poco queda ya de eso. Y menos que va a quedar. Ahora, si levantara la cabeza, Eugenio Noel vería cómo la Unesco se dispone a decidir, en una reunión en Nairobi (Kenia), si declara el flamenco, ya un icono de Andalucía y España en el mundo, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Es su mayor distinción para una manifestación cultural, homologable a la de Patrimonio Mundial. La declaración está prevista para hoy, aunque podría retrasarse a mañana. Irreverente y altivo por naturaleza, el debate en estos días en el mundillo del flamenco no es si la distinción se conseguirá, cosa que se da por segura. La pregunta, algo vacilona, que circula entre artistas y peñistas es quién es la Unesco para poner nota al flamenco. En palabras medio en broma de Antonio Fernández Fosforito: 'El favor se lo hace el flamenco a la Unesco', como esos actores estelares que levantan con su presencia un modesto festival accediendo a recoger un premio honorífico. Como alguien le oyó decir a Enrique Morente en Granada: 'Lo que deberíamos es declarar a la humanidad patrimonio del flamenco'.

Al margen de arrebatadas expresiones de amor al flamenco, la versión institucional subraya la importancia de una distinción oficial. Y el motivo no es sólo que facilitaría la llegada de jugosas subvenciones y consolidaría la condición del flamenco como estrella del escaparate turístico andaluz junto al sol y la playa. María de los Ángeles Carrasco, directora de la Agencia Andaluza del Flamenco, cree que todavía queda, además, camino por recorrer en su reconocimiento artístico y cultural, pese a que muchos de los tópicos peyorativos ya son historia.

'Ha sido siempre un arte muy marginal, muy castigado, y eso es difícil de levantar', afirma. Y añade: 'Ha habido toda una vertiente de antiflamenquismo, ha levantado tantas pasiones positivas como negativas. Ha estado proscrito, prohibido, asociado a un cierto tipo de gente, vinculado al analfabetismo. Todavía hoy hay instituciones que no reconocen al flamenco como cultura. Es posible que el reconocimiento a algunos les parezca incluso poco, pero es de justicia tenerlo, porque es el mayor que hay'.

El ministro de Educación, Ángel Gabilondo, subrayó ayer los merecimientos del flamenco. 'El flamenco es patrimonio de la humanidad lo declare o no la Unesco. La humanidad ya siente el flamenco como un depósito de cultura, de creación, de expresión, de transmisión de unas formas de concebir la realidad y hasta de una forma de vivir', añadió.

La posible declaración como Patrimonio de la Humanidad llega en un momento complicado para el flamenco, más allá del reconocimiento mundial alcanzado por artistas como Paco de Lucía o Vicente Amigo, por citar sólo dos de una lista que sería interminable. Al proceso de expansión -la famosa y polémica internacionalización del flamenco-, se suma una crisis económica que está multiplicando sus efectos entre los currantes del cante, el baile y el toque.

Los ayuntamientos pagan menos y tardan más en pagar, la actividad de las peñas -en Andalucía hay 311 federadas, en total unas 400- inevitablemente se ha resentido, se han suspendido festivales y otros han perdido fuelle... 'Nunca nada es de color de rosa, claro. La crisis nos está golpeando, por supuesto. Ahora, a uno que pedía 1.000 euros por venir a tocar a una peña, se le dice que no hay más que 600', cuenta Diego Pérez, presidente de la Federación de Peñas de Málaga, que cree que los males son circunstanciales y pasajeros.

Otros son más críticos, sobre todo con las políticas públicas que han convertido en una de sus prioridades la internacionalización del flamenco. Desde hace ya varias semanas circula por internet un manifiesto, El flamenco es un derecho, que cuestiona severamente el rumbo que le han imprimido los poderes públicos e incluso denuncia una deriva según la cual se estaría convirtiendo en una mera bandera turística de Andalucía en el extranjero, descuidando sus raíces. 'El flamenco se prodiga, con subvenciones públicas andaluzas, en los escenarios nacionales e internacionales mientras agoniza en Andalucía', dice el manifiesto, que ha cosechado casi 500 adhesiones, entre ellas de asociaciones de artistas.

Suscriben el manifiesto cantaores como El Cabrero, Manuel Gerena o Juan Pinilla, así como rostros populares como Manu Chao o Pilar Bardem. 'A los flamencos nos gusta compararnos con el jazz y el blues, que tampoco tienen este reconocimiento. No creo que sea lo que el flamenco necesita. Lo que necesita es mirar a sus trabajadores, y a los pueblos, y revitalizar sus festivales y sus peñas', afirma Pinilla. Carrasco defiende la internacionalización, que subraya se hace con fondos de la Unión Europea destinados a tal efecto. 'Si no, los perderíamos', recalca.

La archiconocida afición al flamenco en Japón no es la única fuera de España. En Francia es un fenómeno más que consolidado. El bailaor Israel Galván hace temporada en el Théâtre de la Ville. Sin descuidar a Estados Unidos, el gran mercado emergente es China, según Carrasco. 'La forma de despertar la curiosidad es con festivales. Pero sin quedarnos ahí. Tenemos que entrar en los teatros y convencer a los programadores. Hay ya muchas profesiones alrededor del flamenco: guionistas de flamenco, montadores, estilistas, diseñadores, directores que se dedican al montaje de espectáculos. Necesitamos un mercado de grandes teatros', explica.

El flamenco se ha convertido en una industria. 'Aunque sigue siendo y será un arte minoritario', recuerda Carlos Saura, bailaor frustrado según él mismo y cineasta, que acaba de presentar Flamenco Flamenco. ¿Ha perdido con su crecimiento la autenticidad? El escritor y profundo conocedor del flamenco José Manuel Caballero Bonald recuerda que 'el flamenco se reinventa cada mes desde el siglo XVIII'. Mil veces han dado por muerta a la esencia del flamenco. El propio Camarón de la Isla denunció una vez enfáticamente en una entrevista que las 'podridas' casas de discos amenazaban al flamenco.

Hace de eso 28 años.

El flamenco ya optó en 2005 a ser Patrimonio de la Humanidad, aunque fracasó, más por la indefinición de la convocatoria que por falta de entidad. Ahora sería una sorpresa mayúscula que no se llevara el gato al agua. Las peñas andaluzas ya han convocado incluso actos para hoy. La campaña a favor de la distinción, ‘Flamenco soy', ha cosechado 25.000 adhesiones en más de 60 países, según María de los Ángeles Carrasco, directora de la Agencia Andaluza del Flamenco.

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