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35 puñaladas en busca de autor

Diecinueve de cada veinte homicidios que se cometen en España son resueltos por la Policía

ÓSCAR LÓPEZ FONSECA

Diecinueve de cada veinte homicidios que se cometen en España son resueltos por la Policía. Una eficacia única en los países de nuestro entorno. Sin embargo, el vigésimo queda impune y se convierte en un sangriento alegato a favor del mito del crimen perfecto. Pese a ello, la mayoría de los policías se niegan a aceptar que estos existan y esgrimen una máxima que suena a autoflagelación: 'No hay asesinato perfecto, sino investigación incompleta'. Quizá por ello, la Brigada de Homicidios y Desaparecidos pide desde la página web de la Policía la colaboración ciudadana para desatascar ocho pesquisas que hace años entraron en un callejón sin salida.

Uno de ellos es el asesinato de Natividad Garayo, profesora de un colegio de élite de Madrid que el 7 de julio de 2002 apareció apuñalada en Santander. Sin huellas, sin testigos, sin móvil aparente se ha convertido en uno de esos casos que se enseñan a los alumnos en los cursos de homicidios por el cúmulo de detalles que lo han convertido en un auténtico misterio. Para empezar, Natividad, que tenía 44 años, no iba a estar aquel día en Santander, pero a última hora decidió acudir a la boda de un familiar que se iba a celebrar en la capital cántabra. Su marido no pudo acompañarla, por lo que viajó en coche con su hermano y una sobrina el viernes 5 de julio. Las primeras horas en Santander discurrieron sin sobresaltos. Cuando llegó el sábado por la tarde, se arregló con un elegante vestido beige cuajado de lentejuelas y puso rumbo a la ceremonia.

La mayoría de los policías se niegan a aceptar que exista el crimen perfecto. Se autoflagelan hablando de investigación incompleta

Tanto esta como el banquete posterior, celebrado en un exclusivo club junto al Palacio de la Magdalena, se desarrollaron como tantas otras. La Policía ha visto una y otra vez los vídeos de aquel día en busca de un gesto, un detalle, pero nada. La típica fiesta de copas y bailoteo que los invitados van abandonando poco a poco. Natividad lo hizo a las 3 de la madrugada, después de que su hermano le prestara 20 euros para que pudiera tomar un taxi que la llevase a la casa del familiar donde se alojaba.

Sin embargo, la profesora nunca llegó a su destino. Abandonó la fiesta y, sin que se pueda saber por qué, inició un paseo por la avenida de la Reina Victoria, una calle noble flanqueada de viviendas de postín. Poco después, un joven descubría su cadáver. Estaba arrodillado en medio de un gran charco de sangre, a pocos metros de unas escaleras que bajaban a la playa de los Peligros.

Desde el principio, el misterio rodeó el crimen. Los 20 euros seguían en el bolso. También las valiosas joyas. Su ropa no mostraba ningún signo de haber sufrido un intento de agresión sexual. Y las heridas que sufrió revelaban detalles desconcertantes. La autopsia determinó que treinta y cuatro de ellas habían sido asestadas con una navaja pequeña. La última, por un estilete. ¿Hubo dos asesinos? Las trayectorias de los cortes apunta a que sí. Pero, ni esa ni otras preguntas han encontrado aún respuestas concluyentes. Se barajó un crimen por encargo, un macabro juego de rol, un amante no correspondido, un casual encuentro con vagabundos, un error Nada. Por eso, siete años después la Policía reclama la colaboración ciudadana. Para éste y para otros siete crímenes que insisten en parecer perfectos.

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