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Vargas Llosa ajusta cuentas en Estocolmo

En su discurso de aceptación del Premio Nobel, el escritor aprovecha para calificar a Cuba, Venezuela, Nicaragua o Bolivia de «pseudodemocracias populistas y payasas»

FERNANDO CAMACHO

Una vez más, Mario Vargas Llosa dejó claras sus posiciones ideológicas. Durante la presentación de la tarde de ayer, el autor recordó su postura política y ya, en la lectura de aceptación del Premio Nobel de Literatura, describió su particular manera de entender la historia latinoamericana. Bajo el título Elogio de la lectura y la ficción pudo entenderse como un elogio y una apología a las ideas y posiciones del liberalismo y las democracias occidentales por encima de otros modelos a los que el mismo autor critica abiertamente y acusa de ser inviables.

Vargas Llosa, de 74 años, no dudó en esconder sus antipatías por los gobiernos de Cuba, Venezuela, Nicaragua o Bolivia al acusarlos de 'pseudodemocracias populistas y payasas', sin explicitar sus razones. Nada, en cambio, comentó del papel que jugó EEUU en el desarrollo de la historia de América Latina. De hecho, EEUU no estuvo entre los imperios autoritarios que tan airadamente criticó en su discurso dedicado a la literatura. El país norteamericano, y concretamente la doctrina Bush, es la personificación del modelo económico e ideológico que él mismo defiende.

El escritor dedicó la mayor parte del discurso a temas políticos

Pero la literatura puede ser un arma de doble filo. Aunque Vargas Llosa la utilice para defender sus ideas, denuncias y valores morales en su mayoría en sintonía con el modelo económico imperante en el mundo, también es capaz de inocular en el lector, como él mismo defendió, 'la inconformidad y la rebeldía' a las que tanto parece temer.

El arequipeño tuvo, sobre todo, palabras para la política y algunas menos para la creación literaria o el disfrute del lector. A las 17.30 horas del día de ayer, en la Academia Sueca, ante familiares, amigos y autoridades, y durante casi una hora, arrancó con el recuerdo de lo más importante que le ha pasado en la vida: aprender a leer a los 5 años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Rápidamente rescató a su madre y su abuelo sobre la importancia que tuvieron en sus primeras lecturas, Amado Nervo y Pablo Neruda.

Pronto cambió de tercio, y de las enseñanzas recogidas en libros de Flaubert, Faulkner, Camus y Orwell, Malraux, Martorell, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad, Thomas Mann, pasó a subir la temperatura política. Ni los 9 grados bajo cero, ni las intensas nevadas que han caído en la capital sueca durante los últimos días, pudieron con el calentamiento de las referencias del nuevo premio Nobel: 'Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión'.

Considera que España puede estropear su historia por el nacionalismo

Inmediatamente, pasó a recordar los 'espantos' de nuestra época: 'La de los fanáticos, la de los terroristas suicidas, antigua especie convencida de que matando se gana el paraíso, que la sangre de los inocentes lava las afrentas colectivas, corrige las injusticias e impone la verdad sobre las falsas creencias'. En defensa de la 'democracia liberal' avisó de la amenaza de las 'nuevas formas de barbarie atizadas por el fanatismo, y con la multiplicación de armas de destrucción masiva'. Habló de un cataclismo nuclear, cuyos responsables sólo podrían ser 'cualquier grupúsculo de enloquecidos redentores'.

Tras aclarar su 'decepción' marxista y declararse como 'demócrata y liberal', pasó a enumerar a los pensadores que le hicieron ver la luz: Raymond Aron, Jean-Françoi Rével, Isaiah Berlin y Karl Popper: 'A quienes debo mi revalorización de la cultura democrática y de las sociedades abiertas'.

Líneas antes de emocionarse con el papel de su esposa Patricia en su vida y obra, analizó el panorama político español y volvió a lanzar una advertencia: 'Ojalá que los nacionalismos, plaga incurable del mundo moderno y también de España, no estropee esta historia feliz', que fue la transición hacia la democracia. Por supuesto, para el autor de Conversación en La Catedral no hay que confundir nacionalismo con patriotismo, que es un 'sentimiento sano y generoso'.

La última vez que el autor pasó por Suecia fue en la primavera de 2006, durante un congreso en su honor, que contó con la participación de numerosos académicos y especialistas en la obra del laureado. En aquella ocasión, como ocurre durante estos días, su presencia no estuvo ausente de polémica. Cabe recordar que Suecia cuenta con una de las comunidades de exiliados latinoamericanos más grandes en el mundo y su voz está presente en numerosos medios e instituciones del país escandinavo.

Mario Vargas Llosa remató la alocución con una comparación única sobre el 'vértigo' de escribir una novela: 'Es una experiencia que me sigue hechizando como la primera vez, tan plena y vertiginosa como hacer el amor con la mujer amada días, semanas y meses, sin cesar'.

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