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Antonio Orejudo vuelve a mentir para ser veraz

El escritor calienta el debate entre ficción y verdad con su nueva novela

P. H. R.

Al final, Antonio Orejudo no descansó. Seis años después de Reconstrucción (Tusquets) regresa como siempre, 'gamberro y francotirador', con Un momento de descanso (Tusquets), una falsa autobiografía o una autobiografía desplazada o una novela protagonizada por el propio autor. Pero el gamberro ilustrado no es el mismo, quería crecer: 'Me he esforzado en llegar a muchos más lectores. Yo escribo para que me lean, pero no significa que esté dispuesto a cualquier cosa para conseguirlo'.

Reconoce que está en negociaciones con los lectores, sabe lo que quieren pero no está dispuesto a dárselo todo. Es un pacto de alta tensión, en el que no ha sido capaz evitar escenas de sexo llamadas a la antología, como cuando el protagonista, Antonio Orejudo, cuenta su eyaculación sobre las sagradas páginas del manuscrito del Poema de Mío Cid, bajo llave en la Biblioteca Nacional. Por si el lector duda de la anécdota, ha incluido una fotografía de la página dañada.

'La novela sólo necesita que la crean', resume el autor

Curiosamente, Orejudo montó la novela para tratar la pérdida inexorable de las certezas (ideológicas, las que sean), para asomarse a la traición y el relajo moral, mientras buscaba la manera de devolver a este género literario la credibilidad que ha perdido. El autor lleva detrás de las certezas para hacer creíble la novela desde 1996, con Fabulosas narraciones por historias, un libro único: 'Antes de ese libro, muy pocos libros españoles mezclaban la realidad con la ficción, ahora que está tan de moda', explica.

Esas fotografías y esas pruebas trucadas de una falsa autobiografía son las herramientas de un partidario de la ficción como anabolizante de la realidad, que fortalece hechos reales con mentiras, con falsas pruebas y la primera persona para enfatizar la apariencia biográfica del relato. Recuerda que le costó decidirse: 'Me negaba a la primera persona por prejuicios, por pudor, por la reivindicación del yo en la novela contemporánea española', hasta que se los quitó de encima y todo empezó a encajar.

'La ficción explica mejor la realidad', resume en medio de un debate que a él le suena a viejo. 'Hace 200 años no era necesario engañar al lector, el escritor contaba una historia en prosa y automáticamente la gente lo creía. El autor del Lazarillo de Tormes renunció a su autoría para que fuera leído como verdadero'.

'El periodismo es el último reducto que tenemos de verdad'

Es un movimiento natural de la literatura: 'La novela sólo necesita que la crean, que la gente la lea como si fuera verdad. Como está completamente desacreditada, la novela busca caparazones en los que pueda ser consumida como si fuera verdad'. Y uno de los disfraces que ha encontrado es el del periodismo, porque 'el periodismo es el último reducto que tenemos de verdad'. En libros como Anatomía de un instante, de Javier Cercas, la novela se disfraza de crónica para contar con el crédito del lector. 'La novela como novela ha perdido fuerza', cuenta.

Advierte que quien no sepa cuál es el límite miente: 'No necesitas a un catedrático de teoría de la literatura, sino a un juez'. El derecho al honor marca la frontera. Orejudo ahonda y recuerda que hubo un tiempo en que la ficción era verso y la verdad prosa, 'hasta que llegó alguien con una historia en prosa que era mentira'. Pues con el periodismo pasa lo mismo: 'Hay un pacto social que dice que en los periódicos sólo se dice la verdad y un periodista sólo cuenta la verdad. Cuando un autor como Cercas quiebra el pacto social, llega un periodista como Arcadi Espada y le demuestra que eso no vale'.

En esta elegía alegre, Orejudo enseña el fracaso del sistema educativo español y las consecuencias desastrosas de la Transición, escondido tras su voz. 'Esta primera persona no es más que un truco óptico', que funciona a las mil maravillas porque hasta su madre le ha llamado para saber si lo del Mío Cid es verdad.

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