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La democracia de Madame Bovary

Jacques Rancière explora las relaciones entre arte y política

BRAULIO GARCÍA JAÉN

Jacques Rancière (Argel, 1940) es el filósofo de la emancipación. Pero lejos de emplearse en la elaboración de unas instrucciones de uso, como si hiciera falta explicar a los explotados las leyes de la explotación, Rancière ha recorrido casi siempre el camino inverso: él mismo se ha ocupado de estudiar las prácticas que los explotados desarrollan para emanciparse. De esos viajes, ha vuelto con una idea clara de dónde reside el potencial de la idea de la emancipación: 'Si la igualdad tiene algún sentido, debemos pensarla como una igualdad de capacidad. Una especie de esfuerzo, en efecto, para actualizar y desarrollar la capacidad de inteligencia que hay en cada uno de nosotros', dice.

Según este filósofo francés, discípulo inicial de Louis Althusser, su maître à penser en el París de los sesenta, pero contra el que poco después escribió, distanciándose radicalmente, La Leçon d'Althusser, la explotación no funciona por la ignorancia de las masas, como les gusta creer a las vanguardias revolucionarias. 'Funciona como una evidencia. La desigualdad se da como algo que está ahí, en la medida en que la gente no siempre se pone de acuerdo para poder pensar y actuar de otro modo', explica Rancière, invitado por el Museo Reina Sofía, la Universidad Complutense y la asociación cultural CRUCE para hablar de cine, estética y política.

'Las hijas de los obreros buscaron integrar la pasión y el arte en su vida'

La igualdad no es la meta, según explica en El maestro ignorante, una de sus obras más radicales: es el origen. Luego se trata de crear un escenario político para verificarla, en el que no cabe ninguna fosa entre los sabios y los ignorantes. 'Al final, todo se resume en que construiremos mundos y formas de experiencia diferentes, según apostemos por la igualdad o por la desigualdad', explicó a Público tras su intervención en el Paraninfo de la Facultad de Filosofía. Lo que se había anunciado como una clase magistral, se desarrolló como un coloquio: cerca de 350 profesores y alumnos lanzaron sus preguntas al maestro francés.

Rancière, de quien este año se han publicado en español El destino de las imágenes (Politopias) y El espectador emancipado (Ellago ediciones), no sólo se distanció del marxismo de Althusser por sus premisas, también por el método. Ha rastreado la emancipación en lugares tan dispares como los archivos de las revistas obreras del siglo XIX, la literatura de Gustave Flaubert o el cine del director portugués Pedro Costa, con el que el viernes conversó en el Reina Sofía.

'La retórica del marxismo ha sido reciclada en provecho del poder'

A su juicio, el arte, antes que una ilusión encubridora o una fuente de la falsa conciencia, es una descripción de la experiencia que puede interpretarse políticamente. 'Una obra de arte siempre es contemporánea de un cierto régimen de experiencia estética', dice al hilo de un ejemplo central en su obra, el de Madame Bovary. 'Flaubert es contemporáneo de un tiempo donde las hijas de los obreros y de los campesinos buscan integrar en su vida los ideales del arte y de la pasión', de ahí que cuando publicó el libro, aunque el autor insistiera en que se trataba sólo de arte, 'la gente dijo que Madame Bovary es la democracia en literatura'.

El gran enemigo de la emancipación es el mismo de siempre: la necesidad. 'Aquellos que hablaban de la necesidad del movimiento histórico hacia el socialismo, hablan ahora del movimiento histórico que lleva necesariamente al triunfo del libre mercado', denuncia. 'Y a quienes se oponen a la liberalización del mercado de trabajo o a la destrucción de la seguridad social se les tacha siempre de lo mismo: de que son gente retrógrada, reaccionaria, que se agarra a privilegios del pasado, o sea, que no están en la dirección de la historia. Toda esa retórica ha sido enteramente reciclada en provecho del orden dominante'.

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