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El médico personal de los grandes maestros de El Prado

Rafael Alonso, premio Nacional de Restauración, ha resucitado más de 200 cuadros de la pinacoteca

PEIO H. RIAÑO

Es un médico y viste de negro impecable. No acepta pacientes con menos de 250 años. Nunca trata a dos enfermos al tiempo y cada vez que opera cambia sus manos y ojos para entenderles mejor. Ha tratado a todos los moribundos de la galería central del Museo del Prado que llegaban con suciedad, faltas de color, cortes en el lienzo, agujeros, repintes y humedades. Más de 200 cuadros y 32 años transformándose en Rivera, Pradilla o Goya para devolverles a la vida con un pincel y acuarela.

El pulso de Rafael Alonso ha sido galardonado esta semana con el Premio Nacional de Restauración y Conservación por su 'ejemplar' carrera profesional y su conocimiento sobre la obra de El Greco, su paciente preferido. Ha revivido la mitad de los cuadros que se conocen del pintor griego. Sabe de sus debilidades, de sus logros, de sus dudas y no necesita Rayos X para dar o quitar autoría. Con lo único que no se atreve es con la pintura de las vanguardias: 'Son materiales y técnicas distintas'.

'Lo más difícil es lograr mantener la piel del cuadro', dice el restaurador

Entre las obras maestras de esta galería reconoce su lugar en la pinacoteca, entre el cielo y la tierra, entre el artista y los historiadores del arte. 'Conozco centímetro a centímetro la pincelada de El Greco', asegura Alonso. 'Yo conozco la materia, ellos la historia. Como hemos trabajado siempre con las manos, se nos ha considerado como artesanos. Pero yo no trabajo sólo con las manos, tengo los cinco sentidos puestos en el cuadro para saber qué paso tomar', explica este sabio del maestro de las figuras alargadas.

No hay ni un cuadro que no tenga remiendos: 'Si aplicásemos una luz ultravioleta sobre la pintura, todas las manchas negras que aparecerían serían las intervenciones del restaurador, como cuando miras un billete falso'. Uno de los casos más extremos a los que se ha enfrentado es la cabeza de Cristo de la Crucifixión de El Greco, de la que se perdió tres cuartas partes y él tuvo que pintar. Una laguna a rellenar con acuarela. 'Lo más difícil de una restauración es limpiar el cuadro, para lograr mantener la piel del cuadro', dice. Aún así, la intervención de un restaurador es reversible y se elimina con un algodón.

Rafael Alonso es un arqueólogo que excava con pinceles y algodones, que destripa barnices sucios y cose telas dañadas. Pero insiste: 'Sólo neutralizo daños, no me invento nada'. 'Lo peor que le puede pasar a una obra es que el restaurador, buscando el protagonismo, se coloque por encima del pintor. El restaurador debe ayudar a recuperar la belleza y el mensaje, pero nunca manipular', no se cansa de repetirlo.

'Conozco cada centímetro de la pincelada de El Greco'

Tras su preocupación por aclarar que el restaurador no es más que una sombra del artista, una mano hábil y un reflejo diestro, está la lucha que mantuvo en 1999 con la clase política en el Congreso por su intervención en El caballero de la mano en el pecho. Es la única abolladura que le ha quedado en estos 32 años resucitando a los maestros de El Prado. Lo recuerda como un ataque del que fuera secretario de Estado de Cultura Miguel Ángel Cortés contra el entonces director, Fernando Checa.

Cuenta Alonso que sacó de la oscuridad al caballero, ennegrecido. Rescató su cuerpo, su luz, eliminó toda la suciedad que impedía ver hasta el momento el fondo y le pidieron explicaciones. Sin pretenderlo, consiguió que los políticos hablaran de veladuras, de metodología de la restauración y de la libertad de expresión de los técnicos, es más, se habló de patrimonio.

Después de tantos años tocando los huesos de las pinturas del autor de El entierro del conde Orgaz, sabe cómo maneja el pincel, cómo mueve el color, sus aciertos y sus titubeos. Pero no sólo del griego: a Goya también lo tiene calado, es el restaurador de la colección de la duquesa de Alba y no muestra ninguna duda acerca de El Coloso. 'No es de Goya, es de taller'.

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